Mientras el país y el mundo hablan de economía naranja; mientras se privilegia el emprendimiento desde las escuelas y universidades; mientras profesiones tradicionales –como el periodismo—han tenido que reinventarse y cada vez más los profesionales le apuntan a la polivalencia para ser competitivos, el crimen también evoluciona. Muta. Se transforma y se filtra de las maneras más pavorosas. Hoy, fácilmente, si usted está esperando en el comedor de su casa a que le llegue una pizza de pollo con champiñones, puede que lo que llegó, no sea lo que esperaba: en vez de la pizza, le podrán llegar balas.

La criminalidad se ha infiltrado de diferentes maneras tras la fachada de reconocidas empresas de entregas a domicilio para poder acceder con facilidad a sus víctimas. En los últimos meses, decenas de casos han sido reportados en distintas zonas del país. Una muestra de ello son los titulares con que la prensa nacional y regional ha registrado los crímenes “a domicilio”. He aquí, algunos de ellos:

Ladrones vestidos de Rappi asaltaron un edificio (Revista Semana 7 de marzo de 2019)Alertan de ladrones que se disfrazan de domiciliarios (Cablenoticias, 14 de marzo de 2019); Así están robando ladrones disfrazados de domiciliarios (NotiDespegue Cúcuta – Youtube, 4 de abril de 2019); Asesinato hecho por un Rappi en Barranquilla (El Tiempo 10 de julio de 2019); Atraco “a domicilio” (El Heraldo, 5 de julio de 2019); Preocupan hurtos de delincuentes que usan prendas de domiciliarios (El Tiempo, 4 de abril de 2019); Delincuentes vestidos de ‘rappitenderos’ asaltan y apuñalan a un celador en Bogotá (Radioacktiva, 7 de marzo de 2019); Así actuaron Rappi-sicarios que asesinaron a hombre en Cali (El Chontaduro, 28 de enero de 2019); Robos desde la aplicación Rappi (RCN Radio, 2018); Hasta de domiciliarios se disfrazan criminales en Cali (El País, 30 de enero de 2019) y Delincuentes extranjeros disfrazados como repartidores de Rappi (El Popular, 10 de junio de 2019)… y solo son el botón de la muestra.

Aunque Rappi y otras empresas de domicilio han rechazado los actos delincuenciales y colaboran con las investigaciones, la modalidad delictiva no disminuye. Por el contrario, cada día cobra más víctimas. El pasado 5 de julio, una mujer fue asesinada en el norte de Barranquilla en la casa donde laboraba como empleada doméstica por un delincuente que pretendía entrar a robar. El hombre llevaba en sus hombros la distintiva maleta de la empresa que, según reportes de prensa, le fue entregada por uno de los domiciliarios al asesino para que facilitarle el acto delictivo.

La proliferación de las informaciones a través de las redes sociales está causando en la comunidad un pánico colectivo. El temor de que al hacer un pedido en vez de un churrasco,  te llegue un ladrón, o peor, un asesino, ha disparado todas las alarmas. La opinión pública cuestiona duramente los procesos de selección que estas empresas llevan a cabo para reclutar a su personal preguntándose, además, si se les verifican con rigurosidad sus antecedentes y si les piden cartas de recomendación verificables en las que den fe de su buena conducta.

Estos hechos violentos que ya han enlutado a familias en todo el país están generando una satanización de las empresas domiciliarias, cuando en realidad, las aplicaciones solo tratan de hacernos más fácil la vida. El problema está en la evolución de nuestros delincuentes que  hacen gala de una perversa “creatividad”, al recurrir a sofisticadas estratagemas para violar los filtros que las empresas ponen durante el proceso de contratación. Y es así que, mientras crees que lo que viene en la maleta es una hamburguesa, en cualquier momento puede ser el escondrijo del arma con que te amenazarán para doblegar tu voluntad y, en el mejor de los casos, robarte.

Las autoridades repiten, mientras tanto, el mismo libreto de “advertencias”, entre ellas, de no dejar seguir al domiciliario sino atenderlo en el lobby, como si la amenaza, de igual forma, no puedan hacerla en cualquier parte de la propiedad. La fiebre no está en la sábana. Para que no se repitan tragedias como la del pasado 5 de julio en Barranquilla donde una señora fue asesinada por un hombre que tenía una maleta de Rappi, las empresas deben redoblar los estándares de seguridad para nuevas contrataciones y depurar las existentes. Las hojas de vida y las referencias personales y laborales deben ser arduamente confirmadas. El secreto está en la prevención, no en cómo vamos actuar cuando el malhechor ya esté en nuestra propiedad. Mientras esto no suceda, algo de culpa compartirán las empresas que aún mantienen en sus filas a atracadores y asesinos (nacionales y foráneos)  deambulando por ahí en bicicletas.