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Es indudable que Colombia ha venido dando pasos significativos en el ámbito cultural y apunta a volverse uno de los países latinoamericanos más relevantes en lo referente a libros y literatura. El pasado Hay Festival en el que se congregaron importantes nombres literarios nacionales e internacionales como Giovanni Quessep, Laura Restrepo, Fernando Vallejo, Salman Rushdie y Junot Díaz entre otros, dan muestra del interés que existe por parte de escritores renombrados de asistir a un evento que se ha ido posicionando como uno de los grandes encuentros en la región. La misma feria del libro de Bogotá con el paso de los años se ha ido posesionando como una de las más importantes de América Latina. En Colombia existen revistas literarias de renombre y otras más pequeñas, que hacen esfuerzos significativos por sobrevivir e impulsar la cultura hacia delante. Escritores cuyas obras hacen parte del canon de la literatura universal han nacido en nuestra tierra, y una nueva horda de escritores jóvenes ha proliferado en las últimas décadas.

En mi viaje del 2007 por Paraguay, Uruguay, Argentina y Brasil, pude constatar que hay un profundo respeto por Colombia no sólo como país que produce grandes escritores, sino como emporio editorial. Colombia es uno de los países en donde más libros se imprimen anualmente a nivel latinoamericano. Incluso en los Estados Unidos, que se precia de tener una industria editorial amplia, y en donde cada semestre se inauguran cientos de maestrías o talleres universitarios de escritura creativa, se le da un enorme crédito a Colombia como país generador de literatura importante. Lo mismo se puede decir de Europa.

Todo lo anterior es muy positivo y debe ser objeto de satisfacción para el país. Pero si hiciéramos un análisis más a fondo cabría preguntarse ¿qué tanto se lee en realidad en Colombia y qué tanto acceso tiene un colombiano promedio a los libros?

A mediados de diciembre del 2008 compré en la librería Borders del centro de Filadelfia la novela «The sun also rises», del premio novel norteamericano Ernest Hemingway, a un precio de quince Dólares (US $15.oo). Viajé a Colombia para la navidad y en la librería Biblos de Bogotá compré la novela El amor en los tiempos del cólera, del premio novel colombiano Gabriel García Márquez, a un precio de cuarenta y cuatro mil pesos ($44.000.oo), es decir casi un tercio más cara con relación a la obra de Hemingway que había comprado unos días antes en los Estados Unidos, de acuerdo a la tasa representativa del mercado imperante al 20 de diciembre que era de dos mil ciento sesenta y siete pesos ($2.167.oo) por Dólar (US $1.oo). ¿Cómo explicar que el precio de dos libros similares sea tan disímil?

Si comparamos el ingreso per capita de los colombianos: seis mil setecientos Dólares (US $ 6.700), con el de los norteamericanos: cuarenta y cinco mil ochocientos Dólares (US $45.800), es posible darse cuenta de que la diferencia es aún mayor, en vista de que un norteamericano común tiene una capacidad de compra siete veces mayor a la de un colombiano promedio. Lo anterior suscita las siguientes preguntas. ¿Por qué son tan caros los libros en Colombia? Y ¿Qué tanto afecta éste fenómeno el hábito de lectura en los colombianos?

Siendo Colombia un país productor de papel y existiendo varias empresas que se dedican al negocio de la impresión de libros, no habría por qué pensar que un libro fuera tan costoso. Cuarenta y cuatro mil pesos ($44.000.oo) por El amor en los tiempos del cólera es inadmisible si se tiene en cuenta que el salario mínimo del 2008 estaba en cuatrocientos sesenta y un mil quinientos pesos ($461.500.oo), es decir, prácticamente una décima parte del salario mínimo. La literatura y la impresión de libros se han vuelto un negocio descomedido, claro, esto no es un secreto, éste fenómeno ha ocurrido en todo el mundo y no es de ahora sino de unos buenos años para acá. La literatura dejó de estar en manos de intelectuales, literatos y puristas de la lengua y pasó a estar en manos de comerciantes a quienes lo único que les importa son los números. Las editoriales quieres ganar un mayor margen sobre un libro, así sea uno de esos libros de leer y tirar a la basura, así como las librerías han ido aumentando gradualmente el porcentaje que se ganan en las ventas, sobre todo ahora en que el fenómeno global de las librerías de cadena se impuso en Colombia, y las librerías pequeñas y especializadas donde el librero sabía de libros y de cultos, han ido cerrando sus puertas.

No cabe duda de que lo anterior tiene un impacto negativo. En la medida en que los precios de los libros suban y se mantenga arriba, bajarán los lectores. Es imperativo que la industria considere razones diferentes a las comerciales y sea consciente de que «tienen en sus manos la cultura de un país», o por lo menos una rama muy importante de ella.

Si los impresores bajaran sus precios y las librerías sus porcentajes las editoriales podrían bajar el precio final beneficiando a los millones de colombianos para quienes un libro nuevo es un bien suntuoso, un lujo que pocos se pueden dar.

Si los libros bajan de precios se desestimula la piratería y se fomenta la compra. Las impresoras, editoriales y librerías pueden ganar el mismo dinero o incluso más del que ganan en la actualidad, porque el número de ventas se dispara al volverse el libro un artículo de venta masiva.

Así haya eventos significativos como los del Hay Festival, sigue quedando la sensación de que la literatura es para una ínfima minoría. El debate queda abierto. Invito a los lectores a dar su opinión y ampliar éste artículo con información y datos que sean conducentes.

 

escarabajomayor@gmail.com

 

www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com

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