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El segundo
debate en la carrera presidencial por los Estados Unidos fue ganado
por Barack Obama. Las encuestas lo favorecen, pero ¿puede decirse que
ya es el ganador?
 

El debate al
estilo «town hall», es decir, con la intervención de personas seleccionadas
en el público, mostró a un McCain cansado y a un Obama conciente de
que su campaña se fortalece día a día.
 

Como en el
primer debate, Obama insistió en asociar a McCain con George W. Bush,
hizo énfasis en la importancia de tener un plan de energía renovable,
y dejó claro que la crisis económica es un resultado directo de las
políticas del gobierno de Bush y el despilfarro de dinero que ha generado
la guerra en Irak.
 

McCain quiso
tomar distancia de Bush, insistiendo en que una cosa son las políticas
que él plantea y otras las del gobierno actual. Explicó el riesgo
de elevar los impuestos en tiempo de crisis, alertó sobre el efecto
dominó en pérdida de empleos que puede causar la quiebra de las pequeñas
empresas, y volvió a insistir en que Obama no es la alternativa ya
que los problemas de economía y seguridad social son tan inminentes
que no hay tiempo para aprender sobre la marcha.
 

Aunque se lanzaron
algunos puños se hicieron pasito. Ninguno arriesgó ni propuso nada
novedoso. Hubo algunos ataques directos, sobre todo cuando McCain acusó
a Obama de tener la boca grande y telegrafiar sus golpes al decir que
va a entrar a Pakistán por Osama Bin Laden, pero Obama respondió diciendo
que esa crítica viene de un hombre que dijo en su momento: «Bang,
Bang, Bang Irak».
 

El talento
de gran orador de Obama está empezando a dar resultados. Tiene gracia,
energía, es histriónico, actúa con naturalidad, sonríe con frescura,
es zagas, mantiene contacto con los ojos y adquiere posturas elegantes
y finas cuando se dirige al público o se sienta a escuchar a su adversario
con atención. McCain jamás mira a Obama.
 

A McCain se
le ve cansino. Parece como si la carrera presidencial ya empezara a
desgastarlo. La forma en que se dirige al público no es sutil y repite
de forma insistente que es el mejor candidato por ser un héroe de guerra
y tener más experiencia en el senado, cosa que ya parece un disco rayado.
Queda la impresión de que trata al público de imbécil, pues a un
público inteligente no hay que repetirle la misma cosa tantas veces.
Incluso dijo: «Tienen que mirar la hoja de vida de Obama y de McCain».
 

El lastre de
haber elegido a la Palin como vicepresidente parece estarlo hundiendo.
Su designación, que pareció una jugada maestra en la convención del
Partido Republicano, se le ha devuelto como un boomerang que quiere
decapitarlo. La grave crisis financiera que repercute en el mundo entero,
es asociada a las políticas de George W. Bush, su gran amigo.
 

Obama ha sabido
respetar a McCain y ser cauto mientras que McCain todavía tiende a
subestimar a Obama, gran error. Es evidente que Obama le desagrada,
sobre todo porque puede pasar a la historia como el primer candidato
blanco que pierde contra un negro. Se refirió a él como «ese»,
en inglés «that one», algo que genera una mala impresión. Se fue
sin darle la mano tan pronto como se acabó el debate, mientras que
Omaba se quedó hablando con el público por más de veinte minutos,
demostrando por qué es un abanderado de la gente.
 

La carrera
presidencial que hace menos de un mes estaba muy cerrada se ha ido desequilibrando
a favor de Obama, quien ha ido de atrás para adelante y ahora puntea
las encuestas por 7 o 8 puntos porcentuales. El candidato demócrata
es muy popular entre los universitarios, al punto en que hay la mayor
cantidad de jóvenes registrados para votar en la historia del país.
Su campaña parece haber adquirido un momentum que no tiene reversa,
y aunque aún es temprano para que el partido demócrata cante victoria,
es muy difícil que en éste punto la tendencia cambie de bando. Tendría
que ocurrir algo trascendental en las tres semanas que faltan para el
cuatro de noviembre.
 

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