A medida en que regresamos a El Calafate se vuelven a vislumbrar las casas de techos rojos, los caballos pastando sobre las espigas doradas, las ovejas y algunos grupos de guanacos que corren por las praderas. Dentro del pueblo hay casas de madera con techos de zinc, ñires con sus cuerpos abultados, pinos y viviendas de concreto que dan hacia un lago de resplandores. Terminamos de recorrer las últimas cuadras y el bus estaciona en la terminal.
Me despido de Juliana y Ricardo, les deseo un buen viaje a Ushuaia, bajo a la San Martín, le tomo algunas fotos a las fachadas coloridas y me concentro en mi labor de buscar poetas. Boutique del libro, un local de frente amarillo con los bordes de las vitrinas pintados de naranja, podría ser el punto inicial de la investigación. Para esta hora de la tarde cierra sus puertas. Sigo adelante hasta un café que atiende a sus invitados sobre la acera. Se ubica a la entrada de una galería con locales de madera edificados con techos vivos. Aparte de ser un lugar colorido, concurrido y pintoresco, lleva el nombre de Bórges & Álvarez Libros Bar. El segundo piso es una librería en la que hay un afiche de Julio Cortázar con su infaltable cigarrillo sostenido en los labios. Me siento frente a un ventanal que da a la calle, pido un tostado y me conecto a Internet. De cuando en cuando le doy vistazos a un par de jóvenes que toman cerveza abajo en una mesa. Otras pasan comiendo helados. La gente disfruta el día soleado en compañía de sus familias. Termino de enviar mensajes y le pregunto a Mauricio, el mesero, si conoce algún poeta de la ciudad.
—No, pero puedo llamar a mi jefe a ver qué dice.
Al poco tiempo regresa y me sugiere ir a un local de artesanías que queda al lado de un vivero pasando Casimiro. Recorro la cuadra y media. Entro a un lugar llamado Casa de Jorge Echavarría y le pregunto al tendero si conoce poetas. Me muestra un estante en el que están los libros de Mario Echavarría Valeta. Me concentro en uno llamado “Ocurrencias”. De la sección “Alegría”.
“1”
“La alegría de encontrar una moneda, es superior al valor de ella”.
“3”
“La alegría del egoísmo no puede durar mucho”.
“5”
“Avanza sin pisar a los demás, y llegarás con la frente en alto y las manos limpias”.
“7”
“Cuanto más hagas hoy, más podrás avanzar mañana”.
De la sección de “Actitud”.
“23”
“No siempre una misma actitud tiene el mismo significado: el perro mueve la cola demostrando alegría, en cambio el gato, cuando está enojado”.
—Disculpa, aparte de Mario hay algún otro poeta.
—Él es el escritor de la región.
—¿Es el único?
—El único auténtico. Desciende de los nativos originarios. Hay otros que han venido de afuera y nos han invadido el pueblo. Han traído su caos y lo han cambiado todo. Él es el único que importa —dice con cierta hosquedad.
—Eso está muy bien, aunque no quiere decir que los otros no existan. ¿Sabes dónde los podría encontrar?
—Yo con vos no hablo más. A mí los que vienen a invadir la Patagonia no me interesan.
Es un hombre de un poco más de cincuenta, con la piel curtida y rostro aguileño. Pienso en responderle algo y reflexiono en la inutilidad. El fanatismo es fanatismo en todas sus manifestaciones.
Un señor entrado en años, de rostro amable y algo enjuto ingresa con una caja en las manos. Caigo en cuenta de que se trata del propio Mario. Le comento acerca del proyecto y me cuenta que uno de los buenos poetas, Carlos Sacamata, murió hace poco.
—Me tocó la triste tarea de llevarlo hasta Chubut. Era tehuelche. Nieto del famoso cacique Juan Sacamata. Hay otros poetas por ahí, incluso algunas mujeres, aunque no me atrevería a catalogarlos como buenos o malos.
—¿Conoces a Mario Petroff?
—Sí, pero se enfermó. Ya no vive acá. Me contaron que lo habían encontrado deambulando por las calles. Estaba perdido con un problema de memoria. Lo enviaron a Río Gallegos y de ahí a Buenos Aires.
—¿Conoces a José Ángel Amarilla?
—Sí, está en la guía.
Entra al depósito y me da un libro de escritores de Santa Cruz.
—¿Son todos publicados?
—Sí.
—¿Hay inéditos?
—Siempre hay poetas inéditos en todos lados. Este hombre Amarilla ha publicado otros libros, pero no poesía. Mi primo, Horacio Echavarría ha escrito poesía gauchesca. Tampoco ha publicado. Hay un muchacho llamado Américo Malandaín, aunque no sé dónde vive. Como esto es una ciudad y antes era un pueblito donde nos conocíamos todos. Hay un grupo de mujeres llamado Manantial. Tampoco han publicado nada.
Hablamos de algunas otras cosas y me cuenta que Sacamata murió de un cáncer galopante.
—Sintió un dolor en el brazo, le diagnosticaron un tumor en el pecho y se fue. Es una pena porque a una persona como él uno la siente mucho.
Le tomo una foto de perfil en la que sale con su narigota.
—Es muy grande.
—La mía no se queda atrás —respondo.
—A esta le pegaron muchos puños. De joven boxeaba. Mirá, es solo cartílago —se la mueve con el dedo.
—Me gustó mucho “Ocurrencias” —cambio de tema.
—Viste, yo lo escribo con una tónica seria, pero le meto humor, así como habla uno. Es un libro de aforismos. Hay algunas frases que no se pueden poner, sobre todo cuando se trata de religión y política. Dos temas espinosos. No creo en ninguna religión. Siempre busco el origen de las cosas. La religión llega a conclusiones que no puede comprobar.
Me pasa un libro suyo de vocabulario común de Tehuelche – Castellano. En la primera página está la palabra “Aivé”: Prostituta. “Aish” significa: Hablar. Busco la palabra escribir: “Jajen – Maten”. Poeta, no aparece.
—Esa palabra no está en su léxico —explica Mario—. Cuando hice la traducción del himno tuve que poner algo diferente a los laureles ya que no los conocen.
—De forma que no conocían el concepto de poeta.
—Sin embargo se conocen poesías y cantos en lengua tehuelche.
Busco algunos de sus aforismos de amor en “Amor doscientas veces”.
“(1)”
“En el amor siempre hay algo más que decir y algo que no se dijo”.
“(3)”
“El amor como el cristal, se rompe solo una vez”.
—Qué cierto es eso —le digo.
Sonríe.
—Tengo otra que dice: “El amor es como el dinero. No está cuando hace falta y aparece cuando menos lo esperamos”.
El “(5)” dice:
“Una herida de amor duele más que la de un cuchillo”.
—¿Tienes correo electrónico?
—Tenía pero lo abandoné. Siempre estoy en el campo. Voy y vengo. Así me evito estar esclavizado. Es una gran ayuda, pero a mi forma de vida no le sirve.
Me regala una copia de “Ocurrencias” y nos despedimos con un fuerte apretón de manos.
—Hasta luego, señor —le digo al tendero.
—Adiós —refunfuña.
Camino hasta la Boutique del libro. Mónica, su propietaria, me da “Mundo literario”, otra antología de poetas santacruseños.
—Aquí hay un taller literario, aunque no sé si se reúnen en estas fechas de fiestas.
A través de la antología llegamos al nombre de la escritora María Elena Biccio, la única del libro que vive en El Calafate.
—Creo que era en su casa que se reunía el taller.
Mónica hace una llamada. El hijo de la autora le da el celular. Mónica lo marca, habla con ella y me la pasa. Le explico el proyecto y dice que pasa por la librería. A los veinte minutos llega. Caminamos al fondo y nos sentamos en unos asientos de colores dispuestos en la sección de los niños. Me da “El libro de los talleres” en el que aparece “Tronco araucario”, un poema de María Josefina Bussi.
—Carmen Regina Fink y Ana María Secretín también escriben poesía.
—¿Estas mujeres pertenecen a Manantial?
—Sí. También hay una jovencita llamada Sol Betina. En otro taller está Rosa Esquivel. A José Ángel Amarilla ya te lo deben haber mencionado.
—Sí, más de una persona.
Quedamos en que María Elena hace la convocatoria para mañana a las cinco en Bórges & Álvarez. Me regala su libro de cuentos “El tiempo en un bolso” de Editorial Dunken y le doy una copia de “Unos duermen, otros no”.
—Qué extraño, che. Yo había oído hablar de este libro.
—¿En serio? ¿Dónde?
—En un programa de radio. Eso creo.
Nos despedimos y Mónica me muestra “Se desanuda la lengua”, un libro de poesía erótica de Griselda Roces.
Me indica dónde la puedo ubicar, le agradezco mucho y salgo. Me como unas empanadas en un restaurante y bajo al Camping de dos Pinos. Los coreanos se han ido. Un argentino de mediana edad llamado Daniel me saluda con timidez. Dice que está de vacaciones. Abro el libro de aforismos, refranes, dichos y humor, recuesto la cabeza en la almohada y leo algunas de las ocurrencias de Mario como la “(4)”, dispuesta en la sección “Avanzar y mirar”.
“Siempre mira adelante y verás salir el sol”.
La “(10)” pertenece a la sección “Agradecidos”.
“No esperes que vengan a agradecerte, de todas maneras estarán agradecidos”.
De “Aprender” destaco la “(31)”.
“El hombre ha logrado dominar los elementos, pero aún no logra dominarse a sí mismo”.
¿Qué tal el “(32)” de “Armas”?
“Las armas no convencen, obligan”.
Y de “Amor”, una vez más, el “(42)”.
“Un amor sin respuesta es medio amor”.
“(43)”
“En la lucha entre el amor y el poder tiene más posibilidad el amor, pues tiene más poder”.
“(44)”
“Cuando un falso amor nos acosa, cuidemos el bolsillo”.
Esta perfecta para los “gringos” que vienen a Latinoamérica por un amor verdadero… Aunque nadie está exento de ello.
“(45)”
“Que tu sueño de amor no sea solo un sueño”.
Hay que abrirse a vivirlo con su hermosura y esclavitud…
“(50)”
“Para entender al amor hay que vivirlo”.
Dejarse embriagar y luego quemarse con su ardor…
“(55)”
“El amor es hermoso, pero peligroso”.
Y no es que sea una rima…
“(56)”
“De cada mujer que amé guardo en el alma un tesoro”.
Muy pero muy cierto. Me gusta pensar que soy uno de esos seres de ciencia ficción que van acumulando la energía de la gente con la que se relaciona. Por eso tengo corazón de jirafa, como el “Mochi”.
“(57)”
“Solo mi alma conoce el secreto de mis amores”.
Y de los temores, y de las maldades… Nietzsche estaría en desacuerdo con el concepto de “alma”…
El aparte de “Calumnias y chismes” comienza con el “(97)”.
“Nunca le creas al que comienza diciendo: “A mí me dijeron…”.
Por donde se le mire el libro tiene sabiduría profunda. Qué tal está ocurrencia de la sección “Mentira”.
“(690)”
“La mentira es el pasaporte a la delincuencia”.
Pregúntenle a los griegos de dónde nació el artilugio del caballo de Troya.
“(695)”.
“Decir la verdad no cuesta nada, lo difícil es mentir para que parezca verdad”.
Recuerdo a un amor que lo hacía muy bien…
“(696)”.
“La verdad es única, la mentira es múltiple”.
Y sus raíces se van profundizando…
“(697)”
“Di la verdad y duerme tranquilo, la mentira trae insomnio”.
Papá siempre nos inculcó decir la verdad, por encima de cualquier cosa.
“(698)”
“La mentira piadosa es un consuelo efímero, en cambio la verdad es única y eterna”.
Así digan ahora que el pasado se puede cambiar…
“(699)”
“Mentir es fácil, lo difícil es mantener la mentira”.
El mentiroso es obstinado. Incluso luego de haber sido expuesto.
“(700)”
“Una mentira es una boca abierta; la verdad, una cicatriz”.
Esta frase es un poema.
“(701)”
“Quien miente una vez, se condena a seguir mintiendo siempre”.
Y siempre es mucho tiempo. La mentira por lo general sale a flote más temprano que tarde. Es un cadáver maloliente. El mentiroso queda sin esa máscara que cubre su rostro verdadero.
Un par de israelitas entran al cuarto con sus mochilas y se acomodan en las dos camas de arriba. Sus movimientos precisos y la agilidad con la que se trepan a los catres dan cuenta que acaban de salir del ejército.
—¿Hace cuánto los desincorporaron?
—Dos meses.
Daniel intenta armar conversación y le termino contando acerca del proyecto. Su postura de hombros encogidos, la voz fina y la forma en que se expresa denota su personalidad retraída. Cepillo mis dientes y me acuesto. Desde lejos llega la música del grupo No te va a gustar. Voy cerrando los ojos y me quedo dormido.
Al día siguiente desayuno con algunas frutas y vuelvo al cuarto. Daniel ojea “El moderno Kama Sutra”.
—Tengo una novia y me gusta la experimentación —admite—. Nunca he sabido mucho de sexo y ahora quiero recuperar el tiempo. ¿Lo querés mirar?
Me pasa el libro de tapa dura. Aparte de algunas fotos sutiles me llama la atención un aparte que analiza el tamaño de los genitales: “El Kama Sutra divide a los hombres en tres tipos según el tamaño del pene. 1. La liebre. (Pequeño). 2. El toro. (Mediano), y; 3. El caballo. (Grande). Del mismo modo hay tres tipos de mujer: La sierva, la yegua y la elefanta, dependiendo de la profundidad de la vagina. Esto significa que hay nueve tipos distintos de unión, según las dimensiones, pero solo tres de ellas en las que los amantes encajan a la perfección. Obviamente la posibilidad menos satisfactoria es la de un hombre liebre con una mujer elefanta, pero un hombre caballo con una mujer sierva tampoco es ideal…”.
Me termino de alistar y subo por la 9 de julio. Remonto las escaleras hasta la terminal, camino un par de cuadras y entro a la Casa de la cultura. Pregunto por Luis Ibarra Filemón. Subo a la biblioteca y encuentro su lugar de trabajo. Está reunido con Mario Echavarría quien me sonríe, comenta que el mejor poeta de Santa Cruz era Héctor Rodolfo Peña y se despide de manera apurada.
—Petroff tuvo un problema de amnesia. Lo encontraron vagando por la calle. Llamé a su última pareja y ella se lo llevó a Río Gallegos —comenta Luis—. Allá había un grupo llamado Letras del viento. No sé si seguirá funcionando. Publicaron dos antologías. Varios de los poetas se fueron. En El Chaltén está Wenseslao Bernard, aunque no sé si es poeta.
Le agradezco por su ayuda y me despido. Bajo al camping, me preparo unos espaguetis y los como frente a Macarena, una joven chilena de Puerto Natales, que me cuenta que vino a ver el concierto de Miranda. Sus ojos verdes y nalgas delineadas bajo el algodón de sus pescadores, desconcentran la escritura del cuaderno de viaje. Entro a Internet y busco a Héctor Rodolfo Peña en Google. Una bibliografía indica que nació en Río Gallegos el 4 de agosto de 1938, fue el hijo de un par de familias pioneras españolas y un destacado cuentista, novelista, poeta y periodista con tres poemarios publicados. “Poemas bajo cero” 1974, “Fuego del sur”, 1977 y “La flecha cautiva”, 1981. En un blog llamado Premio Coirón Huecú de poesía tóxica me encuentro con “Quiero”:
“Quiero que el mundo sepa que te quiero
con un collar de espumas en tu cintura
y con la frase rota entre los labios
por mi beso
y tu beso
Quiero también que el mundo
comprenda que este amor no es pasajero
que viene con la aurora y con la sangre
con la tierra y el viento
Y se ha clavado en mí por el milagro
de tus ojos eternos”
Checheta de Erqueaga, quien quiera que sea, escribe lo siguiente al respecto: “¿No parece un poema de los que salen en los chocolates Dos Corazones? ¡Haaa! ¿Qué tiernito no? Digo, ¿este señor Peña no era uno de los más destacados poetas y novelistas de Santa Cruz? Y bueno, al más pintado se le escapa la liebre, como decimos por aquí por los campos de Talagapa… es una demostración de que ni un artista consagrado como Peña puede evitar caer en el lugar común, como un adolescente más, ¿o será que estaba en ese entonces, buscando suerte como compositor de boleros? Hay que decir que tiene algunas imágenes donde el talento que lo ha colocado entre los mejores escritores de la Patagonia parece querer aparecer (el caso del tercer verso, primera estrofa) queda tristemente oscurecida por el estereotipo de frase chonga que lo continúa… en fin, don Héctor, no es que no lo respetemos ni respetemos su memoria, es que… bueno, este poema es malo, y estoy segura que usted estaría de acuerdo con nosotros, se le chispoteó en el libro, ok… marche un tóxico de amor más…”.
Intento buscar algún otro poema para darle el beneficio de la duda. No encuentro ninguno en Internet.
Macarena me da el contacto de Tommy Hartung, un amigo que vive en Santiago y es poeta inédito. Vuelvo al cuaderno de viaje hasta que se va haciendo la hora y subo a Bórges & Álvarez Libros Bar. Me siento en la misma mesa del ventanal que da a la calle. Malena llega a la cita con Ana María Ségretin y Regina Fink. Las tres son mujeres maduras. Luego llega un periodista llamado Fernando Goyanes. La explicación del proyecto nos lleva a hablar de Petroff.
—La amnesia me parece terrible. Es como si caminaras con la cabeza en blanco —dice Malena.
—Como un zombi —comento.
—Es dar vuelta a la página —añade Ana María.
—Más que eso es borrarla —la corrige Fernando.
Quedo en reunirme con él mañana a las once aquí mismo. Sale por la puerta con sus dos hijos y le pido a Regina que nos lea un poema. Se pone un poco colorada, pestañea y abre su computador. Luego de un tiempo encuentra “Aquel día” en sus archivos desordenados.
“Aquel día que no me miraste tierno, había miles de ojos de fuego en el cielo.
Más allá. Ondulando en tus pupilas, nubes fieras…, después un silencio.
Hasta aquí mis dulces recuerdos; mis manos tibias, llenas… Hasta aquí.
Solo fue un instante. Todo se disipo. No fue. También hubo tiempo, hubo horas y no llegaste… ¡pobre terco!
Un suspiro dejo todo; un suspiro fue entre el mar y las rocas.
Aquel día se fue solo sin aliento.
Era fin de invierno y asomaban los lirios.
Tú allí mudo, parado, ni una flor, solo una rama seca.
Aquel día mire el cielo. La tormenta avanzaba, mire los brotes de los cerezos y espere paciente la primavera”.
El vozarrón de un mago que hace un truco de cartas en la mesa contigua, nos obliga a movernos hacia otro sector del café. Regina me mira con ojos expectantes.
—Lee otro —pido.
Escoge “Otoño”.
“Llueve azafrán
en abril la alameda.
Serpentea el humo
de madrugones leños.
En éxtasis el alba
ve fugar a las estrellas.
Mi otoño huele a
humo de hojas secas.
Y llueve azafrán
en abril la alameda”.
Levanta los ojos de la pantalla. Necesita una opinión de forma desesperada.
—Lee otro.
Esta vez selecciona “El viento llora”.
“A la hora del té
del Mister;
Lejos, al sur,
en las tierras de sus ovejas;
La masacre se cumple
arrancando almas
que buscan dignidad.
El viento testigo solloza
por los galpones vacíos.
Eterno ocaso en un puesto.
Una mujer, un hijo esperan.
Frío invierno, azul invierno,
fría espera…
Lívida fosa al costado
de un sendero de ovejas.
El viento testigo llora
a la hora del té del Mister”.
—¿Qué decís?
Malena y Ana María también necesitan una respuesta.
—¿Tienes otro?
—Danos una opinión, che.
—Me gustan. Son muy visuales, tienen color, imágenes y música.
—¿En serio me lo decís?
—Sí. ¿Tienes otro?
—“Versos de café”.
“En un bar, la luna
se perdió en un
laberinto de humo
hasta el amanecer.
Una rosa deshojó
sus pétalos sin tristeza.
Una caricia suspiró azahares.
No encontré mis zapatos
sueltos sobre el piso de madera.
Huyó el tiempo a tiempo que lloró
su despertar, sin la luna,
sin la rosa, sin mis zapatos,
sólo, unos versos”.
—Tiene ritmo, una resolución que termina en el poema mismo. Estamos descubriendo una poeta. Ahora, el título es un lugar común. ¿Cuántos “Versos de café” no se han escrito? La identidad entre la poesía, el cigarrillo y el café, está más que trillada. Sugeriría cambiar el título por algo que condense la esencia del poema. Una sola palabra… Dame tu correo.
—No tengo.
—¿Cómo me vas a hacer llegar los poemas?
Malena se compromete a enviarlos.
—¿Tienes poemas tuyos aquí?
—No pensé que tuviéramos que traerlos —responde Ana María.
También queda en enviarlos por correo. Patricio Corominas, el librero de Boutique del libro llega a la mesa y lo invitamos a unirse. Malena comenta que en el taller literario decidieron enviar cuentos a la página de la editorial Dunken y el de Regina salió preseleccionado.
—Me llamaron por teléfono para incluirlo y para que Regina enviara otro, pero ella estaba de vacaciones y no la pudimos ubicar. Por eso no pudo participar en la instancia final —comenta.
Nos tomamos unas fotos contra una pared de madera en la que hay colgados avisos del whisky Jack Daniel´s, J & B y otros licores, nos despedimos y me quedo con Patricio. Sus poemas aún están verdes. Le hago un poco de taller, mostrando la forma en que podrían funcionar mejor.
—No te vas a desanimar —le pido—. Cuando tenía tu edad mis poemas eran malísimos. Es cuestión de irlos trabajando. Sería buena idea que hicieras el taller con el grupo Manantial.
Nos despedimos, saco el mapa, bajo por la 9 de Julio y camino por Gobernador Gregores. Un viejo Renault 4 blanco como el que mis papás tenían en los setentas, está parqueado junto a la acera con sus latas pintadas con arabescos. Una cuadra después ubico un aviso de madera que identifica a Kau Kaleshen. Un menú dispuesto en un cajón de madera debidamente iluminado, resguardado por un vidrio y protegido por un techo triangular que imita el propio tejado de la hospedería, ofrece delicias pasteleras. Cruzo la reja de madera y abro la puerta vidriada. En la recepción pregunto por Griselda Roces.
—Soy yo —dice una mujer de pelo claro y ojos negros.
A pesar de irse alejando de la juventud, en sus trazos se conserva la belleza de forma intacta. Le pide a su pareja que se encargué de la recepción, cruzamos un dintel y nos sentamos en una sala de té, donde una joven de trenzas prepara un expreso de forma ruidosa. Las paredes ocres, con cucharas de palo dispuestas como artículos decorativos y el tono de luz bajo, le dan al ambiente un sensación de tranquilidad que se rompe una vez más con los sonidos que la joven genera con la cafetera.
—¿Qué quiere decir Kau Kaleshen?
—Casa del sol en tehuelche.
Me comenta que vive entre Buenos Aires y El Calafate, le gusta mucho la región ya que la naturaleza es preciosa, aunque las personas son muy cerradas.
—Aquí llaman “N & C” a los nacidos y criados en la Patagonia. Decirlo es una especie de orgullo. A los venidos y quedados los denominan: “V & Q”. Siempre han tenido la sensación de que los vinieron a ocupar.
—Sí me di cuenta.
Me regala una copia de su libro “Se desanuda la lengua”, impreso por Araucaria Editora en Buenos Aires, me muestra algunos de los dibujos a tinta y acuarela que ella misma pintó y acompañan el poemario, se ubica al frente de un óleo en el que está el busto de una mujer de risos dorados que lee un libro mágico del que una especie de humanoide intenta salir. Cruza los brazos y tomo la foto. Sacamos una de los dos en la que exhibe su sonrisa espontanea. Termino mi té verde, nos despedimos y salgo.
El frío ha bajado. Voy hasta la terminal, compro el pasaje a El Chaltén para mañana a las cuatro, vuelvo al restaurante del día anterior, me como un plato de raviolis y camino al Camping de dos Pinos. Daniel está sentado al filo de su cama. Pareciera que nunca se mueve de ahí.
—Los chicos israelitas se fueron con la llave del dormi —se queja.
—Debieron hacerlo sin culpa —presumo.
Me cepillo los dientes, me recuesto, abro el libro de Griselda y comienzo con el poemario “Huele”.
“Entre ellas se deshojan
succionan
el turgente néctar.
Desparraman aromas
en la puerta prohibida
salvándose de la amnesia.
Bocas de dragón
dueñas
de corola fatal
se atraen
soberanas.
De día se repliegan sigilosas
de noche se abren
en temerarios labios
fecundas
hembras de síndrome floral”.
Me hace pensar en “Flores del mal”…
“Obsesión”
“Le adivina magnolias
entre las piernas
y olvida
alguna especie vegetal
devoradora
de toda certeza
que lo rinde reverente
a esa boca de tormenta”.
Entre unas piernas he visto arcoíris que nacen en días de sol y lluvia.
“Esferas”
“Ella se enciende.
Luciérnagas de boca escarlata.
Él mira desconcertado
el hilo dental que yace en un moño,
fruto rosado
el glúteo desnudo. Manjar
anticipado.
Tiemblan las papilas
se eriza por el surco
al hemisferio boreal
orillando el trópico con la lengua,
el alma con la lengua.
Perfume carnal
que lo empalaga
y tórrido
le destroza la boca”.
Tiene violencia en ese “destroza la boca”. Hermosa imagen esa de las “Luciérnagas de boca escarlata…”, aunque no sé cómo es que se puede orillar un alma con una lengua… Ni siquiera lo imagino si es que el alma existiera…
“Abajo”
“Yo
al borde
de mi escaso vestido
asoma el muslo
que pide tibio
ahí
donde mi carne tiene otro sabor
hay olor a algo de fruta
algo de hiel
aquí no alcanzan las palabras
hay apenas que clavar
soltar apenas
meterte en mí
como en otro de tus asuntos”.
Sí, de forma sutil… Puedo incluso imaginar ese olor característico, degustarlo: Me sabe a proteínas, aminoácidos. Me sabe al centro de una cereza sin la semilla…
“Siesta”
“Carne mareada
crepita en el ombligo
e insiste en abrir la boca
de mullida felpa
húmeda.”
Ha de ser porque todo entra por la boca. Por la boca entra la vida y por la boca muere el pez.
De la sección “Toca” me encuentro con “Excusa”.
“La tarde nos entrega su hendidura,
sin piedad la penetramos”.
Penetrar es una palabra dura. Ese dicho de un cuerpo que se introduce en otro o pasa a través de él siempre apareja algo de violencia.
“Consumación”
“Hay un tardío desvanecer
y mis nalgas de ciruela
reclaman.
Tu boca entre mis piernas
Mordedura
De beso que destella.
-Ya solo sé vivir desnuda-
Hundes en la penumbra
tu desparpajo.
Muda grito
Y separas mis muslos
Con tu filoso despertar. Me abres”.
Abrir, con un gemido en la boca. Un grito que se repite en cada jadeo, cada movimiento agresivo que queda sobre la piel o las teclas. Y la tarde se va consumiendo sin afán…
“Abarcar”
“Apoyas tu falo
en un atajo que arde.
Mi humanidad hecha trizas
vestigios de catástrofes.
Hay astillas de mí en todas partes.”
Consecuencia de esa ruptura, ese penetrar que genera ardor, el riesgo que trae poner los sentimientos en el tren que acelera un maquinista ciego.
“Relieves”
“No respiraré
mientras despliegas tu sexo.
Hábil escultor que con el cincel
Talla con pasión
los vestigios de su memoria.
Esta noche estaré solo de barro.
Usa tus manos.”
De los riesgos que se corren al escribir erotismo. No es gratuito que la mayoría de los grandes autores jamás lo hagan. Que alguien me explique cómo se despliega un sexo. “Desplegar” debería estar dentro del diccionario de verbos “apoéticos”.
De “Mira”.
“Urgencia”
“Mira conmovido
el tatuaje de flores que adorna
su cintura. Escondido obsequio
de tinte carnal.
La ve respirar en la colina del vientre
que multiplica margaritas.
Ansiada contracción
licencia para arrancar.
La deshojaré –murmura-
y decidido
mete su dedo
en el candente centro.”
“Deshojar” y “meter su dedo en el candente centro” se incluyen dentro del diccionario de verbos “apoéticos”…
Espere nuevas crónicas y fragmentos del cuaderno de viaje “En busca de poetas”.
Para mayor información visite la página: www.enbuscadepoetas.com
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Lea crónicas anteriores en:
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