Ya me parece estar viéndolo. Con su toallita arrugada sobre el hombro derecho (jamás el izquierdo), en pantalón dominguero y zapatos ligeros tipo crocs llevando a timonazos salvajes (como al país) un  carrito de mercado seguido por una horda de guardaespaldas malencarados.

No hay de qué sorprenderse. Como usted y yo, Uribe hace mercado. Y no compra lo que Doña Lina le anota acuciosa. Termina comprando, o mandando a comprar, lo que le da la gana como aquellas tierritas cerca  de zonas francas donde sus hijos invirtieron unos pesitos. Me lo imagino hurgando en su bolsillo derecho en búsqueda de su tarjeta de cliente fiel para aprovechar unas promociones que el almacén anuncia: por la compra de dos, te dan tres huevitos.

Dicen quienes lo vieron, que cuando no encontró mermelada de mora, su preferida, alcanzó a exclamar que para qué seguir buscándola si Santos se la había malgastado toda. Afirman los perplejos testigos que no dejó una degustación en pie: él y sus guardaespaldas tenían hambre vieja como si estuvieran viviendo en Venezuela: el cafecito, las galletitas con atún y una nueva presentación de arepas paisas, fueron devoradas en un dos por tres. “Ve Juancito” –le dijo a uno de sus gorilas- “-mirá si hay más degustación que así nos ahorramos el almuerzo…”

Aseguran que pasó unos minutos en la droguería del supermercado, buscando “un agüita” que le ayudara con los callos de sus dedos índices, pues “tanto twitear, me ha maltratado esas carnitas”.

Un guardia, quien pidió no ser identificado, reveló que el Senador Uribe prefería dar la vuelta completa al supermercado que “hacer la U”. -¡Nada de U muchachos! Prefiero seguir por la derecha-

-¡Ay dotorcito!, mi hijo terminó en la universidá y está sin chamba- le dijo un humilde cliente quien salió a su paso esperanzado.

-¡Ahí está mi amigo! Todo eso es culpa de Santos y de los subversivos de la izquierda. ¿Usted votó por Duque o por Petro?

Por Petro “dotor”

-Siguiente pregunta- dijo, y se alejó raudo entre los pasillos de la extrema derecha.

Uno de los guardaespaldas le susurró al oído que no se le olvidara los pinchos para Doña Lina por aquello de la parrillada en una de sus finquitas donde había invitado a congresistas y funcionarios amigos.

Lo miró dudoso y le exclamó: – Llamá a Doña Lina y decile que pinchos no voy a llevar porque me recuerda aquello de las chuzadas. Qué más bien llevaré bastante papel higiénico para ver si podemos tapar unas cuantas c….- En ese momento le sonó el celular, según nos confirmó una empleada doméstica quien estaba cerca de Uribe al que quería pedirle un autógrafo.

-Sí María Fernanda, ya te lo mandé. El muchacho es un profesor experto en geopolítica y en José Gregorio Hernández. Ome sí, te dije  José Gregorio Hernández. Te va a servir para que te pueda hacer el milagrito de que no digas más estupideces…

Le hizo una seña a uno de sus escoltas para que compraran tres garrafones de aguardiente que estaban en promoción, mientras le daba instrucciones a otro para que recogieran cuanto libro de Gabito hubiera por las bibliotecas de la hacienda. –Apenas llegue Alejandro Ordoñez le dan los libros para que él prenda la fogata-

Siguió su recorrido y se encontró con un producto reseñado como “Incauca”. Lo echó con violencia a un lado y tomó otro de la competencia. –¡De esta Minga ni un grano, tomen nota!

Se cercioró además, con poca discreción, que había unos invitados en su lista del asado que no reconocía mucho. –Ve, Manuel – le dijo en voz baja a uno de sus acompañantes – ¿Podés averiguar quiénes son “Nora los niños y yo”?

Se topó en una de las góndolas del súper con un rompe tráfico que distinguía a la sección como JEP: “Jugos, Enlatados y Perecederos” – ¡Ay no juemíchica! Hasta en almacenes le están haciendo proselitismo a esa tal jurisdicción…por este pasillo no entro ni en pintura”.

Decidido a irse, se instaló como cualquier parroquiano un una de las filas apostadas allá, muy a la derecha de todo, esperando con poca paciencia su turno. Cuando estuvo frente a la cajera, arrugó el ceño al ver su uniforme amarillo. Ella le preguntó, con algo de vergüenza, que si era verdad que él seguía siendo el que mandaba en Colombia y no Duque. “Ay mi señora. Esas son calumnias de los santistas y petristas. Yo ya le dije a Duque que dijera que el que manda es él…”

Justo en ese momento, fue cuando creyó escuchar a alguien decir que era víctima de una extorsión. – No es extorsión, esos son los precios de acá- alcanzó a decir el exmandatario. Después se cercioró que era un copartidario suyo que denunciaba la inseguridad creciente que estaba flagelando a los colombianos. –Cual inseguridá ome, si con Duque tenemos un país más seguro y menos corrupto…-

Para inmortalizar la frase, no quiso desaprovechar la fugaz oportunidad de figurar y  trató de twittearla  inmediatamente pero no pudo: le habían robado el celular.