Había una vez… en Hollywood. Foto: Sony Pictures / Imagen disponible en www.eltiempo.com (https://www.eltiempo.com/cultura/cine-y-tv/leonardo-dicaprio-y-brad-pitt-hablan-de-su-nueva-pelicula-con-quentin-tarantino-400530)

Twitter: @jeroriveracine

Quentin Tarantino es, sin lugar a dudas, uno de los más importantes directores de cine de nuestros tiempos. Este director, que suscita amores y odios, llega esta semana a cartelera con su novena película Había una vez…en Hollywood (Once upon a time in Hollywood) precedido de un gran éxito en el festival de Cannes (al que había asistido en 1994 con Pulp Fiction, ganando la Palma de oro) y con la expectativa de público y crítica, cuyas opiniones estuvieron bastante divididas en sus dos proyectos más recientes, Django sin cadenas y Los ocho más odiados.

El mismo director ha dicho que solo hará diez largometrajes en su carrera, lo que permite inferir que esta será su penúltima película. Más allá de que cumpla su promesa, ver este largometraje será, parodiando a Vito Corleone, una oferta que no deberíamos rechazar.
Si aun no has visto la película, te invito a que veas mi video del canal Amigos del cine en donde hago la reseña (sin spoilers), a que la veas pronto y disfrutes de una nueva obra maestra de Tarantino.  Si ya la viste, puedes continuar leyendo este texto que contiene algunos spoilers importantes de la trama.

 

Si continúas la lectura, te advierto que, en adelante, se hará referencia a aspectos importantes de la trama. Para una mayor comprensión, recomiendo que lo leas solo si ya viste la película.

 

Podríamos decir que la filmografía de Tarantino se parte en dos momentos fundamentales que, no es casualidad, coinciden con el lamentable fallecimiento de su montajista Sally Menke, quien murió en 2010 y quien alcanzó a acompañar al director en el montaje de sus películas hasta Bastardos sin gloria en 2009.  Hasta ese momento, las películas del director tenían un ritmo y un montaje completo y bastante más conceptual que en las más recientes (con una notable excepción de Había una vez en Hollywood).  De hecho, podríamos advertir que buena parte del éxito de películas como Pulp fiction Kill Bill se relacionan con el montaje, su narrativa y los recursos de la puesta en escena.
Después de la muerte de Menke, hemos visto un Tarantino al que le cuesta un poco más cortar y sus películas más recientes no han sido solamente largas si no excesivas.  A esto se suma el hecho de que Tarantino se ha visto prácticamente obligado a presentar largos baños de sangre en sus películas para ser «más fiel» a su estilo. No estoy diciendo que no lo disfrute, solo que en virtud de este efectismo, que vimos desde Kill Bill, se han sacrificado otros elementos característicos y más interesantes de su estilo cinematográfico.
Había una vez…en Hollywood puede suponer una buena reconciliación entre el público de siempre y las nuevas generaciones con el cine de Tarantino.  Quienes añorábamos el diseño de personajes, los largos diálogos que mezclan lo trivial y lo profundo, los puntos de vista particulares y novedosos y una narrativa que esté más allá de los efectos sin perder la mordacidad del relato, nos sentimos complacidos con el tono y lenguaje de esta película.  Las nuevas generaciones, por su parte, tendrán su cuota de violencia y la estética Tarantiniana y podrán explorar ese mundo maravilloso del Hollywood de los sesentas y setentas a través de los ojos de un nostálgico cinéfilo de videotienda.
Esta película, de nuevo, se centra en los personajes y logra hacer una profunda reflexión sin ser pretenciosa.
La buena química en escena y la definición de los roles principales es maravillosa y, además de las buenas actuaciones, cada uno de los personajes actúa como un alter ego que complementa su par y sus roles van más allá de lo estrictamente laboral. El actor vive del glamour, la apariencia y el aplauso; el doble vive de las emociones, el peligro y el saberse necesario para el actor.  El desenlace deja claro el lugar que cada uno ocupa en la historia y en esta amistad cinematográfica que es, quizás, la más entrañable de la filmografía de Tarantino.
Para terminar, es importante comentar la fascinación del director por torcer la historia. Ya lo había hecho cuando rostizó inclementemente a Hitler y a sus secuaces poniendo fin a la segunda guerra mundial en Bastardos sin gloria y lo hace nuevamente en esta película al jugar con los espectadores frente a la expectativa del cumplimiento de la tragedia que, como una profecía, pesa sobre Sharon Tate y Roman Polanski. Tarantino fuerza los límites de la ficción para reinventar la historia y, al hacerlo, elabora un complejo McGuffin* en el que nos pone una trama por delante para que no miremos lo que nos tiene realmente preparado.
Con respecto al uso de la violencia en esta película, el director genera expectativas que no necesariamente cumplirá y este elemento anticlimático termina por generar un efecto de clímax al constatar que, contrario a lo que podría pensarse, Tarantino no quiere ser tan predecible. Un buen ejemplo de esto es la bien lograda secuencia de la incursión del doble en el rancho Spahn.
La fotografía de la película, por su parte, es sobria y bien cuidada y la cámara «navega» tranquilamente a lo largo de las escenas con gran fluidez en varios planos secuencias que resaltan la grandilocuencia del viejo Hollywood.  Podríamos hablar también del arte y la música, pero son dos constantes en su filmografía y es bien sabido que son elementos a los que Tarantino presta una especial atención.  Hacer una película escenificada en los años sesenta es un sueño hecho realidad para el director y por eso se ha esmerado en los vestuarios y decorados, así como en el «look» visual que solo puede lograr la película de 35mm (formato análogo) con la que, yendo a contracorriente, ha decidido filmar.
Había una vez en Hollywood es una película impregnada por la nostalgia,un viaje por los 60’s, pero no por los reales sino por los que Hollywood representó dentro y fuera de la pantalla… una realidad de cartón vestida de glamour. Una realidad en la que todos te admiran pero también te desprecian y en donde la confianza y la soberbia son la pantalla para la vulnerabilidad. Una realidad de ficción tan hermosamente falsa, que terminamos añorando que sustituya la verdadera.

 

*McGuffin: elemento de suspense que hace que los personajes avancen en la trama, pero que no tiene mayor relevancia en la trama en sí.

 

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