La trilogía inició en 1995 con una película de bajo presupuesto y fundamentada casi exclusivamente en los diálogos y la inocente anécdota de dos personajes que deciden perder un boleto de tren para darse la oportunidad de conocerse y dejar que la atracción fluya entre ellos antes de que uno de ellos viaje al otro lado del mundo al día siguiente. En aquel momento conocimos al norteamericano Jesse (Ethan Hawk) y la francesa Celine (Julie Delpy) caminando por la hermosa ciudad de Viena antes de que amanezca expresando con gestos y palabras sus ideas sobre la vida, el amor y el destino y viviendo un fugaz romance con la promesa de una cita concertada un año después para pasar posiblemente del sentimiento impulsivo a una estable relación.
En la primera entrega, Linklater establece el tono con planos largos, movimientos de cámara funcionales (sólo para seguir a los personajes) y el foco muy bien puesto en los protagonistas. No es gratuito que el hilo de la trama llevado por un norteamericano y una francesa, mezcle armónicamente el humor y el drama, lo intelectual y lo superficial, el amor y el deseo.
La segunda película, presentada nueve años después, nos muestra a unos personajes más aterrizados, en pleno desarrollo de su carrera profesional, que se encuentran en París. La década ha pasado para los personajes y también para los actores, lo cual es interesante pues el reencuentro ocurre también detrás de cámara para los actores que posiblemente compartirán sentimientos, diálogos y personalidad con sus personajes; condición que permitió que para ésta y la última película, Hawk y Delpy fueran co-guionistas junto con Linklater. Antes del Atardecer está llena de nostalgia y preguntas entre los personajes sobre lo sucedido unos años atrás, pero prima el amor como sentimiento verdadero y duradero, más allá del simple enamoramiento.
Las ciudades que sirven de escenario para las películas tienen mucho que ver con el desarrollo de su historia. De la Viena de los mochileros, recorrida con poco dinero y un amanecer visto sin techo; pasamos a la París bohemia de cafés y librerías, para terminar en la ancestral Grecia en una isla de recreo propicia para el descanso y la reflexión.
Es allí donde nos recibe la tercera y última entrega. Sin entrar en detalles que arruinen la película a quienes aun no la hayan visto, baste decir que éste es el cierre perfecto de la trilogía, en donde se vuelve a la relación, se hacen reflexiones sobre el amor y la vida y salen a flote los sentimientos y emociones con la tranquilidad que da la experiencia. Melancolía y reproches se mezclan también en esta nueva película que es, por supuesto, la más madura y reposada de las tres.
Tres películas en tres décadas hacen, sin pretenderlo, un retrato generacional que marca la evolución de personajes comunes que no hacen nada fuera de lo común. Con esta trilogía, Linklater logra, gracias al trabajo de sus actores, conectarnos con esta relación de amor honesta y compleja y sentirnos identificados con sus entrañables protagonistas.
Pd: A partir de la fecha, los textos de este blog se presentarán cada 15 días, puesto que estoy en España haciendo mi doctorado. Un saludo muy especial para los buenos lectores desde Pamplona.
Espere en mi próxima entrega: Hermanos de película
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