Boxeo y economía

Hace 7 años, en una calle popular de Bucaramanga, me levantaba por tercera vez del piso. Achantado, aturdido y con el orgullo herido me ponía en guardia una vez más. Ya no era ganar, con mantener el amor propio era suficiente.

Llevaba 4 semanas de haberme graduado del colegio y 2 de estar en la “Liga Santandereana de Boxeo”. Y a mis 17 años de vida, esas 2 semanas eran suficientes para foguearme con un desconocido mientras llegaba el entrenador.

La clemencia de mi adversario fue más grande que mi testarudez, pues resolvió que con tumbarme 3 veces era suficiente. Lo insuficiente fue mi entrenamiento ante el tercer boxeador más antiguo del Coliseo.

La competencia, aprendí a los golpes, destaca al mejor.  Yo era… Yo soy, un incompetente en el bóxeo.

Divaguemos: en esa desproporcionada pelea ¿Qué boxeador sería la economía colombiana? ¿Qué boxeador sería la economía, por ejemplo, suiza? La reflexión es clara: nuestra economía es incompetente.

Es natural que surjan dos preguntas: ¿Por qué importa que la economía sea competente? Y ¿Realmente somos tan incompetentes?

 

Primero: ¿Qué importa la competencia?

 

La competencia, cuando en el mercado, nos hace a los consumidores los verdaderos ganadores. El mejor precio y la mejor calidad, mientras las empresas boxean entre ellas por nuestra compra. La competencia llevó a que Apple innovara con el iphone y a que Avianca bajara los precios de sus tiquetes.

Alguna vez, en Cartagena, coticé una lancha para Tierra Bomba en 70 mil. Justo enfrente, otro vendedor me ofreció el trayecto en 65 mil, volví con el anterior y ofreció 60 mil. Al final, viajé en 45 mil. La competencia, como consumidor, es bella.

¿Y es que acaso los alimentos, la ropa, el internet y el transporte mejores y más baratos no son una forma de acabar la pobreza? ¿No es más fácil salir adelante para un niño bien alimentado y con acceso a internet? ¿No se trata todo esto sobre darle a la juventud las herramientas para explotar su potencial?

No, la competencia no es importante para Colombia, es fundamental. La competencia acaba la pobreza.

 

Segundo: ¿Realmente estamos tan jodidos?

 

Estamos peor.

En 2022 Colombia ocupó la plaza 57 entre 63 países en el Índice de Competitividad Agregada. Caímos en Eficiencia Empresarial, Infraestructura y Eficiencia de Gobierno. En ese mismo índice, Suiza ocupó el 2 lugar.

Se suman a esto los inversionistas desconfiados, el encarecimiento de los créditos y lo que vemos todos los días como si fuera normal: calles repugnantes, burocracia infinita e impuestos que terminan en los bolsillos de léperos.

¿Y los trabajadores colombianos? Si por acá llueve, por allá no escampa. Para 2020, un trabajador colombiano necesitaba 4 horas para hacer lo que un trabajador estadounidense hacía en 1.

¿Será posible tener un mercado competente con personas y capital improductivo? Si sí, no es el caso de Colombia.

Nuestro mercado interno no es competitivo y en el mercado internacional no competimos.

 

¿Y el Presidente Petro?

 

En plena Guerra Fría.

El presidente sigue en una discusión ya zanjada, y en la que además escogió el bando equivocado. Hace décadas que Colombia entendió la importancia de la asociación empresa-estado, pero parece que el presidente ve al sector privado como algo nocivo.

El presidente Petro piensa en las fallas del mercado mientras ignora las inmensas fallas del Estado. La corrupción y la lentitud burocrática parecen poca cosa para él.

Al presidente los subsidios y los gremios le gustan y los defiende con avidez. Tal vez valga recordarle ya no al presidente Petro sino al economista Petro lo que decía el padre de la economía, Adam Smith:

“Los privilegios exclusivos de los gremios (…) y todas aquellas leyes que restringen la competencia (…) son una especie de monopolios ampliados”

Competencia, competencia y más competencia. Ni privilegios para gremios, ni favores para los amigos. Que el Estado garantice la competencia y que los consumidores disfrutemos del espectáculo.

Presidente Petro, el hambre de nuestra gente, el hambre de Colombia, no aguanta una sola discusión frívola más. Como decía Churchill, es cierto que el vicio del capitalismo es repartir la riqueza con desigualdad, pero, Presidente, el vicio del socialismo siempre ha sido repartir la miseria con total igualdad.