Todo parecía indicar que se trataba de un joven prometedor. Jaime Pumarejo, dueño de una excelsa preparación académica, y socio del medio de comunicación más importante de la ciudad, había participado activamente de los últimos gobiernos distritales y algunos lo consideraban un sucesor natural de Alex Char, ese fenómeno político, al que se le atribuye haber cambiado la percepción de Barranquilla en el país y en el mundo.
Su sueño de ser alcalde se dio por fin, entre el optimismo de muchos (incluyéndome) que creíamos que sería un líder a la altura de las necesidades de la ciudad. Uno que podría escuchar a las comunidades y sus problemáticas y que trabajaría con y para la gente.
Los resultados electorales fueron la primera campanada de alerta. Las encuestas le daban un 90 por ciento de favorabilidad y se estimaba una votación histórica cercana a los 400 mil votos. Sin embargo, sacó un poquito más de 300 mil (un 60 % del total) pero con el agravante de que casi 90 mil votos en blanco se contaron en esas elecciones en las que, además, no tuvo ningún contendor de peso o, por lo menos, con algún respaldo importante que le pudiera hacer siquiera cosquillas.
Una reciente encuesta de Datanalisis lo muestra con una favorabilidad del 71 %, a pesar de que lo que se interpreta de la lectura en las redes sociales, en columnas de opinión y en críticas en medios independientes, es que su luna de miel con la comunidad terminó hace rato. Por el contrario, ya se empieza a percibir una desconexión entre el mandatario y el pueblo en medio del grueso coro de aduladores a su servicio diseminados en distintos estamentos, entre los que se cuentan algunos medios de comunicación cercanos a sus afectos.
Analistas políticos han advertido que es llamativo que, incluso en el Concejo, casi nadie cuestiona, replica o disiente (ni siquiera “los de la oposición”) y que por el contrario, aprobaron de forma exprés el Plan de Desarrollo presentado por el mandatario sin hacerle reparos a una sola coma.
A eso se le suman medios que son poco críticos con el acontecer de la ciudad, mismos que se limitan a publicar o transmitir lo que para él es conveniente. En cambio, denuncias publicadas por portales periodísticos independientes han advertido con preocupación que se han disparado contrataciones que, en momentos de emergencia como los que se viven, no son para nada necesarias. Entre ellos destaca la millonaria inversión en publicidad aparentemente destinada para mantener su imagen en esos “porcentajes de favorabilidad” como los que arroja la citada encuesta.
Podríamos decir que el joven Pumarejo no tuvo suerte. De malas él que ni en sus peores pesadillas pudo imaginar que le tocaría liderar una Barranquilla en tiempos en que no podría “mostrar obras”, sino que tendría la nada fácil tarea de llevar a una ciudad, con saldo en rojo, a un puerto seguro en medio de una pandemia que azota a todo el mundo.
Y es que a pesar de sus intentos de mostrar un liderazgo en el control del coronavirus en la ciudad, los esfuerzos de Pumarejo (hay que reconocer que sí los ha hecho) no han dado los frutos esperados. En sus estrategias para combatir el Covid 19, las cifras no mienten, pero tampoco lo favorecen: Medellín tiene casi tres veces más habitantes que Barranquilla y tiene cuatro veces menos casos. Hace un mes que nadie muere en Medellín por el virus, mientras que en Barranquilla, casi a diario, las estadísticas reportan decesos en la ciudad a causa del coronavirus, sumando ya más de 40 víctimas fatales. Al momento de escribir esta columna, cuatro más se sumaban a las cifras mortales.
Inquieta que aún sin vislumbrarse la llegada de los picos de contagio, Jaime Pumarejo, el hombre que debe liderar este proceso de recuperación de la ciudad, no haya podido encontrar los mecanismos suficientes para que Barranquilla se acoja a la disciplina social.
En medio de ese panorama de incertidumbre que vive la ciudad, las decisiones poco coherentes dejan sin aliento a la ciudadanía: cambiar tres veces en menos de diez días los “pico y cédula” fueron, por poner un ejemplo, medidas que podrían enloquecer hasta al más cuerdo.
La insistencia en ser protagonista con videos en las calles y los inventarios diarios de penalizaciones y comparendos, pareciera indicar que las estrategias puestas en marcha resultan insuficientes. Su obsesión al culpar repetida y casi que exclusivamente a la “indisciplina social” por las altas cifras de contagio, no han caído bien en la ciudad. Si bien hay que reconocer que sectores de la comunidad siguen sin hacer caso de las medidas que llaman a “quedarse en casa”, surgiría la pregunta de por qué hay esa especie de rebeldía social en contra de las bienintencionadas decisiones del mandatario.
Inquieta que aún sin vislumbrarse la llegada de los altos picos de contagio, Jaime Pumarejo, el hombre que debe liderar este proceso de recuperación, no haya podido encontrar los mecanismos suficientes para que Barranquilla se acoja a la disciplina social. Además, adolece de herramientas efectivas que permitan controlar el obligatorio aislamiento que tienen que mantener los que han sido contagiados. A eso nos referimos cuando decimos que la falta de inversión social, específicamente en construcción de sociedad y en educación, nos está pasando hoy una onerosa factura.
Ni siquiera el actual Plan de desarrollo, recientemente aprobado, aborda a fondo esa creciente problemática, como tampoco trabaja de manera suficiente las estrategias para mejorar el entorno medioambiental de la ciudad. Les falta fuerza a las políticas de inclusión a las minorías que, aunque aparecen en el plan, no se ven suficientemente representadas con medidas que les permitan a acceder a más oportunidades en pro de la equidad. Destaca un énfasis especial en el impulso a la tecnología, lo que es necesario, pero no contempla estrategias claras que nos aboquen a caminar con seguridad en un programa de reactivación económica de una ciudad que está golpeada hasta la médula por la recesión producto de la pandemia. En resumen: hay más sombras que luces.
El Alcalde está perdiendo el liderazgo. No inspira y le está costando llegar al corazón de la gente, lo que de alguna manera se refleja en los flacos resultados en su lucha contra el virus que preocupa a todos. ¿Cómo motivar a quedarse en casa en medio de la pandemia cuando en la alacena no queda ningún huevo para el desayuno? No es un secreto que no ha habido ayuda suficiente para que las clases más necesitadas puedan respetar el confinamiento sin pasar hambre, pues los cacareados mercados, cuyo valor comercial real no llegaban a los 35 mil pesos, eran realmente insuficientes.
¿Cómo quedarse en casa -repito- sin apoyo del Estado ni del Distrito? ¿Quién vela por las necesidades de una familia que depende de lo que puede producir en la calle para conseguir con qué comer? Ahí, en esas estrategias, el Alcalde nos ha quedado debiendo, como nos han quedado debiendo también otros muchos Alcaldes de distintas ciudades del caribe y del país.
La popularidad de Pumarejo, parece ir en declive a pesar de lo que dice Datanalisis en su encuesta telefónica a 600 personas. Los cuestionamientos de que ha sido objeto en las últimas semanas (especialmente en las redes sociales, por columnista y por medios independientes) en vez de invitarlo a la reflexión, parece que no lo está dejando pensar con claridad. Deja expuesta su arrogancia, su blindaje poco sano a cualquier crítica que tenga como fin aportar en la búsqueda de soluciones, y se enfrasca, repito, en que el castigo (multas) y señalamientos (la culpa es del pueblo) son las estrategias que nos sacarán de la crisis sanitaria. Fallan sus asesores en materia grave al lanzar una campaña en la que el eslogan es “depende de ti”. ¿Depende de ti? Se podría preguntar la gente. ¿Acaso llevar por buen camino a la ciudad no depende también del alcalde y de su grueso equipo de trabajo? De todos, alcalde: salir de esto depende de todos. Incluyéndolo a usted, por supuesto.
No es claro aún como se va a recuperar financieramente una ciudad que a inicio de este año ya tenía las arcas en rojo. ¿Cómo se van a liberar escenarios laborales si los contagios se multiplican y el Distrito sigue entre los primeros con más casos en el país? ¿Cuál es la ruta clara a seguir que combine reactivación económica con seguridad sanitaria? A pesar de que hay mucha información, no hay suficiente claridad. Mensajes como “todos nos vamos a contagiar de a poco” o el más reciente en una entrevista en ‘El Heraldo’ en la que afirma que “los contagios aumentarán”, lo que es absolutamente obvio, generan más preocupaciones que confianza.
La tarea no es fácil. Barranquilla, como todas las ciudades del caribe colombiano, tiene fallas graves en cultura ciudadana . Es una mezcla de displicencia con folclorismo, que se agrava por la poca inversión de las administraciones a través de la historia, en proyectos que apunten a construcción de ciudadanía. Esa es otra tarea pendiente que debe añadirse a la larga lista.
A pesar de todo, es claro que el Alcalde Pumarejo no podrá, él solo, llevar este barco -que ahora navega en medio de un mar de incertidumbre- a un puerto seguro. Para ello necesita del apoyo de la comunidad. Una con la que, a pesar de sus esfuerzos, no ha podido establecer la conexión necesaria para que nos motive a remar para el mismo lado. Pero ahora, más allá de las diferencias, cada uno deberá aportar su grano de arena para que podamos empezar a ver la luz al final del túnel.
Ya lo ve Alcalde: esto depende de todos.