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Camino hasta la esquina de la calle Sesenta y Una bajo los fuertes rayos de la tarde capitalina. En el separador de la transversal Veintiocho hay un hombre que vende camisetas de la selección Colombia, gorros con el tricolor nacional, pelucas coloridas y “vuvuzelas”. Sopla una demostrando su poder escandaloso. Juan Pablo Hoyos me está esperando frente a la puerta de las canchas de tenis “El Campín”. Nos damos un abrazo, saco el celular y le digo a mi tío Omar dónde estoy. Me responde que ya llega con “El Cuca”.

—¿Cómo es que se llama “El Cuca”? —pregunta Hoyos ajustando sus gafas de sol.

—Germán Aceros.

—¿Es toda una leyenda ¿no?

—Sí, estuvo en el 4 a 4 de Colombia contra Rusia en el mundial del 62. Le metió el primer gol a Lev Yashin, “La Araña Negra”.

—En ese partido metió el gol olímpico Marcos Coll.

—Fue el resultado más importante en la historia del fútbol colombiano hasta el empate 1 a 1 de Colombia contra Alemania en el mundial del 90 —digo de cara a un grupo con gorros de arlequines que se dirige al estadio—. Fue muy interesante el conversatorio literario de Juan Gabriel Vásquez en “La Madriguera del Conejo” —cambio de tema—.  Me alegró mucho verlo y saber que le está yendo tan bien. Le compré la novela “El ruido de las cosas al caer” y me escribió una dedicatoria muy sentida. La próxima vez que venga a Bogotá deberíamos ir a tomarnos un café los tres.

Le decimos a unos hinchas que nos tomen una foto y Hoyos tiempla las puntas de su traje. Le doy un abrazo y sonrío de forma orgullosa con la nueva camiseta de la selección que visto bajo la chaqueta de cuero negra. “El Cuca” y mi tío llegan caminando de forma tranquila. Los presento con Hoyos.

—Juan Pablo era un muy buen delantero en el colegio —le digo a “El Cuca” camino al estadio —los dos quedamos campeones en la categoría juvenil de la Uncoli (Unión de Colegios Internacionales) en 1987.

—Oye, leímos la crónica del partido contra Francia —me dice el tío—. Qué lindo escrito. Se te cumplió un sueño.

—Me la voy a llevar a Bucaramanga y se la voy a dar al periódico Vanguardia para que la publiquen —añade “El Cuca”.

Hacemos la fila, mostramos nuestras boletas y pasamos un primer puesto de control frente al estadio acordonado. Seguimos a un segundo puesto en el que hacemos otra fila rápida tras unos hinchas que lucen sus camisetas y pelucas. Levantan los pulgares y les tomo una foto. Mostramos las boletas, un policía nos requisa una vez más y caminamos hasta las puertas asignadas en la tribuna Oriental – General – Norte. Tomamos una foto en la que salgo abrazado con mi tío y “El Cuca” con Hoyos, nos despedimos de él y mostramos nuestras boletas. Un joven le pasa un laser por encima del código de barras, entramos al estadio y otro policía nos requisa por tercera vez. Subimos por la tribuna y nos ubicamos en los mismos puestos en los que hemos visto el partido de Colombia Vs Francia y el de Colombia Vs Malí.

Camerún y Uruguay se juegan su clasificación a octavos de final en un partido que acaba de empezar. Nos instalamos y le digo a “El Cuca” y al tío que voy a ir a tomarles algunas fotos a los hinchas que tienen la cara pintada. Bajo por la tribuna, me detengo al borde de la grama y retrato algunas jugadas de los futbolistas en la cancha. Uruguay juega de blanco con los números de la camiseta pintados de azul. Camerún lo hace con su camiseta verde, pantaloneta roja y medias amarillas. El arquero viste una pantaloneta y un buzo morados.

En la tribuna norte, “El Condor” se toma fotos con algunos hinchas que se lo quieren llevar en sus cámaras de recuerdo. Bordeo la grama, subo por las escaleras, me acerco y le pregunto si me puedo tomar una con él. Le paso la cámara a una joven, sonrío y ella toma la foto. La pantalla muestra la cara del personaje pintada con los colores del tricolor nacional, exhibidos de forma vívida por los rayos del sol. Su pelo, engominado en forma de cono invertido, también está pintado de amarillo, azul y rojo. Tiene una banderita de papel en la punta. De su camisa amarilla satinada, confeccionada con solapas azules y puños rojos, cuelgan un par de pendones de seda blanca cosidos a la manga. Dicen en letra verde: “!Viva la paz en Colombia!”.

Le tomo algunas otras fotos en las que posa con unas jóvenes que lucen el tricolor pintado en sus caras, gorros con el escudo de la Federación Colombiana de Fútbol y una sonrisa diciente. Le paso mi cámara a otra y me meto en una de las fotos. “El Condor” sigue su ronda caminando hacia oriental, ubico a una pareja y les pregunto si puedo tomarles una foto. La joven de ojos azules y pelo claro asiente con la cabeza. Levanto la cámara y se las tomo. Los rayos intensos la hacen parpadear y sale con los ojos cerrados.

—Tomemos otra —les digo.

—El sol está muy fuerte —responde ella con cierto acento—. Tienes que tomarla rápido.

—¿De dónde son? —les pregunto.

—De Nueva York.

—¡Qué bacano! —digo apuntándoles con la cámara.

La tomo de nuevo. La joven sale con sus ojos brillantes, una sonrisa abierta y los colores de Colombia en sus mejillas redondas. Su amigo luce el tricolor nacional sobre su barba rojiza. La pintura bordea su nariz y sus ojos con como si fuera el antifaz del zorro. Camino por oriental y le tomo otra foto a una pareja con la camiseta de la selección y una peluca dorada como la del “Pibe” Valderrama. El ambiente de festividad es total. Todo mundo quiere lucir su camiseta, pintarse la cara, soplar su “vuvuzela” y hacer parte de esta fiesta que le demuestra al mundo la calidez de un país maravilloso.

Llamó a Hoyos, me indica su ubicación y llego hasta el puesto. Es un poco más central pero está bastante cerca del mío.

—Con las sillas, la capacidad del estadio pasó de cincuenta mil a treinta y cinco mil espectadores —dice con los ojos puestos en el partido—. Puede que ahora entren menos personas, pero los equipos van a ganar más plata ya que los hampones de las barras bravas que se dan cuchillo por diversión se van a quedar por fuera. Anote eso para su crónica  —dice señalando mi libreta.

—Lo de las barras bravas es lamentable.

—El que viene a fútbol viene a ver fútbol. Con este cambio los papás van a poder volver a traer a sus hijos al estadio. Mis hermanitos son más aficionados de lo que yo era y mi papá ni siquiera ha podido traerlo por miedo a los pandilleros que fuman mariguana y arman peleas.

—Hoyitos, lo van a calificar de “fachista”. Subirle el valor a las boletas implica que la gente de los estratos más bajos no pueda venir.

—Pues si vienen a fumar marihuana… —levanta los hombros, relaja los músculos faciales y se ríe.

Camerún ataca por izquierda, el delantero centra una bola al punto penal y Emmanuel MBONGO la patea de pierna izquierda venciendo el arco defendido por Salvador Ichazo. Sale hacia nuestra tribuna a celebrarlo y se abraza con sus compañeros.

—Ese equipo de Camerún es bastante fuerte. Sus jugadores son mucho más grandes que los de Uruguay —digo tomando algunas fotos de la celebración—. Nosotros teníamos un equipo de gente fuerte en el Anglo Colombiano, por eso fuimos campeones.

—Sí, claro. Pedro Mejía marcaba una punta, Noel Rodríguez la otra, Juan Gabriel Vásquez jugaba de líbero y Camilo McAllister de “stopper”.

—Andrés Ojeda, Enrique Giraldo y Santiago Franco en el medio. “El gordo” Santos, usted y yo adelante —digo mirando la reanudación del partido—. Todos eran acuerpados. Un equipo ganador siempre estará conformado por gente fuerte.

—Yo pensaba lo mismo hasta que llegó este Barcelona de Messi. En ese equipo hay jugadores que no son grandes.

—Puyol, Pique, Abidal y Busquets miden más de 1.80 centímetros. Los otros no son tan altos pero son fuertes. El mismo Messi es bajito pero es un muy explosivo; eso solo se lo da la fuerza —digo de cara a una pelea que se forma en el área de Camerún. Los jugadores de ambos equipos se manotean—. ¿Qué tal lo de las “vuvuzelas”?

—Muy mamón. ¿No entiendo por qué están pitando si ahora no está pasando nada?

—Están emocionados.

—Deberían prohibirlo. Además eso difumina las enfermedades porque la gente las está soplando y salen todas sus babas.

El árbitro decreta el final del primer tiempo y los equipos entran a sus camerinos. Unos hombres con overol tratan la grama con herramientas especiales.

—Le están arreglando los picos como en los campos de golf —comenta Hoyos.

Camino hacia un grupo de jóvenes y les pregunto si les puedo tomar una foto para incluirla en una crónica. Una joven de ojos claros y pelo lacio me sonríe con su boca de dientes ordenados. Esconde su BlackBerry de estuche rosado entre sus muslos apretados por los jeans, se inclina hacia atrás en dirección a sus amigos, posa y tomo la foto retratando la bandera de Colombia pintada en sus pómulos. Su camiseta de Colombia marca Adidas brilla con los rayos del sol. Me despido de ellos y vuelvo a donde Hoyos.

—Qué “culicagada” tan linda —le digo dándole un nuevo vistazo desde el puesto. Prendo la cámara y miro su pose casual, con las pulseritas en su muñeca y un reloj grueso en la otra—. ¿Qué edad tendrá?

—Máximo veinte.

—Ya somos unos viejos verdes.

—¡Uuuuufffffff! Hace tiempos.

Detrás de nosotros, otro joven con el tricolor en el rostro le pinta la cara a su novia. Lo hace con técnica. Unta el pincel, lo lleva a su piel y lo desliza con suavidad dibujando un abstracto con la bandera en sus mejillas. Su pelo ondulado, ojos fijos y facciones de nariz prominente le dan un aire a Miguel Ángel. Les pregunto si les puedo tomar una foto. Asienten y levanto la cámara. La joven es de ojos claros, nariz recta y labios gruesos. Les agradezco y me volteo.

—Está también está lindísima.

—A mí me gusta más que la otra —responde Hoyos.

Le doy mi cámara y le pido que me tome una foto contra el horizonte. Abro mi chaqueta mostrando la camiseta amarilla de Colombia, sonrío y toma la foto retratando el cielo azul al contraste de los visos morados que forma el sol en las nubes al caer de la tarde.

Los equipos vuelven a salir a la cancha. El partido se reanuda y Uruguay ataca de forma desordenada.

—Sin las rejas que aíslen a las tribunas es como estar en la cancha.

—Este país ha cambiado y mejorado mucho. Antes las personas se subían a ellas como micos —responde Hoyos.

—Sí, la gente se ha civilizado un poco.

—Así como está el estadio parece un escenario europeo.

—La actitud de la gente es muy positiva. Eso es animador. Esperemos que siga así en el campeonato profesional colombiano. No quiero decirlo pero puedo ver a las barras bravas rompiendo estos asientos.

—La cosa cambia si se ponen cámaras de seguridad y se castiga a la gente que comete vandalismo.

 —Leí en el periódico que hay mil doscientos agentes de policía en cada partido del mundial —digo con los ojos puestos en un centro de Uruguay que termina en las manos del arquero Jean Efala. Camerún saca y Uruguay recupera la bola. Ataca de nuevo. Un delantero de cuerpo rollizo y pelo largo lanza otro centre. Se toma la cabeza cuando un defensa rechaza la bola.

—Emula a Recoba —le digo a Hoyos.

—Pero su fútbol está lejos de parecerse. Si yo fuera el entrenador los haría cortarse el pelo a todos.

Seguimos viendo algunos ataques infructuosos que mueren en los guayos de los defensas africanos. Un helicóptero de la policía empieza a sobrevolar el estadio en círculos y lo retrato contra el atardecer de venado. Una joven llega al puesto de adelante luciendo la camiseta de la selección y unos jeans ajustados con los que exhibe sus nalgas apretadas. Peina su pelo negro con una mano y sostiene el celular en la otra. Saco la cámara y la retrato mientras manda un mensaje de texto. La piel morena de sus brazos contrasta con el color claro de la camiseta. Le muestro a Hoyos la foto en la pantalla y levanta las cejas. La joven se sube la camiseta y el borde de sus calzones de arandelas rosadas se vislumbra entre el pantalón y su piel. Se ajusta el jean hacia arriba y vuelve a bajar la camiseta. Hoyos y yo nos miramos.

Un par de hombres llegan con las caras pintadas como si tuvieran máscaras de combatientes de lucha libre. Bajo algunas filas y les tomo una foto. Uno, entrado en años, quien debe ser el papá, tiene un lado de la cara pintada de azul y el otro de rojo. Círculos amarillos bordean sus ojos y boca. El joven la tiene pintada de amarillo. Líneas azules y rojas exageran sus cejas.

Subo a donde Hoyos y vemos algunas otras jugadas inofensivas de Uruguay.

—Voy a ir a ver el final del partido con mi tío y “El Cuca”. —Me despido de él y vuelvo a mi puesto—. “Cuca”, Uruguay nos ha parecido muy malo.

—Es el peor equipo que he visto en Bogotá. No ha jugado a nada. Dejaron la fuerza charrúa en casa. —Niega con la cabeza.

—Juega fulbito —añade el tío—. No se parece en nada a la selección de mayores.

—¿Entonces te gustó la crónica del partido de Colombia contra Francia? —le pregunto a Omar

—Me encantó.

—Es un homenaje a mi papá.

—Me hizo llorar un poco —confiesa.

Paso el brazo sobre sus hombros y le doy un par de palmadas. Uruguay vuelve a centrar con un tirito que rechaza un defensa que exhibe su pelo pintado de rojo.

—Hoy es 5 de agosto, está cumpliendo años mi mamá.

—Ahora llamo a felicitarla. ¿Cómo está?

—Bastante mejor. Al haber lanzado las cenizas de papá al mar hubo una especie de cierre. El dolor siempre va a estar ahí pero hay que aprender a convivir con él. Hace diecinueve años me fui a prestar servicio militar al ejercito —añado cambiando de tema—, en 1992. ¿Puedes imaginar el regalo de cumpleaños que le di a mamá en ese entonces?

—¿Ya pasaron casi veinte años? ¡Cómo pasa el tiempo!

—Uruguay solo tira centros —comenta “El Cuca”—. Van a tener que darles una aspirina a los defensores africanos para aliviar el dolor de cabeza que deben tener por todos los cabezazos que han dado. Te vi tomando fotos por ahí.

—Sí, mira algunas.

Se las muestro en la pantalla.

—¿Y a esta cómo la llaman? ¿La hormiga culona? —dice con una sonrisa al ver a la joven de las nalgas apretadas entre los jeans.

El público zapatea el piso y la ola se forma.

—La ola —le digo a “El Cuca”. Él se ríe.

Uruguay tira otro centro. Camerún rechaza.

—Uruguay no tiene bisturí, como decía tu papá.

—No ha ganado un solo partido —le respondo a mi tío.

—Ni lo va a ganar.

El árbitro pita el final del juego. Los suplentes de Camerún entran a la cancha a celebrar y los de Uruguay se botan al piso a llorar. Tapan sus caras con las manos y poco a poco se van retirando de la cancha.

En los parlantes suena la canción “Loca” de Shakira y la cantante de “pop” repite varías veces que está “loca con su tigre”. La gente baila parada en sus puestos. Sonríe. Una pareja detrás de nosotros se da un beso.

—Esto es una fiesta ¿no tío?

—Una fiesta “del putas”.

Hoyos me llama al celular y me pregunta si queremos algo de comer. Bajo al primer nivel y lo ubico. Compramos unas lechonas. Llamo a Fernando Barrera y me dice que perdió en el taxi la boleta que le dejé en la portería de mi apartamento.

—Voy a ver si compro una revendida, entro y me siento en el puesto de mi boleta original —me dice.

—Compra la más barata —le sugiero.

Subimos a los puestos y nos comemos la lechona. Barrera vuelve a llamar y le indico que bordee la cancha y camine hasta enfrente del tiro de esquina de la tribuna norte. El presentador anuncia la salida de los equipos y los niños salen sosteniendo las banderas de la FIFA, de Colombia y de Corea. Los jugadores caminan tras ellos bajo la tribuna de occidental en la que “El Cole” aletea sus alas confeccionadas con el tricolor nacional. La gente lanza serpentinas y pedazos de papel picado que llenan la tribuna.

Suena el himno de Corea. Vemos a Barrera llegar frente al tiro de esquina, lo llamamos y movemos los brazos sobre nuestras cabezas para que nos ubique dentro del gentío. Lo hace y sube las escaleras mientras escuchamos las primeras notas del himno nacional de Colombia. Le damos un abrazo y lo entonamos con el corazón:

—“!Oh gloría inmarcesible! / ¡Oh júbilo inmortal! …”

Terminamos el himno y la gente sopla sus “vuvuzelas”. Me despido de mis amigos y camino hacia mi puesto. Le doy a “EL Cuca” la lechona que Hoyos le compró y me acomodo. La gente mira hacia la cancha con expectativa. Colombia luce su camiseta amarilla, la pantaloneta azul y las medias blancas. Corea viste camiseta roja, pantaloneta blanca y medias rojas.

El árbitro sopla su silbato. Michael Ortega se la pasa a James Rodríguez, este se la da a Héctor Quiñones. La bola vuelve a Ortega. El equipo empieza haciendo buenos pases, luce animado y parece entrar con buena tónica.

—¡Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia! —lo anima el público.

—Es muy importante que clasifiquemos de primeros. La selección está conectada con el público capitalino y jugaría los octavos de final aquí —le comento a mi tío.

—Además le tocaría un rival más débil.

Colombia sigue haciendo buenos pases, cambia de ritmo y lanza un ataque que termina en las manos de No Dong Heon. Corea sale jugando. El equipo asiático hace pases rápidos y sube la bola hasta el borde del área. Franco estira su pierna derecha y vuelve a robar una bola impecable así como lo hizo en el partido contra Malí. Colombia teje una jugada y James tira un derechazo rasante que controla el arquero. Corea riposta con un tiro pegado al palo izquierdo de Bonilla.

“El trencito” Valencia hace una buena gambeta por derecha. La pasa de su pie derecho al izquierdo y corre en diagonal hasta que Min Sang Gi se la quita. Corea sale jugando. El partido se juega en la mitad hasta que Colombia vuelve a lanzar un ataque, James saca al defensa y lanza un pase al vacío al que Juan David Díaz no le corre. La tribuna produce un quejido general.

La gente sigue expectante, sus ojos puestos en las jugadas, los pases precisos y el buen juego de equipo que propone Colombia. Luis Fernando Muriel se corre frente al área y lanza un tiro templado que controla No Dong Heon.

—¡Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia!

—¿Cómo vez el inicio del partido— le pregunto a “El Cuca”.

—Está parejo. Colombia luce mejor que contra Malí, está haciendo pases precisos y James juega bien. A la selección le estaba haciendo falta desde hace tiempos un buen 10.

Ortega le hace un pase a “El Trencito”, el delantero se barre pero no alcanza a llegarle. Colombia la sigue tocando con propiedad y buen manejo de balón. Juega con calma, controla los tiempos.

—Los coreanos también están bien parados: copan bien los espacios dentro de la cancha —comenta “El Cuca”.

Se hacen tres pases entre ellos y la gente chifla. Colombia recupera el balón y James lanza un centro que se pierde por la línea final. Choi Sung Guen, Lee Young Jae y Kim Kyung Jung tejen una jugada por izquierda, se la dan a Jang Hyun Soo y el delantero manda un derechazo. Bonilla se estira en el piso y la tapa.

—Corea tiene la obligación de ganar. ¿Cómo quedó el partido de Francia contra Malí? —pregunta “El Cuca”.

—Se está jugando de forma simultánea en Cali.

James toma la bola con el pie derecho, la arrastra, se frena, cambia de ritmo y saca al marcador de forma explosiva, se emociona y lanza un centro de pierna izquierda que sale muy pasado.

—Hizo una de crack y otra pésima —comenta el tío.

Corea la recupera, intenta atacar pero Juan David Cabezas corta el avance. Se la pasa a Ortega, Lee Ki Je le lanza una patada al tobillo y le comete un faul. La gente chifla al jugador coreano. James acomoda la bola y toma impulso para cobrar el tiro libre. Las “vuvuzelas” suenan de forma ensordecedora. El 10 colombiano lanza el centro. No Dong Heon atrapa la bola y saca rápido para cotragolpear. Lim Young Uk se la pasa a Jung Seung Young y el delantero lanza un tiro rasante que controla Bonilla.

—Colombia está dejando algunos huecos atrás —dice el tío.

“El trencito” gambetea, el delantero se la entrega a James y el medio campista la cambia de frente. Luis Fernando Muriel lanza un derechazo al ángulo que el arquero alcanza a tapar con el brazo estirado.

 —Ese fue un tirazo —dice el tío.

—Sigue siendo un partido parejo. El jugador más destacado de Colombia ha sido James y de Corea el 11 —añade “El Cuca” señalando a Jang Hyun Soo.

La gente vuelve a zapatear y se forma la ola. James toma la bola, la domina con derecha, se frena, la pica para eludir al mediocampista y Lee Young Jae lo toma de la camiseta. El árbitro pita la falta.

—James juega mucho —dice el tío.

—Mira, los fotógrafos están todos tras la portería de Corea esperando los goles de Colombia —comenta “El Cuca” con la mirada puesta en los hombres apuntando sus cámaras hacia la portería de No Dong Heon—. Detrás de la de Bonilla no hay ni uno solo.

James toma impulso e impacta la bola con pierna derecha. La bola sale chanfleada, marca una parábola y pasa besando el travesaño. Corea arma una jugada que vuelve a cortar Cabezas. El mediocampista le hace un pase largo a James, el 10 la recibe y sin perder tiempo repentiniza un pase al vacío. “El trencito” la corre pero la bola se le va un poco larga.

 —James ha mejorado mucho. Lástima que en esa jugada se apresuró.

Colombia sigue jugando bien pero carece de esos últimos toques finos que se necesitan para meter gol.

Min Sang Gi le hace un faul a Ortega y la tribuna manotea.

—¿Por qué está jugando “El Trencito” por derecha? —le pregunto a “El Cuca”.

—No he podido entender eso. Por ahí no es tan bueno, el tiene un mejor perfil izquierdo.

Corea contragolpea y Jang Hyun Soo lanza un tiro cruzado.

—“Cuca”, pregúntale a qué saben las uñas —le dice mi tío al ver a una joven a su lado con los dedos en la boca.

La joven sonríe y baja la mano. Bonilla saca, Colombia se lanza al ataque y James le pone otra bola a “El Trencito”. El delantero remata con derecha y el tiro es bloqueado por un defensor. Colombia la recupera, James se la da a Muriel, el delantero la deja picar y saca un riflazo sorpresivo que pega en el travesaño.

—¡Uuuuuuuuyyyyyyyyyyyy! —exclama el estadio.

—Esa estuvo cerca —le digo al tío.

Corea sale jugando y la contención de Colombia se la roba, teje una nueva jugada. Quiñones pone un pase al vacío, Muriel se corre hacia adelante, tiene espacio para entrar al área pero saca un tiro desde afuera que pasa a un metro del arco de No Dong Heon. Resuenan las “vuvuzelas”.

—Como decía mi papá, el que no da jaque no da mate. El que no hace tiros al arco no mete goles.

—Pero le pegó mal, podría haber entrado un poco más —comenta el tío.

Corea vuelve a plantear un ataque y Pedro Franco corta el avance de forma elegante. El defensor de Millonarios la sube. James la detiene con el borde externo del pie, se corre por el sector derecho, lanza un tiro templado que el arquero controla con dificultad. Sale jugando. Corea hace algunos pases hasta que Colombia le copa los espacios. Kim Kyung Jung la levanta y le queda flotando a James. El 10 de Colombia la controla con pierna izquierda, se corre hacia adelante protegiendo la bola con su cuerpo, aguanta la presión de Lee Ki Je, cruza la línea del medio campo, levanta la cabeza y lanza un cambio de frente en dirección a Muriel. El delantero pica por detrás de la espalda de Rim Chang Woo, entra al área y corre en diagonal. La bola pica frente a No Dong Heon, le pasa de largo, corre a buscarla y se choca con el hombro de Muriel. El delantero trastabilla pero sigue adelante. El arquero resbala, se sostiene con sus puños en la grama al tiempo en que el colombiano conduce la bola con la pierna derecha y corre paralelo a la línea de fondo, No Dong Heon lo persigue, intenta alcanzarlo, Muriel la pica con derecha hacia el punto penal, se abre un poco para encontrar un ángulo de tiro, —el defensa Baek Sung Dong lo espera frente a la portería—, Muriel se perfila, Sung Dong le sale para achicarle el espacio y el colombiano lanza un zurdazo sesgado al palo. La bola traspasa la línea de meta y se cuela entre las piolas.

—¡Qué golazo! ¡Maldita sea!

Mi tío y yo no abrazamos. Saltamos y lo celebramos a rabiar. Los jugadores de Colombia lo van a festejar al tiro de esquina de occidental. Los hinchas soplan sus “vuvuzelas”, toman fotos, sonríen y se gozan el momento de triunfo.

—Fue una muy buena jugada —dice “El Cuca” de cara a la pantalla—. El arquero salió a buscar al jugador y no al balón, por eso Muriel se lo llevó.

—Es un gol por saber manejar las dos piernas —comento.

—El tipo tiene la característica del goleador —añade “El Cuca”.

Nos sosegamos y vemos a Corea sacar. Colombia vuelve a desarmarlos y les toca la bola en el centro. Hace buenas paredes. El público anima al equipo con el canto de las “vuvuzelas”. Cada vez hay más hinchas con ellas y el ruido se intensifica.

—¡Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia!

Hay un nuevo ataque de Colombia que termina en un tiro desde afuera del área.

—Este equipo me gusta mucho porque le pone huevos —dice el tío.

—Sienten mucho amor por la camiseta.

Díaz corta un avance y el público lo aplaude. “El trencito” la toma por derecha, la cambia de pierna y le dobla la cintura al defensa. Hace el pase errado.

—Se equivocó pero la jugada previa fue muy buena.

Los últimos minutos del primer tiempo se juegan en la mitad de la cancha. Colombia muestra un buen manejo de balón y un buen juego de equipo al esconderle la bola a Corea.

—¿Es importante irse al descanso en ventaja, no “Cuca”?

—Claro. Da tranquilidad. Saben que pueden salir a atacar desde el principio del segundo tiempo. —El árbitro pita y la gente se levanta a aplaudir—. Corea ha jugado bien. Ha dificultado a Colombia.

Camino por la tribuna y voy donde Hoyos y Barrera. La gente luce contenta y animada. El ambiente carnavalesco es evidente en el soplido de las “vuvuzelas”, las caras pintadas, las pelucas y sonrisas de la gente.

—¿Qué tal el gol? —les pregunto.

—Yo pensé que había sido faul, pero no —dice Hoyos—. En la repetición se ve que le ganó la bola a punta de fuerza.

—El palazo de Muriel también estuvo buenísimo —dice Barrera —. ¿Y qué tal James?

—Hoy ha jugado muy bien. Está demostrando por qué juega en el Porto y por qué tiene el record como el jugador extranjero más joven en debutar en el fútbol argentino. Banfield se lo llevó desde que era chiquito.

—Muriel es un jugadorazo. ¿En dónde juega él? —pregunta Barrera.

—También juega en Europa. Está en el Lesse de Italia.

—¿Y Ortega?

—En el Atlas de Guadalajara. Casi todos juegan por fuera.

Hoyos se frota las manos y dice:

—¡Ahhh! Qué delicia volver al estadio.

La gente taconea y se forma la ola. Recorre la tribuna de occidental, viaja por la tribuna norte, entra a oriental y se acerca.

—¡Eeeeeeeeeeeeee!  —grita Hoyos y se levanta con los brazos en alto cuando pasa por nuestro sector.

—Hoyitos se ha gozado la ola —digo mirando la pantalla. La trasmisión de T.V. muestra algunos de los hinchas pintoreteados en las tribunas.

—El casting ha mejorado mucho —comenta Hoyos siguiendo con los ojos a una joven que sube por las escaleras con jeans y una camiseta blanca cortada al inicio de su abdomen.

Suena una canción de rock en español y la gente baila en sus puestos.

—Barrito, ¿cómo te ha parecido el ambiente? —le pregunto.

—Buenísimo. Mundial es mundial —dice levantando el pulgar.

Colombia sale al terreno de juego y Hoyos grita:

—¡Bravooooo!

James corre a la mitad de la cancha y salta en su puesto.

—Es una estrellita. Se parece a Cristiano Ronaldo —comenta Barrera.

—Ojalá que sea una estrella y no una estrellita —respondo.

Me despido de ellos y vuelvo a mi puesto con “El Cuca” y mi tío. Colombia saca y propone una jugada profunda con un pase globeado que No Dong Heon controla. Corea plantea un ataque que muere en la defensa colombiana. La selección vuelve a atacar, Ortega se la pasa a James, el 10 pisa la bola, hace una gambeta y lanza un centro muy pasado.

—Esa jugada no me gustó. James ya está crecidito —comenta el tío.

—¿Cómo vez el partido, “Cuca”?

—Empieza igual que en el primer tiempo. Están tocando la pelota bien y acomodándose en la cancha. Fíjate que “El Trencito” volvió al costado izquierdo.

Colombia hace unos pases certeros en la mitad y cambia de ritmos metiendo pases profundos y cambios de frente. James hace una finta, pierde la bola, corretea a Min Sang Gi y la lucha.

—James aún es inmaduro en algunas cosas. Toma la pelota y hace uno o dos toques de más. Pensé que había madurado un poco más en Europa —comenta “El Cuca”.

Corea tiene una opción clara de gol que sale por encima del travesaño. Las “vuvuzelas” siguen animando al equipo. Colombia teje una buena jugada pero Corea la corta.

—“Cuca”, ¿cómo es que es la historia del “Tino” Asprilla cuando lo descubriste en la escuela Sarmiento Lora en Cali y te lo llevaste al Deportivo Cúcuta?

—Fuimos a buscar su maletín para ir al aeropuerto y no tenía zapatos, ni ropa, ni muchos menos un maletín. Tuvimos que comprarle ropa y una maleta.

 —¿Qué edad tenía?

—Diecisiete años.

—¿Cómo era su personalidad?

—Era un muchacho un poco desinformado. Lo tomó como una diversión —me cuenta mirando una falta que Jeison Murillo le comete al delantero derecho de Corea. Cobran el tiro libre y Bonilla la atrapa en sus manos—. El equipo de Corea me ha gustado. Como diría alguien: “Tiene cositas interesantes”. La pasa bien, tiene delanteros rápidos y su defensa es segura. El problema es que le falta un poco de experiencia… se precipita mucho.

Colombia hace un mal pase y pierde la tónica. Corea toma la iniciativa y se apodera del medio campo. Colombia recupera el balón y Lee Young Jae le cruza la pierna a Ortega desde atrás. La gente le pide al árbitro que le muestre la roja. Se la perdona.

—¿Cómo ves a Colombia de cara a las finales?

—Ahora sí vamos a ver en qué ranking está. Es como en el boxeo.

—Claro, quedaron los equipos buenos.

—Es comparable a entrar en la curva de la hípica para tomar la recta final. Hay caballos que se quedan sin aliento en ese último esfuerzo.

El funcionario de la FIFA levanta la paleta indicando la salida de Ortega y la gente lo aplaude. El jugador levanta los brazos, se da una vuelta mirando a las tribunas y él mismo aplaude. Entra Javier Calle. Un minuto después sale James y entra Jerson Candelo.

—¿Por qué quitó a los dos armadores?

—Hay que darle juego a otros jugadores de cara a las finales.

La joven junto a “El Cuca” nos indica que Francia metió gol y que le va ganando a Malí por 1 a 0.

—Francia va a clasificar. Y si nos la volvemos a encontrar va a ser a otro precio —dice “El Cuca”.

—¿Es posible que Corea clasifique como mejor tercero? —le pregunto a la joven.

—Sí, pero depende de otros resultados —responde mirando la pantalla de su BlackBerry.

Colombia la toca de forma lateral y empieza a meter el resultado en el congelador.

—¡Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia!

Hay un tiro libre en el costado izquierdo y “El Cole” agita sus alas.

—Ha sido una linda fiesta ¿no “Cuca”?

—Sí, muy agradable, muy cantada, muy sabrosa.

—Es un evento muy importante para el país.

—Claro. Si nos lo propusiéramos seríamos un gran país.

—Bueno, todos tenemos que luchar para que eso sea así.

—El deporte, para mí, constituye uno de los pilares para la formación de una persona. Hay que educar a los niños en torno a la cultura deportiva. Yo por medio del fútbol he podido inculcarles valores.

—Si todos hiciéramos eso sin duda tendríamos un país diferente.

Colombia sigue tocando la bola con calma. La cambia de un lado a otro hasta que la pierde. Quiñones le comete faul a Jung Seung Yong y hay un tiro libre. Kim Young Uk cobra y Bonilla embolsa el balón en su pecho.

“El Cuca” mira la pantalla y le dice a mi tío que faltan diez minutos.

—Bueno, “Cuca”, entonces nos vemos el día de la final.

—Sí, yo me voy a Bucaramanga mañana pero vuelvo para ese partido.

Nos damos un apretón de manos y nos despedimos. Bajan por la tribuna y yo camino hasta donde Barrera y Hoyos.

La gente taconea y se lanza la ola una vez más. Pasa por nuestro sector y levantamos los brazos.

—Colombia está manejando el resultado —le digo a Hoyos.

—Perfecto, los que deben esforzarse son ellos.

Calle hace un taponazo que roza el travesaño.

—¡Uuuuuuuyyyyyyyyy! —grita la gente. Barrera me mira.

Los hinchas levantan los brazos y empiezan a moverse hacia adelante y atrás en sus asientos.

—Lo que sea pero está bueno  —dice Hoyos imitándolos.

“El trencito” detiene la bola con izquierda, hace un freno y le da un taponazo con derecha. El arquero de Corea la controla. Saca largo. Colombia recupera el balón y Calle le pone un globito a Muriel. El delantero pica y por poco le alcanza a llegar.

—Se huele el segundo.

Corea ataca de forma desesperada y Colombia se defiende. Miramos los últimos minutos acompañados por el soplido de las “vuvuzelas” y los golpes de un tambor que un hincha toca algunas filas adelante. Colombia maneja la bola, el árbitro lleva sus manos en dirección a la mitad del terreno y sopla su silbato.

Hoyos levanta sus puños al aire y grita:

—¡Eeeeeeeeeeeee!

Los jugadores de Colombia se dan la mano y se abrazan con mesura. Saben que de ahora en adelante viene el momento de la verdad. Se juntan en el centro del campo, miran hacia oriental y levantan los brazos. La gente los aviva.

—¡Bravo Colombia!

Los coréanos caminan hasta su barra y levantan los brazos. Sus seguidores están en Oriental – Sur – Alta, pero el ruido de sus tambores e instrumentos musicales se alcanza a escuchar. Vuelven al centro del campo, saludan y la gente los aplaude. Hay un ambiente festivo. Los hinchas siguen en sus asientos como si quisieran prolongar el momento dulce para siempre.

—Bueno, se gozó y se ganó —dice Hoyos tomando una foto con su BlackBerry.

—Barrito, ¿cómo te pareció esta fiesta?

—¡Muy del putas! ¡Mundial es mundial!

Vea fotos en www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com

escarabajomayor@gmail.com

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PERFIL
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Mi nombre es Eduardo Bechara Navratilova. Escribo como acto liberador que me ayuda a escapar del mundo, así termine volviendo a él. Me sirve para entender mis propios actos, aunque admito que acabo con más preguntas que respuestas. Tengo defectos despreciables, que dejaré al lector descubrir por si mismo. Detesto los trancones, las modelos y hacer fila en los bancos. Me gusta el fútbol y la rumba, me gusta la gente que persiste. Tengo los títulos de derecho (1999) y literatura (2005) en la Universidad de los Andes. La novia del torero, Editorial La Serpiente Emplumada (2002) y Unos duermen, otros no, Editorial Escarabajo (2006), son mis dos novelas publicadas. No tengo un peso en el banco, pero me he recorrido medio mundo en viajes. El ser humano y su comportamiento son mi tema de fondo.

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