La semana pasada me contactó mi tío, Sir Charles Logan, desde Inglaterra. Aunque nunca había escuchado de él, ni compartíamos apellidos, en un correo me contó que era un próspero banquero y que necesitaba urgentemente, y por distintas adversidades, transferirme una cantidad obscena de dinero: mi herencia. Si bien no dudo de las intenciones altruistas de mi tío, decidí rechazar una vida de excentricidades, principalmente, por mi convicción de que una vida plena es austera.
El día que mi Tío Charlie conozca ChatGPT, temeré
En los primeros 2 meses de su lanzamiento, ChatGPT- 4 tuvo 100 millones de visitantes. OpenAI lanzó al público una revolución: escribe, lee, recuerda, calcula, sintetiza y aprende. Sin duda, ChatGPT es más astuta que el Tío Charles. Pero ¡Ay de mí! cuando ese par se conozcan…
Y se conocieron. Al menos, eso sugiere la prensa internacional: En Argentina, estafadores crearon chatbots que se hacen pasar por mujeres jóvenes mientras en Rusia, hackers vulneraron el equivalente a la moral de la Inteligencia Artificial (IA), permitiéndoles usarla para generar malware más eficientemente.
No quiero dudar de la rectitud de mis compatriotas, pero el correo de mi tío Charlie, puede ser pronto, y con la ayuda de la IA, un correo replicado de mi banco, una aplicación falsa muy verosímil o una interfaz clonada, que me podrían hacer, ya no reír, sino llorar.
Batman y Robin: Delitos Corporativos
Si el Guasón puede usar ChatGPT, Batman no se queda atrás. En esta analogía, Batman serían las instituciones y personas dedicadas a investigar y prevenir la cibercriminalidad mientras que la IA haría como una especie de Robin (más un doble agente, a decir verdad). El Wasón, tristemente, sería mi querido Tío Charles.
La IA es una herramienta que potencia a buenos y malos. Estudiantes de doctorado de MIT realizaron un experimento con 2 grupos de personas: al primero, le asignaron un conjunto de tareas para que las realizarán solas, mientras segundo le dieron las mismas tareas pero les permitieron usar ChatGPT. El resultado, es que quienes usaron ChatGPT completaron las tareas 37% más rápido que sus pares del primer grupo. Batman es más fuerte con Robin, y el Guasón es más peligroso con Inteligencia Artificial.
Ahora bien, la cibercriminalidad puede ser tan amplia como la fortuna de mi tío Charles, por lo que más vale enfocarse. Y lo haré en aquella cibercriminalidad que se clasifica como delitos corporativos. Allí, sostengo que la IA puede: (i) prevenir la comisión de fraudes e identificar factores de riesgo; y (ii) automatizar la investigación de estos delitos.
Prevenir: El virus D3L FR4UD3
Los fraudes -como las enfermedades- cuando son fáciles de tratar, resultan difíciles de identificar, pero cuando son fáciles de identificar… Entonces, como con el COVID-19, 3L FR4UD3 es mejor prevenirlo.
La primera semana de cuarentena, y después de haber visto Virus en Netflix, salí con mi hermana a hacer algunas compras. Guantes, goggles, N-95, desinfección periódica de suelas de zapatos, entre otras. Queríamos prevenir, pero sin conocer los factores de riesgos, era como recoger agua con un colador. Con el COVID y con el fraude, prevenir sin enfocarse es desperdiciar tiempo y dinero. Aunque la IA sí podría vaciar una piscina con un colador, en realidad es más inteligente.
En general, evalúa la probabilidad de que una combinación de palabras sea la respuesta correcta a una declaración o pregunta[1]. Usando ese modelo de probabilidad condicionada, puede, por ejemplo, identificar cuáles son las etapas de un proceso de contratación en que hay mayor probabilidad de que se cometan fraudes. También puede sugerir soluciones que disminuyan esas probabilidades. Todo, de nuevo, sin la necesidad de un Elon Musk de los ciberdelitos.
Automatización: es que no me tienen paciencia…
“Es que no me tienen paciencia” le dice El Chavo a Don Ramón cuando lo regaña, y le digo yo a mi novia cuando nos pierdo manejando con GPS. El error es costoso, pero sobre todo inherente al humano. Automatizar reduce (no elimina) el margen de error sustancialmente. La revisión de datos en búsqueda de banderas rojas que adviertan posibles fraudes es un proceso (humano) lento y defectuoso.
Aunque hace años se pueden tratar bases de datos inmensas, la IA puede ahora reconocer patrones sospechosos y aprender de manera iterativa en cada proceso, todo ello sin un genio de la computación que escriba líneas de código en Python para cada paso (bastaría con hacer la solicitud con un alto grado de especificidad para iniciar el proceso).
Tengo miedo por mi empleo
Con cada innovación, alguien teme por su empleo. En el siglo XIX, en la tierra de mi tío, Inglaterra, los knocker uppers se dedicaban a levantar a las personas por las mañanas hasta la invención de las alarmas. Con los conmutadores, las telefonistas desaparecieron, y con los elevadores automáticos, se fueron los ascensoristas. Pero la IA parece dejar obsoleta la humanidad entera.
Sin embargo, en este caso, y específicamente en el derecho penal corporativo y la cibercriminalidad, soy optimista. El 1 a 1, el carisma y la intuición -que no pocas veces nos hacen errar- serán el valor agregado. Más nos vale crear valor desde nuestras fortalezas: nuestra humanidad. Nuestra torpeza es imprescindible.
La intuición de un investigador con 20 años de experiencia en crímenes corporativos se manejará, con certeza, mejor entrevistando sospechosos que la prodigiosa IA. Pero entre dos investigadores similares que entrevistan sospechosos, sin duda, el que use IA obtendrá mejores resultados. Batman y Robin se complementan, no compiten…