Escena 1.- “No puede entrar”
Eran los primeros días de la cuarentena. Aún no se daba la explosión de casos de covid-19 que hoy nos estremecen y era inimaginable la lluvia de muertos que vendría. El hombre iba a su turno de trabajo. Tenia su bata de médico puesta y se disponía a entrar a un supermercado a comprar las medias onces para aguantar el agobiante trajín en una sala de hospital. No pudo comprar nada: el guardia lo detuvo apenas trató de franquear la entrada y le dijo que, con la camisa de médico, era imposible el ingreso porque podía “asustar a los clientes”. Finalmente el galeno desistió de la compra y dejó un vídeo socializando el acto discriminatorio.
Escena 2.- ¿Es mi fiesta y qué?
Las imágenes mostraban, de lejos, que el entorno era de un barrio pudiente. Las imágenes cercanas los retrataban a ellos, jóvenes y simpáticos, con un megáfono a las dos de la madrugada trepados en una azotea de edificio y blandiendo botellas de licor. Las obscenidades se multiplicaban por el aparato y el escándalo no dejaba dormir a nadie, cuando apenas la cuarentena estaba comenzando. A quien se asomara para decirles algo, les daba una respuesta grosera y violenta que se podía escuchar a kilómetros.
Escena 3.- Velorio de contagios
Mientras los llamados al cuidado y prevención se hacían extensivos en todo el país y las cifras de contagios aumentaba exponencialmente, en una transitada avenida de Barranquilla un cortejo fúnebre despedía con música y licor a un allegado, sin tener ningún tipo de protección. Solo la intervención de la Policía pudo diseminar de manera inmediata la populosa honra fúnebre, en medio de la protesta masiva de los deudos y la música que atronaba desde los estéreos.
Escena 4.- ¿Tapabocas para qué?
El hombre va caminando dentro de un supermercado detallando los productos en los que está interesado comprar. De un momento a otro, se despoja del tapaboca y empieza a recorrer el local sin la prenda puesta. Otro cliente, al verlo, le recuerda que es obligatorio utilizarlo en esos espacios y la respuesta del hombre es la agresión: en video quedó grabado el momento en que el infractor responde con agresiones verbales al ciudadano y al guardia de seguridad que también trata de que entre en razón.
Mientras tanto, en un bus de Transmetro, un individuo, sentado en la banca de atrás, está sin tapabocas, cono si nada pasara. El conductor lo mira por el retrovisor y le dice al hombre que es una obligación que lo use. El vídeo muestra cómo el personaje increpa al conductor que, a pesar de las protestas del pasajero, le insiste en que debe ponerse el tapabocas. El hombre se levanta de repente, pide la parada y, al bajarse, destroza el vidrio del bus articulado.
Escena 5.- El doble seis de la muerte
La fachada aparenta estar cerrada. Si no es por la llamada de un vecino, nadie se hubiera percatado de lo que estaba ocurriendo adentro: las mesas de billar y de dominó, que debían dormir el sueño de los justos mientras pasaba la cuarentena, estaban siendo utilizada por clientes clandestinos que departían, como si nada, dentro del local en forma, ilegal, al compás del licor y, por supuesto, de la música que a la larga fue la que alertó a los vecinos.
Días después, en un sector reconocido por ser zona de tolerancia y lenocinio, dos prostitutas, una colombiana y otra extranjera, se agarraron a golpes en plena vía pública peleando por un cliente. «Yo lo vi primero. Es mío» , gritaba una de ellas histérica, mientras que la otra se abalanzaba sobre esta en una pelea grotesca que atrajo a decenas de curiosos que disfrutaban la escena, sin distancia social y sin uso de tapabocas.
Escena 6. – “Están pagando por muerto”
Como si fuera poco el miedo natural que tiene la gente por la pandemia, las redes sociales empiezan a funcionar como recicladoras de basura. Cadenas de WhatsApp y múltiples estados de Facebook, propagan supuestas denuncias anónimas en las que advierten engañosamente que las clínicas «están dejando morir a personas con covid» y lo que es peor, mandan cadenas con audios dónde afirman que en hospitales rotulan como enfermos de covid a quien no lo tiene con el supuesto oscuro propósito de beneficiarse de unos recursos que dizque el Estado otorga a las instituciones hospitalarias por cada caso positivo.
Digno argumento para una novela distópica. Lo peor, es que hay quienes lo creen dejando muy mal a médicos y centros hospitalarios que en realidad son los que están luchando por salvar nuestras vidas.
Escena 7.- La “alegría” de aprender
El profesor está dedicado a dar su clase virtual, intentando en medio de recovecos tecnológicos en los que nunca ha sido muy experto, sortear el temporal y tratar de transmitirle el conocimiento a sus estudiantes de secundaria, en medio de la pandemia. Él habla con pasión al lente de la cámara y se enfrasca en su explicación detallada para que todos entiendan, mientras allá, agazapado en lo virtual tal como lo hacía en lo presencial, un estudiante hace burlas grotescas sobre el profesor y le profiere insultos de todo tipo en los comentarios de la sesión. El profesor, digno, sigue dando la clase.
Escena 8.- ¿Usted no sabe quién soy yo?
La señora llega vestida como para una fiesta a una fila que encuentra a la entrada de un reconocido supermercado, que como es sabido, atienden por pico y cédula y solo dejan entrar en grupos de a diez cuando otros diez clientes abandonen el local.
-Y esta qué vaina es – grita desmedida- ¿Acaso estamos en Venezuela para hacer fila? – Y, dicho eso, enrumba hacía la puerta a la que golpea con un gigantesco anillo de oro: -Mira tú- le grita al guardia tras el vidrio- Ábreme ahora que necesito hacer la compra. El hombre, paciente, le explica que debe esperar el turno y tener la cédula a la mano. -¿Cédula?- grita destemplada. -¿Tú me vas a pedir cédula a mí? ¿Acaso usted no sabe quién soy yo? ¡Descarado!- y se aleja lanzando insultos a diestra y siniestra ante la mirada incrédula de los otros clientes.
Días después, en una autopista que conduce a otro departamento, un grupo de familiares y amigos se transportan en dos vehículos con «autorizaciones» de una agremiación de ganaderos porque los personajes, reconocidos miembros de la muy pudiente sociedad barranquillera, van a «comprar unas vacas». El hecho se vuelve viral por el vídeo de una de ellas en que en tono burlón hace énfasis en que se «va a volver ganadera». Lo más llamativo, es que hasta el asistente doméstico iba en uno de los vehículos que, al final, fue devuelto por las autoridades. Demuestra este hecho que la indisciplina social está en todos los estratos. Lo peor: varios de ellos son reconocidos personajes de la sociedad y de medios locales.
Escena 9.- Una familia para mi bebé
Hace pocos día un transeúnte encontró sobre la acera de un populoso sector de Barranquilla, envuelto en unas sábanas azules y en medio del llanto, a un bebé recién nacido. Al lado de la criatura que lloraba a todo pulmón, había una conmovedora nota de su madre explicando que si se quedaba con él, el niño moriría de hambre. En la carta anotó su fecha de nacimiento y auguraba que sin ella, la criatura podía tener un mejor futuro. Un reflejo de la sociedad que tenemos y de las difíciles problemáticas sociales que asfixian a muchos de los habitantes en plena pandemia.
Escena 10.- Tres sufragios para el doc
Primero, le llegaron dos en la Clínica Materno Infantil Adela de Char y después, llegó el otro a su casa. Eran arreglos fúnebres que venían acompañados de cartas amenazantes en las que lo intimidaban a él y a su familia, porque supuestamente “había dejado morir a una señora”. Pero José Buelvas, un médico con más de 18 años trabajando como internista intensivista, solo sabe salvar vidas. Y lo hace en medio de las limitaciones de hospitales con dificultades en equipos e instrumentación. Pero un demente, amenaza su vida y la de su familia porque un familiar no sobrevivió al virus letal
“En muchas ocasiones no tenemos ni siquiera las condiciones y, a pesar de eso, nos enfrentamos a esta pandemia. ¡Por Dios! ¿Hasta cuándo?” fueron sus últimas palabras en el video que se hizo viral en las redes sociales.
Epílogo
Mientras tanto, Barranquilla, como otra ciudad cualquiera, trata de sobrevivir debatiéndose entre estrategias poco efectivas de seres que aún no encuentran el camino para que fluya una correcta comunicación entre gobernante y gobernados, buscando explicaciones al por qué persiste esa desobediencia ciudadana que nos puede llevar a la muerte, olvidando, tal vez, que por años la comunidad ha estado abandonada a su suerte, con reducida inversión social en construcción de ciudadanía, sin ningún proceso de acompañamiento para hacer entender al ciudadano que si bien tiene derechos, también tiene deberes que cumplir.
Y así pasan las semanas. Entre acusaciones de lado y lado, mientras que la furia termina envolviendo a la ciudad entera. Una, que quiere encontrar desesperada la forma de salir de su laberinto de muertes y contagios. Una que debe entender que, para lograrlo, se necesita del compromiso de todos.