Al pensar en el cine colombiano muchos compatriotas sólo traen a su memoria acciones violentas, palabras vulgares y algunas de esas escenas que dicen que afectan al país al «vender» una mala imagen de Colombia.  Nunca he entendido esa obsesión de algunas personas por proteger la imagen antes que intentar cambiar la realidad, pero lo cierto es que la idea que asocia al cine colombiano con la violencia tiene bases reales pero parte del prejuicio y del poco conocimiento que, en general, tenemos frente a nuestro cine.

La responsabilidad por esta situación no es sólo de los espectadores, sino también de quienes históricamente han promovido y exhibido cierto tipo de cine colombiano que es el que más se consume porque, en un eterno círculo vicioso, es el que el público conoce.
A pesar del espíritu de la nueva ley de filmación, el cine colombiano no está hecho para vender nuestro país al exterior, si no para contar nuestras historias, aquellas a las que ni la fuerte maquinaria de Hollywood puede tener acceso: Las que tenemos más cercanas.
Durante muchos años se ha hablado de cine colombiano como si fuera un género en sí mismo, aquel que se  aprovecha de la difícil situación del país para vender una imagen llena de sicarios, narcotráfico, malas palabras y folclorismo.  Esta impresión puede estar motivada por películas que han abordado esta temática, pero es injusto caracterizarlo así, ante la cantidad de largometrajes que no tratan estos temas y aquellos que, incluyéndolos, lo hacen de forma estética y con un planteamiento más allá de la denominada «pornomiseria».
Es falso que todo el  cine colombiano gire alrededor de la violencia. Aunque se presume que se han hecho más de 600 largometrajes en el país, sólo hay datos de, aproximadamente, la mitad. De estas 300 películas sólo el 19% tiene una temática violenta como principal hilo conductor. Sin embargo, entre las 30 películas más taquilleras del cine nacional, 16 tienen una historia basada en el narcotráfico o el conflicto armado colombiano.  ¿Será que todo el cine colombiano es violento o sólo que este ingrediente es el que mejor se vende?
Después de la puesta en marcha de la ley 814 de 2003 (ley del cine) muchos dieron el peligroso giro de 180º del escepticismo y rechazo a la euforia y triunfalismo frente a lo que sería el «nuevo cine colombiano».El aumento en la producción de largometrajes en nuestro país, realizando por año casi el mismo número de películas que en toda la década del noventa ha sido, por supuesto, un nuevo aire para el cine que con la diversidad apunta a la búsqueda hacia el cine de género o de autor y con la cantidad contribuye a la cualificación del personal técnico y profesional y a la creación de industria.
Además del evidente avance técnico en las películas, es de valorar la variedad de temas que hoy se abordan y algunos esfuerzos por hacer cine de género o acercarse al cine de autor.
Hoy se experimenta un creciente optimismo y algunas reservas frente a la nueva ley de cine que otorga beneficios a las producciones de alto presupuesto que decidan filmar en el país (al respecto, pueden ver una entrevista en la que planteo mi punto de vista, aquí), pero el tiempo dirá si las condiciones están dadas para que el país encuentre su lugar en la escena cinematográfica internacional.
Próxima semana… El cine colombiano… y los colombianos II parte.
Para conocer otros textos sobre cine y cultura, visita mi blog: www.jeronimorivera.com
En twitter: @jeronimorivera