Hoy nadie estimula tanto el trabajo intelectual de nuestros vagos como la representante a la cámara María Fernanda Cabal.

Como se sabe, la materia gris del haragán criollo tiene tanta hambre de posverdades como de sobornos los exmagistrados de nuestras cortes de justicia. La señora Cabal también lo sabe y para calmar esa gana de cultura ha puesto al servicio de la gandulería todo el caudal de su sabiduría inmensa.

La primera posverdad de la señora Cabal surge cuando afirma que la Unión Soviética aún existe. Los cerebros más ociosos consideran esta revelación patrimonio histórico de la humanidad, y por eso se dedican a desentrañar las razones que ella tuvo para sacarla a la luz pública.

Todavía las siguen buscando.

Arroja ella la segunda posverdad durante una entrevista a la Ola Política, cuando exclama “¡Soy trumpista al 100%!”.

Tras una investigación exhaustiva, voceros de la asociación Vagos al Poder con María Fernanda Cabal informaron:

“Este trumpismo al 100% se debe a algo muy simple: a que María Fernanda cree que Trump consiguió en los primeros cien días de gobierno lo que ningún otro presidente en la historia reciente de Estados Unidos: acabar con la Unión Soviética y derribar el muro de Berlín”.

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Foto tomada de las2orillas.co

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El último viagra y otros estimulantes menores

Algunos hombres necesitan un tiempo largo para alcanzar la muerte. Como Hugh Hefner, el de Playboy, que necesitó noventa y un años para poder darse el último lujo de su vida que, según se sabe, ya se dio.

O quizás sea mejor decir que en el caso de Hefner la muerte fue la que requirió de noventa y un años para llegar a él y tenerlo al alcance de la guadaña. O para ser más exactos: noventa y un años y la colaboración de un viagra que equivocó el camino e hizo el milagro en el órgano errado.

El deceso ocurrió así. Unas horas antes del final, el médico personal le pidió a Hefner que escogiera el paro de que deseaba morir y por el cual lo recordarían sus amigas. Él contestó que con el mismo de siempre. Fiel a los deseos de su paciente, el médico, como todos los días lo había hecho, le zampó el viagra.

Una última píldora que, incapaz ya de hacer nuevos milagros en el lugar correspondiente, cambió el rumbo y fue a parar al órgano equivocado.

El médico dio esta explicación: “El señor Hugh Hefner no presentó la clase de paro con el cual él quería morir. Falleció en cambio, y muy a su pesar, de un paro que jamás practicó y del que en adelante, aunque lo intente, no podrá recuperarse: el paro respiratorio”.
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