La Seguridad Nacional llevó a cabo una modernización mental exitosa. Le tomó varios meses de trabajo, y consistió en instalar en el coco craneal del ministro Diego Molano la madurez intelectual que le faltaba para desempeñar bien el cargo. Hoy se cree que el trabajo quedó bien hecho.

Tanto, que el cerebro del ministro no cesa de rebozar madurez autosostenible. Por lo cual la Seguridad debería estar completamente feliz. Pero no, no es así. La embarga, por el contrario, una monumental tristeza.

Quienes la han visto cuentan que vaga por ahí amargada y alicaída, y como sonámbula. Y que la causa de este bajonazo de ánimo es una sola: la intención del ministro Molano de renunciar al cargo.

No es para menos. Considera la Seguridad que, si Diego renuncia, ella iría de mal en peor; es decir, dejaría de ir de la mano de Molano para caer tristemente en las de Duque.

Por otra parte, un estudioso de Diego y sus embarradas pronosticó que este renunciará; pero que lo hará a su debido tiempo. Y explicó que “a su debido tiempo” significa que la renuncia de Molano caminará tan lentamente que llegará a la Casa de Nariño el 2022, no antes. O sea, el último día del gobierno de Duque, a más tardar.

Así es Diego y su dignidad de estadista. Otro estudioso sostiene que el ministro no renunciará por vergüenza, sino por el complejo de superioridad estratégica y militar que le quedó de la crisis de enemistad con el pueblo iraní.

Sea como fuere, Molano dejará el cargo. Pero antes le envió a Álvaro Uribe una breve nota en la que deplora la amistad con Irán. Mejor dicho, el ministro se queja así:

 

Venerado presidente Uribe: Confieso humildemente que no pude hacer de Irán un enemigo de Colombia. Un fracaso que se debió menos a mi torpeza que a la total falta de ánimo guerrero del gobierno actual.

Acepté el Ministerio para cumplir algo que aprendí de usted: que cuantos más enemigos internos y externos tiene un pueblo, más rápido es el crecimiento material y moral de sus ciudadanos.

Advertí que los enemigos actuales de Colombia están cansados. Juan Manuel Santos, Maduro, Petro, Daniel Coronell e Iván Cepeda ya dieron lo mejor de su enemistad a usted y al país. Hay que cambiarlos. O jubilarlos.

Entonces pensé que Irán sería un enemigo de confianza. Claro es que, para igualar fuerzas con ese país, Colombia tendría que disponer de bomba atómica. No dudo que podemos fabricarlas si, en vez de enriquecer uranio, como hacen los científicos iraníes, enriquecemos banano criollo.

Lo que siguió después, usted ya lo sabe. Pero permítame repetirlo: mientras yo, fiel a los valores uribistas, me esfuerzo por darle a mi Patria sólidas relaciones de enemistad con nuevos pueblos, el presidente Duque se dedica, por su parte, a desbaratarlas en público.

Lo dicho: en la Casa de Nariño hay poca mano dura y demasiado corazón enclenque.

Su incondicional servidor, Diego Molano, ministro de defensa.