Las cifras hablan claro: en un mes, desde el 17 de mayo hasta el 17 de junio, Colombia pasó de 15574 contagiados a 54931 y de 584 muertes a 1801. Las cifras son más del triple y siguen aumentando, pues la pandemia crece amenazante en algunas zonas del país, en especial la costa atlántica. Barranquilla, que al 17 de abril tenía un poco más de cien contagios, vio incrédula como en solo dos meses, alcanzó casi los siete mil.

Solo hace unos pocos días las autoridades nacionales empezaron a preocuparse públicamente por lo que pasa en Barranquilla. Esta ciudad, al inicio de la cuarentena, parecía tener todo controlado. Pero tal vez por eso, por no aprovechar ese tiempo para prepararse, fortalecer los sistemas de salud para arreciar con restricciones y campañas de prevención; el no usar estrategias adecuadas de comunicación que sirvieran para llegar con mensajes claros a estratos vulnerables y generar conciencia en ellas, el virus terminó cogiendo fuerza y convirtiendo a Barranquilla en el foco de la pandemia en el país.

Barranquilla.

El discurso que se ha manejado, tratando de culpar únicamente a la “indisciplina social”,  y por ende a las clases menos favorecidas, es un desconocimiento total de nuestra propia historia. Una que habla de los cordones de pobreza extrema que tiene la ciudad, sectores repetitivamente olvidados, donde siempre ha campeado la discriminación, la estigmatización y el olvido oficial. Una ciudad que le ha hecho culto al folclorismo, a lo trivial y que le ha dado la espalda a la cultura. Con ciudadanos que tratan de sobrevivir el día a día viviendo del rebusque y del comercio informal y que hoy son el caldo de cultivo de la propagación del virus.

Y es que no se puede esperar que de la noche a la mañana la gente cambie un comportamiento al que nunca el distrito trató de moldear. En ningún plan de desarrollo de las últimas décadas se han asignado recursos suficientes para poner en marcha estrategias o programas encaminados a construir ciudadanía. A formación de líderes comunitarios; a reconstrucción y rescate del tejido social; a enseñar deberes y derechos del ciudadano que propenda por cultivar el sentido de pertenencia y amor por su ciudad. Y a enseñar que, entre otras cosas, la cultura ciudadana es más, mucho más que Junior y carnaval. Y que la clase popular no solo es importante en épocas electorales, donde los políticos de turno se hacen ver para comprar conciencias, la misma conciencia que ahora, cínicos, le piden a esos mismos ciudadanos.

Mas que echarle toda la culpa a la tan mencionada indisciplina (que obviamente tiene culpa) habría también que revisar la calidad de la comunicación que se tiende entre gobernante y gobernados y, por ende, la confianza o falta de esta que existe. Si no hay una comunicación eficaz, no habrá entonces forma de sensibilizar a la población sobre la importancia de acatar las medidas. Mismas medidas que en altos estratos sociales, también violan con frecuencia.

Reconocemos el legítimo interés del Alcalde Jaime Pumarejo en trabajar duro y firme para aplanar la curva de esta enfermedad que tiene asolada a la ciudad. Pero tiene también el alcalde, la oportunidad histórica de construir desde cero. Si bien la indisciplina social es el producto del escaso trabajo de las alcaldías en construcción de sociedad, ahora, de la mano de la academia, de expertos en la materia, apelando a las técnicas de la edu-comunicación, entre otras, Pumarejo puede empezar a romper ese sucesivo y dañino hilo eterno de abandono y poner todo el empeño para tratar de construir una nueva historia. Una más incluyente en conjunto con esas comunidades que hoy claman ayuda. Esas mismas que nunca pudieron comprender ese eslogan de la Alcaldía que hablaba de “dependa de ti” dejando toda la responsabilidad exclusivamente en un ciudadano indefenso, y con pocas bases de comportamiento ciudadano y en donde la responsabilidad del que gobierna, parecía diluirse.

La falta de oportunidades, el alto índice de informalidad laboral que supera el 50 %, la profunda problemática de salud y educación, obliga a ese sector de la comunidad a retar a la muerte y salir a la calle en busca del sustento en una regla de tres que representa su tragedia en forma dramática: o mueren de hambre, o mueren por el coronavirus.

Hoy no se puede maquillar la realidad. Según el viceministro de salud, el 69 % de las UCI en Barranquilla están siendo ocupadas por contagiados de covid-19, lo que representa alrededor de unos 300 pacientes (que equivale a un 5 % de los contagiados totales mucho mayor que el publicado oficialmente por la Alcaldía, que afirmaba que solo 33 de los contagiados estaban en cuidados intensivos). Y lo peor, es que el total de ocupación de UCI en la ciudad, según la misma fuente, es del 90 % contando a pacientes con otras patologías.

Es hora que, entre todos, hagamos frente a este gris panorama dejando atrás preferencias políticas, amiguismos o enemistades. Es necesario remar para el mismo lado para llevar a la ciudad hasta el puerto seguro que todos anhelamos. No es tiempo para hacer campaña política a costa de la desgracia de la ciudad. Solo pensarlo, da náuseas.

En medio de un constante aprendizaje, en los últimos días se han visto interesantes iniciativas desde la Alcaldía para enderezar el rumbo. Hay un cambio de discurso que hace pensar que se puede llegar mejor a la gente y pensando en ello, se ha puesto  en marcha una serie de medidas pensadas para hacer más llevadera la espera a familiares de pacientes críticos y, de la misma forma, anuncios de convenios con instituciones y expertos para empezar a construir ciudadanía. La declaratoria de Alerta Naranja hace que el Distrito tome el control de las UCI, sacando de las decisiones en ese sentido a las EPS que demoraban en las respuestas a los pacientes.

El anuncio de refuerzo con 500 hombres del ejército y la armada para patrullar las calles y hacer que se respeten los cercos epidemiológicos, es otra acertada decisión, aunque insistimos que mejorar la comunicación es el ideal. Sobre el tintero quedan sugerencias extremas y tal vez necesarias en caso de que las cifras de contagios y muertes sigan creciendo, como la de decretar toque de queda total con cierre total de actividades durante 15 días, que podría romper la cadena de contagios. Una medida extrema, que necesitaría, primero que todo, garantizar la subsistencia de los más vulnerables, con ayudas del Estado o del Distrito.

Esperamos que se sigan tomando las medidas correctas. Que tanto la comunidad y el alcalde entiendan que esta es una lucha que debemos afrontar juntos, como un  solo cuerpo. Sin desfallecer. Haciendo los sacrificios que nos toquen en el rol que nos corresponda. Recordemos que siempre es más oscuro cuando va amanecer y que, como dice la canción, después de una terrible tormenta, llega la calma. Juntos, solo juntos, podremos lograrlo. Y eso #DependeDeTodos.