Si en este momento usted, atraído por el título, sintió la necesidad de leer el artículo, lo único que puedo decirle es… ¡bienvenido al club! Tal vez toda una vida regalando tu nobleza a los demás, preocupándote por el otro, ayudando a amigos y extraños, otorgando oportunidades o compartiendo tus éxitos, no te ha dejado, en el fondo, la gratificación que esperabas, a no ser que pertenezcas a una sociedad filantrópica que anda por ahí repartiendo su generosidad con los demás a cambio de nada.

No pretendo hacer una apología “a la mala persona”. Pretendo demostrar cómo estos nuevos tiempos privilegian al menos apto, al poco leal, al hipócrita profesional, al trepador disimulado, al oportunista camuflado y al lambón de oficio.

Jamás se pretende que los jefes o compañeros de trabajo sean “tus amigos”, pero tampoco es deseable que sean enemigos en reposo. Incluso, no es tan malo su poca experticia para el cargo. Lo peor es que, además, sean una mala persona. Y es que las malas personas andan en manada. Una atraerá a la otra y esta, por complacer al jefe, sumará adeptos a esta cofradía en la que se termina mezclando la incapacidad y el nulo reconocimiento social, con las decisiones tomadas desde su propia cuota de maldad. Y esto pasa tanto en lo público como en lo privado. Las malas personas están ahí, al acecho, esperando y confabulando, cosas para la que tienen un don especial.

Son esos que aparentan ser serviciales y juran frente a ti, cuando te necesitan, “una amistad y lealtad que soportará el apocalipsis”. Pero apenas los vientos empiecen a cambiar, serán los primeros que correrán a buscar un alero seguro como la paloma.

Jamás se pretende que los jefes o compañeros de trabajo sean “tus amigos”, pero tampoco es deseable que sean enemigos en reposo. Incluso, no es tan mala su poca experticia para el cargo. Lo peor es que, además, sean una mala persona. Y es que las malas personas andan en manada. Una atraerá a la otra.

Sociólogos han estudiado el fenómeno y lo califican como algo natural del ser humano.  Somos fácilmente adaptables a las circunstancias y eso es comprensible. Lo que no lo es, es que en la búsqueda del bien individual te lleves por delante a los demás. Incluso a esos que alguna vez te tendieron la mano.

La manada y la maldad

Euprepio Padula, quien  lleva más de 24 años trabajando como Headhunter y suma 14 años como Coach y experto en Liderazgo en empresas multinacionales, es enfático en afirmar que de un líder siempre se ha esperado que de ejemplo,  según  los objetivos, las metas y la organización en la que se trabaje. No es lo mismo ser un líder político que un líder empresarial, o uno social. En cualquier caso, hay ciertas cualidades absolutamente imprescindibles como ser ejemplar y, sobre todo, ser buena gente. No se puede ser un buen líder siendo una mala persona”.

Hoy, un recorrido por las redes sociales podría ponernos los pelos de punta. La intolerancia, los insultos implícitos o explícitos, las odas a la corrupción, la apología a la violencia, la agresión como medio de imponer las ideas y la ofensa como argumento único para debatir, nos hace pensar que el mundo virtual está lleno de ellos. De malas personas felices, esas que no se esconden y se muestran tal cual son en las redes y en la vida real, y de  otros, aún “en el clóset”, que se escudan en la hipocresía para seguir aparentando en público lo que en verdad no son en privado. Son malas personas que predican ética, moralidad, buen comportamiento, astucia y liderazgo, sin cumplir siquiera con uno solo de estos requisitos.

¿Pero tanto ha cambiado el mundo? ¿Tanto se han trastocado los valores? ¿Dónde fueron a parar las enseñanzas que cultivábamos desde niños como la amistad, la lealtad, la humildad y la sinceridad? Esta frenética carrera posmoderna parece envolvernos en una burbuja que solo nos permite mirar nuestros propios intereses. Cada vez más solo me importa lo que a mí me pase, y cada vez más echaré mano de cualquier recurso (así implique atropellar al otro) para mantener mi seguridad.

¿Amistad para qué?

El sociólogo y  filósofo polaco Zygmunt Bauman fue el creador del concepto de la «modernidad líquida» y uno de los pensadores más destacados del siglo XX. Para él, la condición humana pasaba por el rasero del cómo es el ser humano: sus convicciones y valores, sus deseos, comportamientos y actitudes como ser social. “Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa. Todo es más fácil en la vida virtual, pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad”.

Para Bauman, la amistad y los buenos sentimientos deben hacer parte de la persona como ser integral, pero advierte que, para el propio beneficio, hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos y el trabajo bien hecho”.

Si te quieres dar por vencido en tu apostolado de querer imponerte siendo una buena persona, ayudando a los demás, compartiendo con el otro, otorgando oportunidades, tendiendo la mano y resguardando los valores con los que creciste, aún estás a tiempo. El club, cada vez más creciente “de malas personas”, siempre está abierto para nuevos socios.

Pero para pertenecer debes esforzarte en hacer tuyos unos verbos que no solo debes memorizar, sino practicar: traiciona, miente, engaña, acusa, injuria, desconoce, sé ingrato, difama, persigue, humilla y, lo más importante, sé servil, hasta la bajeza, con esas malas personas que hoy tienen cinco pesos de poder.

Por desgracia, para las malas personas, fuera de la cofradía que juntos labran, todos, en la vida real y en las redes, saben a ciencia cierta quiénes son. Por lo general, son los mismos que, más pronto que tarde, estarán otra vez ahí, sumisos, con la mano extendida, esperando de nuevo un poco de tu generosidad. Esa misma que ya no encontrará porque para entonces, ya habrás aprendido a ser una mejor mala persona que ellos.