¿Es imposible transformar una ciudad? ¿Es un sueño inalcanzable que una urbe venida a menos y agobiada históricamente por múltiples problemáticas pueda convertirse en lo que sus habitantes se merecen? ¿Existe una receta secreta o una “varita mágica” que logre transformar ese pedazo de país en un modelo ejemplar que dé para hablar, incluso, más allá de nuestras fronteras?
Y es que lo que parecía una prolongación de la saga de “Misión Imposible”, es hoy una realidad que enorgullece a propios y extraños. Porque, más que una ciudad, Barranquilla se ha convertido en una marca de privilegio. Un sello de que las cosas, cuando se ejecutan con persistencia y entrega, puede transformar una ciudad caótica, rezagada y con innumerables falencias, en una capital cosmopolita, atractiva y pujante de cara al desarrollo.
Lo que muchos llaman “el milagro de Barranquilla” no es más que el resultado de un proceso serio de doce años del que todos hablan sin reparo. Hasta los contradictores de turno han tenido que aceptar que la Barranquilla que hoy habitamos es, sin duda, la ciudad que anhelamos y que alguna vez soñamos.
La “receta del éxito”, puesta a punto por el Alcalde Alejandro Char –quien ostenta ininterrumpidamente los índices más altos de favorabilidad– dan cuenta del sentimiento de sus moradores que reconocen su gestión y que son los testigos de que hoy tienen una mejor ciudad para ver crecer a sus hijos y a sus nietos. No es un acto de magia: es, simplemente, gestión y compromiso.
Hace unas semanas, en su habitual columna de El Heraldo, el periodista y docente Alberto Martínez daba cuenta de ese crecimiento y de los nuevos polos de desarrollo que han ido desarrollándose en la ciudad soñada “…habría que mirar también los nuevos polos de desarrollo que impulsa el modelo para que, por ejemplo, el Centro sea el nuevo norte de la ciudad, y la visión de ciudad que nos proyecta con un aroma de río que nos reencuentra con el pasado y perfila mejores días”. Y termina dando indicadores sobre la inversión social que denota a todas luces la forma en que se ha mejorado, proporcionalmente al desarrollo de la ciudad, la calidad de vida de quienes la habitan: “…y todo ello, con una finalidad clara: el hombre y la mujer de Barranquilla. Dos indicadores lo prueban: primero, el de la inversión social ($2.296.000 por cada habitante; la mayor de toda Colombia), y segundo, el de la pobreza monetaria, que cayó de 43,3 por ciento al 20% en diez años.”
Desarrollo integral
Los problemas del pasado que nos asediaban como monstruos y para los que muchos aseguraban no tenían solución, son hoy unos fantasmas del ayer. La canalización de los arroyos, la inversión en infraestructura, las prolongaciones de las avenidas, el rescate de los parques, la construcción de escenarios deportivos, el proyecto en curso del tren ligero, el auge de puestos de salud y mejoras de atención en hospitales, la creación de megacolegios cada vez mejor dotados, la Avenida al Río y su imponente malecón donde pronto confluirá un desarrollo urbanístico y comercial sin precedentes de cara al Magdalena, nos reafirman que podemos seguir soñando. Que podemos, incluso, ser mejores y que la ciudad de hoy es un ejemplo de crecimiento y pujanza que nos ha puesto en la mira de todos.
Los de mi generación, y muchos antes que esta, crecimos con un temor reverencial por los arroyos. Están aún frescos en mi mente las advertencias de mi madre cuando empezaba a llover: ¡ni se te ocurra salir que te puede llevar un arroyo! Hoy, eso es anécdota. Una gran mayoría están canalizados y los que faltan, van en camino de serlo. Ya la ciudad no se paraliza por la lluvia, y lo que es más reconfortante: no hay luto cada vez que un aguacero azota las calles.
Alejandro Char pudo hacer lo que parecía imposible para muchos: superarse a él mismo. En este segundo mandato pudo culminar lo que apenas se esbozaba hace doce años. Tres Alcaldías de lujo consecutivas –incluyendo la de Elsa Noguera—han devuelto la fe en la ciudad. Ha hecho que el ciudadano se sienta ahora más que nunca, orgulloso de su urbe.
Ya no tenemos que mirar con envidia el desarrollo de otras ciudades. Hoy, en cambio, nos miran como ejemplo. ¿Acaso se nos olvidó que hace apenas unos años no existía un parque en buen estado? Eran un pedazo de tierra abandonada a merced de la delincuencia, la prostitución y el micro tráfico. La administración cerrará su ciclo con una ciudad sin arroyos y con múltiples parques y zonas verdes rehabilitadas que le dan sentido a que el Distrito sea, en verdad, la “capital de vida” que siempre promovió.
Una ciudad para todos
La deuda que nuestra sociedad tuvo históricamente con el río, está siendo saldada. Más de ocho décadas de espaldas al Magdalena nos convirtió en una capital que insistía en desconocer sus raíces. Ahora se levanta una nueva Barranquilla orgullosa desde su Malecón y la gran Avenida al Río como un espacio propicio para el desarrollo urbanístico, turístico y recreacional de sus habitantes que se han reencontrado, a través de ese inmenso río, con un pedazo de su historia. Y más alá de lo paisajístico, es el desarrollo urbanístico y comercial que ya se anuncia de cara al Magdalena.
Escenarios deportivos a la altura de las grandes capitales del continente la han hecho merecedora, además, del rótulo de “capital deportiva de Colombia”. Ahí están el majestuoso estadio de béisbol Édgar Rentería y los renovados Romelio Martínez, el Complejo Acuático, el Estadio Moderno, el Parque de Raquetas y el Elías Chegwin, entre otros, para testificar la gestión.
El arte y la educación también fueron privilegiados. Una completa dotación de escuelas, centros de salud e institutos especializados en la primera infancia que por años esperaron en los barrios marginados de la ciudad, dejaron de ser vana ilusión para convertirse en fehaciente realidad. Desde las escuelas distritales de arte se proyectan semanalmente el variado desarrollo cultural, con nutridas manifestaciones en las renovadas plazas y parques a través de artes escénicas y diversas manifestaciones culturales.
Aun cuando quedan tareas pendientes (como mejorar los preocupantes indicadores de seguridad y movilidad a pesar del aumento del pie de fuerza y el despliegue de más de 200 auxiliares de tránsito) esta administración le imprimió a Barranquilla un distintivo sello de prestigio y, lo más importante, nos devolvió la capacidad de seguir soñando para convencernos de que podemos ser mejores: ahí afuera está la pujante ciudad que lo demuestra.