No son solo los casi 600 muertos y los más de 15 mil contagiados, ni los centenares de desempleados y comerciantes en quiebra las nefastas consecuencias que ha dejado el temible covid 19. Está pandemia que azota a nuestro país, al igual que a otras naciones del mundo, también ha dejado al descubierto que el buen ejercicio del periodismo nos ha quedado debiendo.
¿Cómo puedo explicar que en medio de una cifra alarmante de contagiados en una ciudad el medio no publique ni siquiera un análisis sobre la gravedad del asunto y se límite únicamente a reproducir el boletín diario del Ministerio de Salud, como quien replica “El boletín del consumidor”?
No hay que ser un especialista en periodismo de salud, ni tener un “magister” en pandemia, virus y cuarentenas, para poder llegar a los lectores, ávidos de información, y preocupados por las noticias diarias, con historias que alerten, pero que también reconforten. Con algo más que cifras y datos. Con información que trabaje en el por qué, en el para qué, y en el cómo y no se límite solamente al qué, a quién y a cuándo. Pues para hacer eso último, no se necesita ser periodista.
No se trata tampoco de crear amarillismo ni tejer novelas cursis alrededor del coronavirus. Ni de regodearse en exponer la pornomiseria (como lo llamaría el maestro Omar Rincón) de los que han sido víctimas del virus. Pero lo que sí es cierto, es que un hecho que no ocurría desde hace cien años -cuando la gripa española azotó al mundo dejando entonces alrededor de setenta mil muertos- sea cubierto de una forma tan fría y tan dependiente de lo que el gobierno hace saber.
¿Dónde están las historias de interés humano que relaten como se enfrenta a la adversidad? ¿Cómo se le gana la batalla a la muerte? ¿Por qué las comunidades más vulnerables a pesar de su enorme riesgo son las que violan más las normas de confinamiento y seguridad? ¿En qué parte podemos leer trabajos sobre la cultura ciudadana y su respuesta ante la pandemia? ¿Por qué escasean los perfiles de médicos de turnos de 20 horas que luchan contra el virus a costa de su propia vida? ¿En qué parte está la angustia de los que lo han perdido todo por la cuarentena? ¿A dónde encontramos los relatos de los que a pesar de la crisis, han sido capaces de reinventarse para seguir subsistiendo? ¿Cuál es la realidad de las unidades de cuidados intensivos de nuestras ciudades sobre todo en las provincias? ¿Por qué no se cuestiona lo miserable de las donaciones en muchos municipios del país y, lo que es peor, los comprobados sobrecostos en los mercados que deja en evidencia que a la corrupción le importa un comino la tragedia de los demás?
Los medios están llenos de las mismas declaraciones de los alcaldes, de citas que repiten lo mismo que el tele-presidente dice en sus repetitivos discursos de las seis y encontrar las verdaderas historias, esas que muestren el lado humano de algo que nos afecta a todos, es como hallar una aguja en un pajar.
Pierde el periodismo cuando los protagonistas son los propios mandatarios que se muestran repetidamente, hasta el cansancio, en videos, por todas las redes sociales recorriendo calles o lanzando advertencias. Parece que existiera un interés en que se publique solo lo “conveniente”, relegando, peligrosamente para el oficio, lo que debe ser periodístico: porque el verdadero periodismo no debe limitarse a ser el loro transcriptor de la voz del poder. Si no se cuestiona, si no hay una mirada crítica, si no se buscan historia más allá de los comunicados de Minsalud y de las Alcaldías, entonces la tarea no se está haciendo bien hecha.
Los medios están llenos de las mismas declaraciones de los alcaldes, de citas que repiten lo mismo que el tele-presidente dice en sus repetitivos discursos de las seis y encontrar las verdaderas historias, esas que muestren el lado humano de algo que nos afecta a todos, es como hallar una aguja en un pajar.
Tal vez la razón por la que muchos lectores prefieran leer llamativas historias de dudosa procedencia en las redes sociales que generalmente son solo ‘fake news’, sea porque ya están aburridos del periodismo plano, poco creativo y repetitivo que están llenando las páginas de los diarios y las pantallas de la televisión. Pero mientras se escoja la manera fácil de hacer periodismo, seguiremos leyendo las mismas historias, esas en las que abundan datos, cifras y estadísticas, pero que realmente no cuentan nada.
Las mejores historias de la lucha contra el coronavirus se han leído de la prensa italiana y española. Historias contadas desde la perspectiva de los médicos de urgencia que nos hacen estremecer y nos obligan a entender que este virus no es un juego. Lloramos con las pérdidas de otros y no entendemos porqué la tragedia se ensaña con algunos, pero también nos alegramos cuando alguien gana la batalla por su vida.
Que falta hacen los informes que alerten sobre la precaria realidad de nuestro sistema de salud, de lo mal pagos que son los médicos y de lo angustioso que es quedar en manos de las EPS en situaciones como estas. ¿Será que ya nos dimos cuenta que la inversión en salud y educación es más importante que invertir para la guerra?
Nos llegan rumores de los cambios del medio ambiente ante la ausencia de su más grande depredador: el ser humano. Pero esa historia está contada a retazos por fotos de redes sociales y de algún informe extraviado en alguna página internacional de un diario local. ¿Solo es noticia que el agujero de la capa de ozono se haga más grande pero no lo es cuando el agujero se reduce y se recuperan océanos, bosques y fauna?
Esperamos que sea cierto aquello de que después de esta pandemia no volveremos a ser los mismos. Ojalá. Pero esperamos también que el periodismo entienda, por fin, que tampoco puede seguir siendo el mismo.