Hoy se cumplen 173 años desde que Colombia decretó la abolición de la esclavitud. Fue el entonces presidente José Ilario López quien declaró libres a todas las personas en condición de esclavitud que existieran en el país, un hecho reciente, en perspectiva. Sin embargo, desde ese momento y a la fecha la población afrodescendiente no ha dejado de trabajar por encontrar espacios para que su trabajo y aportes sean reconocidos más allá de las definiciones e imaginarios impuestos.
Es común ver reducida la participación de la población afrocolombiana a escenarios de entretenimiento, y esto tiene una connotación estructural. El entretenimiento no está mal en esencia, es parte de cualquier sociedad y ha sido un escenario en el que esta población ha encontrado una oportunidad para amplificar sus voces: a través de la música y la danza entre otras expresiones.
Sin embargo, a propósito de esta fecha especial, en la que organizaciones de todo tipo “celebran la afrocolombianidad”, vale la pena reflexionar sobre la participación histórica de este significativo sector de la sociedad en la construcción de país.
Una realidad en tres tiempos: pasado, presente y futuro
Con el ánimo de ampliar las consideraciones, más allá de la subjetividad, esta publicación tiene como invitada a Andreiza Anaya, una mujer del caribe colombiano que ha dedicado su vida profesional a la cultura, con un enfoque especial en las comunidades afrodescendientes y grupos étnicos del país, es académica y tiene una amplia experiencia en temas relacionados de comunicación con enfoque étnico. Además, es Miembro del Comité Científico Internacional del Proyecto Ruta de Personas Esclavizadas, en la UNESCO.
“La participación de la población afrocolombiana en la construcción y desarrollo de la nación ha sido estructural, estratégica y sobre todo ha sido parte de lo que podemos entender como la columna vertebral de la población”, explica la experta.
Esta precisión tiene una noción en tres tiempos. En 2024 es inviable caer en la perspectiva reduccionista que considera que la participación de esta comunidad se dio solo en el pasado, aislada a los procesos -de los que sí se tiene registro- de construcción del país.
Desde las luchas independentistas hasta el presente, la participación de la población negra ha sido estructural. Figuras como la del Almirante José Prudencio Padilla, quien participó en las guerras de independencia, hasta el ejercicio libertario de cimarronaje en los Montes de María y Cartagena, son innumerables las acciones que ponen en evidencia el hecho de que desde los inicios de esta nación. La población afrodescendiente ha jugado un papel fundamental como parte de la historia que nos trae hoy al presente, en el que Colombia se enuncia a partir de la constitución de 1991 como un país pluriétnico y multicultural.
Andreiza precisa que este rol ha sido estratégico: si revisamos en los últimos 50 o 60 años, la lucha social de las poblaciones afrocolombianas ha sido estratégica, para poder incidir en las agendas políticas, económicas y sociales”. Además, agrega que esta participación ha dejado resultados que a nivel Latinoamérica, solo son comparables con avances políticos de países como Brasil.
Volviendo al presente, gracias al trabajo de quienes vienen atrás y de quienes hoy continúan actuando en favor de la inclusión étnica, hoy Colombia cuenta con agendas sociales, económicas y políticas, que tienen grandes oportunidades de fortalecerse desde un enfoque étnico. Aún así, en los diferentes sectores, destacan personas con raíces o con una pertenencia étnica en escenarios diferentes al del entretenimiento, hombres y mujeres de ciencia, de leyes, de diplomacia, en ciencias de la salud, en tecnología entre muchos otros.
Así que, es insostenible reducir la participación de este sector de la población a la cultura o muestras folclóricas. Es momento de entender la afrocolombianidad no como la “celebración”, una vez al año, de un grupo casi que ajeno a la sociedad, sino como la conmemoración de un hecho de violencia que marcó la historia de la humanidad y sobre el que avanzamos, reconociendo lo sucedido y estableciendo garantías, desde todos los frentes para que las huellas de este pasado no afecten la construcción de un futuro que escucha y reconoce a todas las personas.