Somos bichos raros. Preferimos pagar por entrar a cine que descargar gratis en Internet; nos gusta concentrarnos en la sala en vez de comer y conversar; compramos una sola boleta y no pedimos el combo especial; disfrutamos de las películas y no sólo de ir a cine. Somos los cinéfilos y Hollywood nos tiene en vía de extinción.
Mucho antes del inicio formal del cine en 1895, las imágenes en movimiento habían hecho presencia en ferias y carnavales fascinando a grandes y chicos con la «magia» que permitía ver imágenes moviéndose en pequeñas secuencias. Aquellos primeros aparatos tenían excéntricos nombres como Phenakitoscopio, Zootropo o Taumatropo y con los años muchos de ellos se han convertido en juguetes (estoy seguro de que, sin saberlo, usted también ha jugado con alguno).
Espere en mi próxima entrega: El cine más allá de las crispetas
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