La fotografía completa de la Paramount puede verse aquí
Desde sus primeras décadas, Hollywood encontró algunas marcas de estilo que lo diferenciaron del cine europeo atrayendo a gran cantidad de espectadores. Además de hacer películas para el gran público, complacientes y con finales felices, Hollywood popularizó el Star System expresado claramente por el slogan de la Metro Goldwyn Mayer, que decía tener «más estrellas que el cielo». Desde entonces, los actores son un insumo tan importante para una película que es su nombre el que muchas veces vende el film.
Este sistema aprovecha la conexión emocional entre actores y espectadores para glorificar a los primeros elevándolos a una categoría de «modelos» de vida (divos-dioses) para los segundos que anhelan imitarlos o poseerlos. Como consecuencia de esto, se hace una asociación entre actor y género cinematográfico, que lleva a que todos tengamos una imagen determinada de cada uno de ellos, basada en sus apariciones en la gran pantalla. Para garantizar que esto fuera así, entre 1920 y 1950 los grandes estudios incluían en los contratos de sus actores exclusivos cláusulas rigurosas que determinaban como debía ser su comportamiento también cuando estaban por fuera de un set cinematográfico. En aquella época se vieron casos extremos, como el del actor y director Buster Keaton, famoso por su gesto impasible y a quien se le prohibía reir en público.
Con el paso del tiempo, los dioses del celuloide fueron descendiendo de su Olimpo y se empezaron a preocupar por separarse de su imagen cinematográfica para construir un nuevo personaje de sí mismos. Muchos de los grandes actores de Hollywood empezaron a aparecer en grandes obras benéficas, en actos púbicos políticos, apoyando causas sociales de toda índole o, en algunos casos, en bares y discotecas ganando fama de «chicos terribles». Esta vida social promovió el surgimiento de un dudoso tipo de periodismo llamado «rosa», «del corazón»o «de chismes» que se centra en mostrarnos nuevas facetas, la mayoría vergonzosas, de los famosos.
Un caso interesante es el de Disney. Esta compañía ha promovido a sus actrices como princesas, eternamente jóvenes e inocentes, modelo de los niños y adoración de los padres. La apuesta pocas veces ha salido bien, pues muchas de estas adolescentes millonarias llevan una vida paralela llena de conflictos y excesos y, a la primera oportunidad, buscan generar algún escándalo que le demuestre al mundo que ya no son niñas, ni princesas sumisas. Este juego peligroso ha afectado la vida y la carrera de artistas como Britney Spears y Lindsay Lohan.
En Colombia, el Star System no existe y uno de los deportes nacionales es endiosar y hundir ídolos fugaces. Los actores de cine son tan desconocidos como nuestras películas y son los actores de la televisión los que se llevan las miradas y los flashes sin que aun, por fortuna, lleguemos a los excesos del mundo E! Entertainment.
No digo que sintamos lástima de los actores de Hollywood ni que ser famoso sea una maldición, pero sí creo que una buena parte del público disfruta más la noticia de sus escándalos y crisis que de la mejor de sus películas.
Espere en la próxima entrega: Dos clases magistrales de actuación
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