La noticia del momento: el rebaño de la pastora Claudia Rodríguez de Castellanos se aparta del rebaño de Álvaro Uribe Vélez.
Mejor dicho: la pastora se marcha con sus cristianísimos votos a otra parte. Pero no a cualquier parte, sino al mercado electoral en el que, con la venia del Señor, los está ofreciendo a cambio de senadurías.
De los caminos del Señor se afirma que son inescrutables. Ya no, pues el propio Señor, con la ayuda de la pastora Claudia, aceptó volverlos politiqueros.
Lo cual ocurrió cuando Claudia abrazó la política, y luego convenció al Todopoderoso de que el ejercicio político es el modo mejor de hacer cosas tan santas como servirlo, amarlo, honrarlo y disfrutar a manos llenas de la hacienda pública.
Como muestra de gratitud, un buen día el Señor, con la venia de Él mismo, le ordenó a Claudia que incurriera en unión con Álvaro Uribe.
Este sacrificio duró quince años, y sirvió para que la Pastora se diera cuenta del infinito número de bendiciones y dones que las curules del Congreso derraman sobre ella, su esposo y su rebaño.
Pero llegó el momento en que la ambición de Claudia, con la venia del Señor, le exigió más curules a Álvaro. Álvaro, con la venia de él mismo, no se las concedió. Y por eso Claudia, con la venia de ella misma, levantó el toldo y se marchó.
Moraleja: Así paga el Diablo a quien cambia cristianismo por escaños en el Congreso.
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El Uribito femenino
A la precandidata María del Rosario Guerra se le conocen dos propuestas de gobierno que harían reír a quijada batiente al mismísimo Álvaro Uribe y a cualquier otra momia egipcia.
Pretende María del Rosario llegar a la Presidencia suponiendo, por una parte, que ella, de haber sido hombre, habría sido Álvaro Uribe.
Vana promesa: tenemos mil razones para pensar que ella jamás va a poder ser Álvaro. Por muy estadista que sea, jamás va a ser capaz de serlo.
Segunda propuesta: afirma que si llega a ser la candidata de su partido ofrecerá formalmente la vicepresidencia a Uribe.
Dicho de otro modo: ocho años más de gobierno de Uribe, pero esta vez por medio de la presidenta María del Rosario Guerra.
Conclusión: a falta de Uribito, buenas son Uribitas.