Hay un mundo en el que el dolor no existe o se va rápidamente si lo deseas de corazón, en donde los buenos ganan y los malos pierden, en donde los reyes son bondadosos y queridos por su pueblo y las mujeres son hermosas, sumisas, cantan y sueñan con el día en que serán rescatadas por un apuesto caballero: Este es el mundo Disney.
Desde sus primeros largometrajes, Walter Disney sentó las bases de lo que sería su gran imperio mediático y su sello característico ha hecho presencia en las películas de la franquicia a pesar de haber fallecido hace casi cincuenta años.  Las películas de Disney están llenas de personajes divertidos, canciones pegajosas y valores opuestos (buenos vs malos) y, al margen de toda la carga ideológica que usualmente suelen tener (los invito a leer un texto mio aquí), entretienen a grandes y chicos.  

Después de entrar en una gran crisis en los años 90, la multinacional debió replantear su estrategia y Andy Mooney, su presidente de entonces, propuso la mejor idea en décadas: Crear una franquicia para las «princesas Disney»: las protagonistas de las películas más icónicas de la productora, con las cuáles las niñas podrían sentirse identificadas. Desde entonces, los padres del mundo occidental nos convertimos en reyes, padres de princesas.
Este modelo de negocios no tiene, por supuesto, nada de reprochable, el asunto es que el concepto de princesa parece haberse extendido a los otros productos de la marca Disney y, particularmente, a las actrices de sus películas y series de televisión. Se trata de que las actrices protagónicas sean un modelo para las niñas del mundo y marquen pautas de comportamiento dentro y fuera de las pantallas, ante el beneplácito de los padres de familia que son los verdaderos clientes de la marca al comprar los productos de las princesas de los dibujos animados, pero también de las actrices de programas como «Los hechiceros de Waverly Place», «Lizzie Maguire» o «Hanna Montana».
Precisamente, hce algunos días la popular cantante Miley Cyrus, más conocida como Hanna Montana, dejó boquiabierto a su público al realizar un show que pasó la barrera de lo provocativo a lo grotesco, con la intención clara de provocar y demostrar que ya no es una princesita más. Sus antecesoras Demi Lovato, Britney Spears y Lindsay Lohan, entre otras, ya lo habían hecho al involucrarse con «chicos malos» de Hollywood, convertirse en las reinas de la noche, consumir toda clase de drogas, posar desnudas en revistas y provocar escándalos por deporte.
Aunque las estrellas infantiles y juveniles siempre enfrentan delicados problemas derivados de su fama y éxito, en nuestros tiempos estos suelen ser mucho más complicados. A los tradicionales paparazzis, titulares de prensa malintencionados y lios con managers y padres se suman ahora las redes sociales y el contacto, cada vez más cercano, entre estrellas y fans. Una estrella infantil hoy debe lidiar con el hecho de que seguidores y opositores pueden escribirle directamente desde sus teléfonos, ubicarlas, acosarlas e insultarlas más fácilmente
Ajenos a la realidad que viven sus actores, Disney (y en menor medida los otros canales infantiles) vende a sus estrellas con una imagen inocente y virginal que, tarde o temprano se cae estrepitosamente. La infancia, para las actrices Disney, se va muy tarde en la pantalla, pero llega prematuramente fuera de ésta, gracias a su fama y dinero. Mientras en la pantalla aparecen con una ingenuidad casi tonta, en su vida privada estas multimillonarias cometen toda clase de excesos, por lo que no es de extrañar que cuando son reemplazadas por actrices más jóvenes (algo en sí mismo cruel cuando tienes 17 años) intenten desmarcarse de la imagen de princesas y busquen identificarse con la de mujeres fatales.
Miley Cyrus es ahora el centro del huracán y eso es exactamente lo que ella quiere, pues servirá para que enterremos de una vez a Hanna Montana. El destino de toda princesita Disney de carne y hueso parece ser morir para reencarnar en una chica que de un día para otro muestra al mundo que ya es una deseable mujer.

Espere en mi próxima entrega: Hermanos de película
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