Por: María del Pilar barrios
En el libro Formando Líderes, editado por Havard Business Review en 2004, y escrito por Melvin Sorcher y James Brant, encontré algo que, con casi 20 años de afirmado, es totalmente vigente.
Según los autores, a la hora de contratar se da demasiado valor a algunas cualidades como “jugadores de equipos, gente brillante a nivel operativo, oradores públicos dinámicos y personas ansiosas por asumir mayor responsabilidad”. Pero indican que aunque estos atributos podrían ser una “buena señal”, no siempre lo son.
Al parecer, no hay nada que explique de dónde vienen los grandes líderes, pero algunos expertos como Bennis y Thomas creen que tendría relación con la forma de tratar la adversidad y que la “capacidad de adaptación” es clave y “casi mágica para superar la adversidad”.
Las mujeres y hombres hemos sido líderes desde siempre, en mayor o menor medida y cada uno en su rol, independientemente del contexto y sin importar el escenario en el que nos encontremos. Ya sea en nuestras empresas, familias o círculos sociales, pues siempre estamos superando retos, unos más grandes que otros y en ello hay quienes se destacan más que otros dado que ninguno posee las mismas habilidades.
Si hacemos especial énfasis en el escenario laboral, las empresas enriquecen sus procesos gracias a los equipos diversos, multidisciplinarios, proactivos y con pensamiento crítico e innovador. Y allí surgen líderes que probablemente no sabían que lo eran, pero que la experiencia diaria los llevó a moldear sus habilidades, además de su formación.
El liderazgo implica virtudes, fortalece al equipo desde el frente profesional y personal e impulsa el trabajo, la unión responsable por los resultados a través de la empatía, las habilidades, el conocimiento, los valores y la capacidad de adaptación en la resolución de las barreras o circunstancias adversas.
¿Estamos formando líderes desde temprana edad en los hogares, colegios y universidades? Es decir, ¿mujeres y hombres capaces de adapatarse rápidamente para enfrentar los retos cuando todos los planes fallan y seguir adelante? ¿O solo formamos personas que poseen habilidades técnicas y académicas sobresalientes que si bien son importantes, no son suficientes?
Las empresas tienen mucho camino aún por recorrer para que las capacidades del liderazgo se sigan construyendo. En ese trabajo, comparto lo afirmado por Bennis y Thomas en que “Un líder excelente es una especie de fénix que surge de las cenizas de la adversidad, más fuerte y más comprometida que nunca”.
Por eso, además de todas las características valiosas e importantes de un líder, tengamos en cuenta en su formación, la capacidad de adaptación. Seguro que lograremos más de lo que imaginamos.