Desde hace muchísimos años, los directores y actores de Hollywood crearon un apunte visual gracioso que consiste en que alguien famoso y reconocido aparece en alguna escena haciendo un papel intrascendente con el objetivo de ser descubierto por un sector del público, aunque aparezca inadvertido para muchos. A este efecto se le ha denominado «Cameo» y ha llegado a convertirse en la marca personal de escritores, actores y directores tan reconocidos como Stan Lee y Alfred Hitchcock.
Aunque suele hacerse con un tono cómico, también hay cameos serios y no debe confundirse esto con los pequeños papeles que suelen hacer algunos directores como Quentin Tarantino, Martin Scorsese o Roman Polanski en sus propias películas. También es importante diferenciar los cameos de las primeras apariciones de los actores cuando aun no eran famosos, pues la gracia del cameo es precisamente el contraste entre la fama del actor y la insignificancia para la historia del personaje.
Para muchos, el primer cameo de la historia fue el del famoso entrenador de actores Antonin Artaud, maestro del «teatro de la crueldad» quien apareció en la emblemática película Napoleón de 1927 en un pequeño papel, junto a Abel Gance, el director de la cinta. Posteriormente, Alfred Hitchcock hizo del cameo una marca personal al aparecer en 37 de sus películas (aquí pueden ver sus cameos). El truco era tan relevante para el público que el mismo Hitchcock decidió incorporarlo solo en los primeros diez minutos, pues muchos espectadores se desconcentraban de la historia de la película para buscar la pequeña aparición del director. Algunos de sus cameos más divertidos lo mostraban llevando unos perritos en Los pájaros, perdiendo el bus en Intriga internacional y en el aviso de un método para adelgazar de un periódico en Náufragos.
Espere en mi próxima entrega: ¡Ha muerto el celuloide!
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