Si algo quedó demostrado durante el año pasado es que la transformación digital avanza a pasos agigantados y la adopción de nuevas soluciones tecnológicas es una prioridad para los distintos sectores de la sociedad. El ámbito empresarial no ha sido ajeno a estos cambios, todo lo contrario, podría decirse que ha sido protagonista, reafirmando la utilidad de herramientas como la inteligencia artificial, el análisis de datos, el sistema de la nube, los bots, entre otras.

Era inevitable, entonces, que estas transformaciones no influyeran en la estructura de la fuerza laboral. Mientras hemos tratado de seguirle el ritmo a la era digital, las preocupaciones sobre el futuro del trabajo ocupan nuestra mente: ¿habrá que competir con las máquinas por un trabajo? ¿seremos obsoletos? ¿cómo deberemos evolucionar?

Las preguntas son muchas más, pero giran alrededor de un solo asunto: el impacto de la automatización, la digitalización y el avance de la tecnología sobre el mercado laboral. Lo cierto es que no se trata de imaginar un escenario apocalíptico, en el que debamos librar una batalla contra las máquinas y solo haya espacio para la supervivencia de uno sobre otro.

Más que una competencia, nuestra tarea es comprender que somos los creadores de esta tecnología, cuyo propósito es servirnos, y por ello debemos encontrar las formas en que podemos trabajar como aliados. Y esto solo será viable si descubrimos cuál es el valor añadido que tenemos para el mercado laboral y en qué consiste el potencial humano.

De acuerdo con el informe del Banco de la República titulado Moderada recuperación del empleo en 2021 y dinámica de las vacantes en oficios automatizables durante la pandemia – Reporte del Mercado Laboral (RML), algunas ocupaciones elementales, que requieren habilidades menos complejas, tienden más a ser realizadas por máquinas. Según sus estimaciones, los índices más bajos de automatización los tienen técnicos y profesionales a nivel medio, los profesionales y científicos, los directores y gerentes.

Las posiciones mencionadas exigen una formación más especializada y de un importante poder de decisión que es propio de los seres humanos. De ahí que sea urgente que las personas se capaciten en las nuevas habilidades que demanda el mercado laboral.

Según el Foro Económico Mundial, las 10 habilidades más requeridas en estos tiempos son: pensamiento analítico e innovación; aprendizaje activo y estrategias de aprendizaje; resolución de problemas complejos; análisis y pensamiento crítico; creatividad, originalidad e iniciativa; liderazgo e influencia social; uso, monitoreo y control de tecnologías; resiliencia, tolerancia al estrés y flexibilidad; y razonamiento, solución de problemas e ideación.

Se trata, entonces, de una combinación de fortalezas humanas con habilidades técnicas, lo que permita que la tecnología sea solo complementaria a nuestro trabajo y no al revés. Por lo que resulta crucial una recapacitación y formación especializadas que se adapte a las necesidades de la sociedad, pues no podemos esperar que nuestros conocimientos actuales sean suficientes para responder a los retos de una época como la que estamos viviendo.

Más que referirnos al efecto destructor de la automatización y el avance tecnológica sobre el empleo, debemos hablar de una transformación, de una transición hacia nuevos oficios, más complejos y en los que el potencial humano sea estrella.

El estudio Decoding Global Reskilling and Career Paths, de Boston Consulting Group y The Network, indica que más de dos tercios de los trabajadores encuestados tienen interés en formarse en otras habilidades y reforzar las adquiridas a lo largo de su vida laboral.

Desde la educación es fundamental actualizar las mallas curriculares de las distintas instituciones, iniciando por los niveles más básicos (como la primaria y el bachillerato) hasta los más técnicos y especializados. Así tendremos graduados mejor preparados para afrontar los desafíos que conlleve la vida profesional.

El futuro parece estar a la vuelta de la esquina y exigirá cada vez más de nosotros para adaptarnos con eficiencia a los cambios que traerá. Respondiendo a la pregunta de si seremos obsoletos, cabe decir que la preparación y adaptación serán la clave para garantizar nuestra vigencia.