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Un escupitajo en Transmilenio

Nunca olvidaré cuando un tierno me insultó -y escupió- en TransMilenio. 

Era jueves y la estación estaba repleta. Con mi mano derecha apretaba el bolsillo que tenía mi celular y con la izquierda el que tenía mi billetera. 

Cuando llegó mi bus, quise subirme. Pero el hombre justo enfrente mío -el tierno- no se movió.

Foto: Mauricio León. EL TIEMPO

Logré pasarlo, quedando justo en la puerta del bus, de frente a él, que seguía en la estación. 

Me miraba fijamente, con rabia y fastidio. Yo, con mi delicadeza de santandereano le solté: «Si no se corre es muy difícil pasar». 

El tierno, se llenó de valor, y cuando la puerta de mi bus se cerró me soltó un: «Sapo h%&$, vaya a joder a su madre».  

Finalizó su amable sugerencia con un elegante escupitajo en la puerta del bus. Yo, por cansancio y por rabia, le sonreí con ironía detrás del cristal.

Mi sonrisa se perturbó, cuando me di cuenta de que la solución estaba en el Titanic.

 

El Titanic y la solución escondida 

El Titanic, antes de una tragedia, fue un hito: el barco más grande y con más pasajeros de la historia. En su momento, llevó más pasajeros que nunca antes en la historia de la humanidad. 

Medía 269 metros de largo y pesaba 52.310 toneladas. 

Capitán Edward J. Smith

Dirigido por el Capitán Edward Smith, tenía una tripulación de 900 personas. Incluía: ingenieros, capitanes, timoneles, socorristas, cocineros, entre otros. 

Y acá va mi punto: ¿Quién movía el barco? 

Colombia diría que Smith mueve el barco, y los 899 tripulantes dependen de él. Yo, por el contrario, digo que son esos 899 los que mueven el Titanic y Smith depende ellos. 

Como con el Titanic, una nación es dirigida por una persona, pero es levantada por todos los que viven en ella.

Colombia, como el Titanic, tiene un capitán. Y ¿Qué puede hacer un capitán sin maquinistas, marineros, ni suboficiales? Lo mismo que puede hacer un presidente sin ciudadanos: nada.

Un hito -construir un país exitoso o mover un buque gigante- muchas veces no depende de la excepcionalidad, sino de la cotidianidad.

Así, mejorar a Colombia depende más de la mayoría (ciudadanos) que de la minoría (dirigentes).

 

Las pruebas

Nuestra cultura ciudadana es pobre. A continuación datos que así lo demuestran:

  • 51.25 % de abstención electoral en las elecciones de 2022. 
  • 68 % de los bogotanos son afectados por el mal parqueo de otros bogotanos. 
  • 15,36 % de los usuarios de TransMilenio se colaron. 
  • 176 colados por hora en Metrolínea de Bucaramanga. 

A eso se suman cosas menos medibles. Los casos del ‘usted no sabe quién soy yo’ y muchos refranes como: ‘El vivo vive del bobo’, ‘La malicia indígena’ y ‘La ocasión hace al ladrón’. No he encontrado el primer opositor al diagnóstico de que Colombia tiene una mala cultura ciudadana. 

Conclusión

Ni Petro, ni Uribe, ni nadie salvará a Colombia. 

Esperar un salvador para Colombia, equivale a que la tripulación del Titanic esperara sentada a que el capitán -él, sin nadie más- moviera el barco más grande del mundo. 

¿Es más fácil moverse en una calle llena de carros mal parqueados? ¿O en una con todos los carriles moviéndose?

¿Es más fácil elegir un buen gobierno en un país en donde todos votan? ¿O en uno donde menos de la mitad vota?

¿Es más fácil que Colombia salga adelante si tenemos cultura ciudadana? ¿O es más fácil salir adelante si te escupen por pedir permiso? 

¿Es más fácil que un presidente resuelva los problemas de un país? ¿O que lo hagan 50 millones de personas?

Nuestra dirigencia es, la mayoría de las veces, corrupta e inepta. Pero no se equivoque, la responsabilidad de Colombia es de todos los colombianos. Porque, una vez más, Colombia es resultado de los actos cotidianos, y no de los excepcionales.

No se quede sentado. No espere un salvador. Parquéese bien. No se cole. Pague sus impuestos. Y sea usted, el salvador de Colombia.

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