Tras volver a sus caballos, a sus vacas y a otros rebaños políticos, Álvaro Uribe anunció que en la recuperación de su honorabilidad empeñaría todo lo que le queda de vejez. Lo dijo después de abandonar esa cárcel tan severa y centro-democrática como lo es El Ubérrimo.
La sorpresa cundió. Varias cosas conocíamos del expresidente: sabíamos que disfrutaba de cierta cantidad de honorabilidad; que ésta se mostraba algo vieja y pasada de moda y que la adquirió en una feria de rebajas de un anticuario paisa; y que ella había acariciado durante mucho tiempo el deseo de abandonar a “ese viejo terco”.
Lo sabíamos. Lo que jamás imaginamos era que ella iba a tardar tanto en dejarlo, y que huyera, como en efecto huyó, durante el carcelazo.
¿Será posible el reencuentro?
Él lo busca con afán. Ella, en cambio, se hace la tonta.
Alega que para acercarse a él tendría que soportar el manoseo o requisa de los cien guardaespaldas que lo protegen de la justicia, y que ella, a su edad, no está para semejantes trotes, y menos para esas requisas por estimulantes que puedan resultar.
Para el Centro Democrático no cabe duda alguna. “Ese reencuentro se dará. Con o sin ella, pero finalmente se dará”, ha dicho su portavoz.
El eminente hombre de leyes, el bachiller Macías, dará la batalla. Ya demandó a la honorabilidad. La acusa de daños causados a la familia del expresidente.
Según Macías, el daño está en que si no hay honorabilidad en Uribe, mucho menos la habrá en Tomasito, su hijo; y Tomasito, sin honor, llegará a ser político; a presidente de la República, jamás.
Cuentan que Macías presentó el alegato en la Corte de la Suprema Venganza, y que luego pasará a la sala de objetos olvidados por Amnesia Senil.
Macías recogió pistas para dar con el escondedero de la honorabilidad y las entregó a los magistrados.
De la huida culpó a las autoridades carcelarias. Fueron incapaces de suministrarle al expresidente las veinticuatro horas de sol a que tenía derecho en la cárcel, y de permitirle otras tantas para multiplicar sus rencores.
“El expresidente contó apenas con una hora diaria para cada rutina. Y ante semejante tortura, no hay honorabilidad que no huya, ni Uribe que lo impida”, argumentó, chistoso, Macías.
Advirtió también que el hallazgo de la honorabilidad de Uribe dependía más de la pista que él entregó a los magistrados, que de los decrépitos métodos de búsqueda de la Virgen de Chiquinquirá y el Niño Jesús.
Según la pista de Macías, la honorabilidad del expresidente se encuentra allí donde resida la víctima del último rencor de Uribe. No hay sino ir tras ese rencor y con seguridad se llegará a ese lugar.
Y luego soltó el detalle definitivo: “La víctima es un africano: un humilde castrochavista que lucha en Uganda contra el uribismo”.