Al “Tigre” Falcao García, que habita en todos nosotros como reflejo…
Tigre,
rugías dentro del campo
como animal de colmillos
filudos,
y piel de rayas
que habías ganado con victorias…
El balón era tu amigo,
lo conducías con suavidad,
le dabas toques precisos,
pateabas,
cabeceabas,
y ponías a dormir
con caricias.
En tu mente anticipabas
goles,
entrabas a ganar,
tu hambre era voraz
y todos lo sabían.
Los defensas temían por tu avidez,
la capacidad de poner la bola
donde ponías el ojo,
penetrar el arco de tus rivales,
cosechar victorias
y sumarlas a tu nombre…
Eras el que los niños emulaban,
al que los poetas le cantaron,
el ídolo de una nación
que le apuesta su grandeza al fútbol…
Todo en ti era victoria,
tú mirada resplandecía
y cargabas la altivez
del que sabe ganar…
Dentro del campo,
Tigre,
eras como Alex,
ese cultor de “ultraviolencia”
cuya voracidad no tiene límites
en “La naranja mecánica”…
Tú metías goles,
él bebía su leche-plus con velocet
y golpeaba, violaba y mataba
hombres, mujeres y ancianos…
Tenían en común,
esa capacidad de ser insaciables,
ver al mundo como escenario
de un reinado eterno…
Soner Ertek,
el profesor de geografía,
te reventó la rodilla
y tu vida cambió por completo.
Intentaste salir del limbo
con esas garras puntudas que aún
pertenecían a ese que habías sido:
el reflejo de un hombre que rugía…
El Mónaco
te abrió los brazos.
Querías más;
estabas acostumbrado a ser ese
temido por todos…
Te fuiste al Manchester United
y encontraste a Van Gaal,
holandés, famoso
por castrar talentos.
Desde el principio te trató de “estrellita”.
Dijo que le gustaban los cracks
que en realidad son cracks,
no esos que creen serlo…
Eso afectó tu autoestima…
Te puso poco de titular,
te sentó en la banca junto a él
y miró cómo empezabas
a morderte las garras…
Indicó que no estabas en forma,
te mandó a jugar en Segunda
y poco a poco te enseñó
una lección de humildad.
Vio cómo terminabas
de comer tus uñas
de raíz,
hasta dejar tus dedos ñucos…
Quedaste como tigre sin garras,
sin zarpazo,
sin agarre,
sin mordida,
un tigre de juguete
y mirada alicaída…
Te diste cuenta que
los hombres no viven de su pasado,
el presente es y será siempre
esa vara con la que te mide el mundo…
A Alex,
sus drugos le tendieron una trampa,
lo agarró la policía
y fue expuesto al tratamiento Ludovico,
en el que curaron sus ansias de violencia
con violencia.
Escucha “La novena” de Ludwig Van
y se revuelca en el piso
herido por la punzada de violencia
que el mismo infringió…
Como uno de los perros de Pávlov
que salivan al asociar el campaneo
con la hora de comer,
Alex asocia la sinfonía con enfermedad…
Tú, Tigre, asocias un partido
a esos momentos en que
devoraste tus uñas…
Un mal jefe tara a su empleado,
un mal profesor a su alumno,
un mal papá a su hijo,
un mal entrenador a sus jugadores…
Hay hombres que destruyen estrellas,
otros que hacen de un hombre común
alguien que brilla en medio de la noche.
Pékerman se la jugó por ti,
apostó una, dos, tres veces al rojo,
nos dijo a todos:
Falcao puede caminar sobre sus propios pasos,
recordar al que ha sido
ese que hacía magia con los pies.
Grité desde la tribuna en Temuco,
lo acepto, Tigre,
el nombre de Jackson…
¡Jackson! ¡Jackson! ¡Jackson!
Todos pedíamos el cambio:
entras al campo derrotado,
piensas tres veces la jugaba,
perdiste el brío,
careces de chispa, velocidad, sorpresa,
no repentizas un pase,
juegas con la cabeza gacha
y parece que corrieras con culpa…
Van Gaal te hirió en el corazón.
Demostró que es posible minar
la psicología de una gloria…
Tendrían que darle
una medalla por villano,
pero tú, Tigre, tú,
aun puedes enfrentar tu miedo
seguir el camino de ladrillos amarillos
y como el león de “El mago de Oz”
encontrar detrás de tu mirada
al que brillaba como estrella.
Desmiente a Van Gaal,
demuéstrale que
un villano es un villano
y un tigre un tigre
que renace como Fénix
y vuelve a volar
en cada uno de sus pasos…
Eduardo Bechara Navratilova