Atenido: “dicho de una persona que le gusta vivir a costa de los demás”.
Esa es la corta pero contundente definición que el diccionario de la Real Academia Española le da a la palabra que se convirtió, la semana pasada, en la piedra de escándalo cuando la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, llamó de esa manera a los colombianos.
“…Los colombianos no pueden estar atenidos a ver qué hace el Gobierno por cada uno”, dijo la alta funcionaria en una entrevista a Noticias Caracol cuando trataba de justificar la apertura gradual de labores de distintos sectores en medio de la pandemia.
Mientras la mayoría de los colombianos nos ganamos la vida trabajando duramente, hay otros que simplemente han vivido toda su vida del Estado. Es el caso de la vicepresidenta, quien toda su vida ha vivido pegada al ombligo estatal y quién ha sido recientemente criticada por favorecer con contratos a la empresa de su esposo y cuestionada por una supuesta relación comercial con un personaje de oscuros antecedentes. La misma que ha sido recurrente en metidas de pata, frases disonantes, actuaciones despóticas y frases fuertes contra sectores de la comunidad y la oposición.
Mientras la mayoría de los colombianos nos ganamos la vida trabajando duramente, hay otros que simplemente han vivido toda su vida del Estado.
Nadie entiende como una funcionaria de su rango no es consecuente con el momento histórico que atraviesan Colombia y el mundo. Momento en que todos los estados tienen una sola prioridad: proteger a las clases menos favorecidas, a los más vulnerables, a los independientes y a la pequeña y mediana industria, que tratan de sortear difíciles escollos que los abocan a la quiebra.
Es por ello que escupirle “atenidos” a los que reclaman las ayudas prometidas del Estado, los préstamos que facilitaría la banca, la flexibilidad en servicios, la problemática de los arriendos, la falta de alimentos, entre otros, es una prueba fehaciente que ella vive dentro de una burbuja que arropa a una burguesía oficial desconectada de la terrible problemática social que existe más allá de los clubes sociales que suelen frecuentar.
Si los millones de colombianos que necesitan de los recursos del Estado (esos mismos que se obtienen con los impuestos que pagamos todos) y son llamados “atenidos”, dígame señora Vicepresidenta ¿cómo deberíamos llamar a Avianca y a Ecopetrol, solo por nombrar dos de las empresas, que andan implorando “una ayudita por el amor a Dios”?
Y cada vez que una empresa de esas dimensiones abre la boca, o sectores como la construcción insinúa algo, las ruedas del poder empiezan a moverse, como se han movido siempre, para auxiliar a los bancos a través de múltiples gravámenes transitorios que se han vuelto eternos, para darle solución a esos sectores supuestamente “sólidos” de nuestra economía.
Tan grave como llamar Presidente Uribe (más de tres veces) a Iván Duque, es llamar “atenidos” a los colombianos que en estos cincuenta días de encierro prácticamente lo ha perdido todo. Y, seguro, después de ese insulto, perdieron también la esperanza de ver mitigación de sus problemas a un corto plazo.
Lo de Marta Lucía Ramírez es considerado por algunos como “un cambio extremo”. Ella, con sus reiteras declaraciones fuera de lugar, se ha convertido tristemente en una herramienta que abona a la polarización y crea cada vez más inconformismo social que, a la postre, termina ensuciando la imagen del mismo Presidente de la República.
Una familia que depende de lo que produce día a día ¿Cómo puede soportar casi dos meses sin buscar el sustento? ¿Acaso la señora Ramírez no es consciente de que el 60 % de los colombianos que laboran, lo hacen desde la informalidad? Ellos no están pidiendo limosna. Ni quieren generar lástima. Ellos, como todos nosotros, son parte de un Estado que debe propender por construir estrategias que le den oportunidad a estas familias a las que ya no les queda nada.
Atenidos son, señora Vicepresidenta, la mayoría de los congresistas, casi todos los políticos y los centenares de contratistas que, como hienas están ahí, merodeando las sobras del poder, esperando que les arrojen el próximo bocado para seguir enriqueciendo sus bolsillos…atenidos, ellos, sí, a los “favores” del gobierno de turno.