El coronavirus lo cambió todo. Desde que la enfermedad alcanzó niveles de pandemia, el mundo parece haberse puesto boca arriba. Ya no podemos abrazarnos como antes. Los parques extrañan a los niños que correteaban alegres sobre su verde césped. Nuestras sonrisas están ahora ocultas tras una prenda que antes solo veíamos en los hospitales. Las fiestas y reuniones entre amigos, las salidas a comer a ese restaurante que tanto nos gusta, ir al cine, asistir al salón de clases o disfrutar de las emociones de un partido de fútbol – cosas que hacían parte de la rutina de todos- ahora son una añoranza.
Y en medio de esa ola imparable de cambios y comportamientos, de restricciones y miedos, de controles y desconfianza y de angustia y esperanza, el periodismo también cambió. Ese periodismo que para muchos ya venía arrastrando una intensa crisis que lo abocaba a un cambio; ese mismo que parecía estar anclado en medio del dilema de transformarse o desaparecer, ha tenido que reinventarse. Al igual que el coronavirus, debió mutar para poder seguir vigente. Validar códigos, herramientas y procedimientos, que antes eran impensables. El periodismo, por fin, ha tenido que entender que las formas han cambiado y que los públicos no son receptores que, como convidados de piedras, simplemente van a recibir la información. Hoy existe una nueva clase de audiencia. Más crítica, más informada, más exigente.
La crisis sanitaria que atraviesa el mundo y que hasta hoy ha cobrado la vida de casi medio millón de personas con más de ocho millones de contagiados globales, ha hecho que todos vuelvan la mirada sobre el periodismo y el papel que este debe desempeñar en una emergencia de estas magnitudes, complementando las expectativas con la pregunta de que si acaso es esta crisis, la oportunidad para que el periodismo, por fin, de el vuelco que la sociedad reclama y que el oficio parece estar necesitando con urgencia.
“Desinfodemia”, la nueva enfermedad
La Unesco, en una nota temática que tituló “Periodismo, libertad de prensa y Covid 19”, deja ver su preocupación porque “…a medida que el nuevo coronavirus ha alcanzado a casi todos los países del planeta, una circulación masiva de información falsa se ha extendido tan rápido como el propio virus. Estas mentiras han ayudado a allanar el camino de la infección y han contribuido a sembrar el caos en las sociedades que están respondiendo a la pandemia”.
En ese mismo sentido, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, advierte que uno de los mayores enemigos es el creciente aumento de la desinformación al que la OMS denomina como “desinfodemia”, una “segunda enfermedad” que acompaña a la pandemia del covid-19, y que hace referencia a la sobre abundancia de información, “algunas veces precisa, otras no, que dificulta que las personas encuentren fuentes fidedignas y orientación confiable cuando la necesitan”.
Esto se hace evidente cuando 19 millones de los casi 50 millones de tweets relacionados con el covid, y que son analizados por Blackbird.AI mediante inteligencia artificial (que representan un 38 % del total), fueron considerados como “información o contenido manipulado».
Pero, ¿cuál es la percepción sobre el estado del periodismo que se ejerce hoy y cómo el mismo se está desarrollando en medio de la pandemia?
Ocho profesionales del ejercicio y de la enseñanza de la profesión, hacen el diagnostico de los males que aquejan al oficio y plantean derroteros por los que el periodismo debe transitar para ser más útil a la sociedad.
La desconexión con la audiencia
Para el laureado cronista y escritor Alberto Salcedo Ramos, el problema del periodismo tradicional es que muchos de esos medios no han sabido conectarse con las audiencias de hoy. Para el renombrado periodista, muchos medios tradicionales, (que no son todos por fortuna) están en crisis porque se formaron en la época en que el periodismo se hacía de manera unilateral para vendérselo a una audiencia dócil y resignada.
“Se daban el lujo de mentir o de encubrir a ciertos poderosos porque sabían que los lectores no tenían más opciones. Y en todo caso, a ellos les funcionaba ‘la parte negocio’ del asunto. Hoy es distinto. Las audiencias no tragan entero y hay un periodismo alternativo que se ha hecho fuerte, no tanto como negocio, sino como opción para unas audiencias que necesitan otra mirada, otras opciones”.
Para el premiado cronista este periodismo alternativo propone el escrutinio del poder y se atreve a denunciar lo que ciertos medios tradicionales no denuncian. “El periodismo que no se sintonice con esta nueva realidad, no sobrevivirá”, sentencia Salcedo Ramos.
“Los códigos del periodismo cambiaron”
Para el periodista y docente de la Universidad del Norte, Alberto Martínez Monterrosa, la pandemia ha obligado a cambiar los códigos de comportamiento en todo el mundo, entre ellos los del periodismo mismo, aunque “los periodistas no nos hayamos dado cuenta de que esto está pasando”.
Advierte que el periodismo ha sido tan pasivo para afrontar los cambios, que ha mantenido vigente la definición de noticia del siglo XVII, hecha por el estudiante de medicina alemán Tobias Peucer, quien se graduó como doctor en periodismo y fue el autor de la primera tesis doctoral sobre la profesión en 1690, hace casi 300 años, en la que define el concepto de noticia: concepto que hasta hoy ha seguido inamovible,
“El covid cambió la vida y la manera de apreciarla y el periodista debe darse cuenta de que hay elementos como la solidaridad, la conmiseración, el aislamiento, la soledad, cosas que antes eran impensadas como posibilidad noticiosa y que deben trabajarse. Los códigos comportamentales que hicieron irrupción en la vida y la sociedad también tienen que irrumpir en la manera como el periodista aborda lo que cubre”.
El profesor Martínez asevera que en las escuelas de periodismo se les insiste a los estudiantes que es obligatorio estar en contacto directo con la fuente, que hay que mirarla a los ojos, porque el teléfono es una opción secundaria, que no permitía ver más allá del personaje. “Pero las circunstancias nos han enseñado que sí se puede hacer periodismo en la distancia utilizando sistemas tecnológicos, como Zoom, Hangouts, WhatsApp y otros, que nos permiten tener mas contacto -y más rápido- con los personajes”. Alberto Martínez advierte que el uso del teléfono móvil ha dinamizado el acceso a las fuentes de información. “…Ahora puedo llamar a un funcionario mientras él está realizando sus actividades, sin necesidad de pedirle cita o que me abra espacio en la agenda: ahora tenemos el contacto inmediato”.
“La crisis de los medios convencionales están poniendo en el foco de atención de las audiencias a los medios sociales que no habían venido siendo asumidos como canales de información ¿Qué hace hoy el público? No compra un periódico porque por las circunstancias actuales ya no es fácil conseguirlo. Entonces la gente se apresura y busca una red social no solo para ver y sentir lo que está pasando, sino para leer los debates que se llevan a cabo alrededor de eso que está pasando.”
Para Martínez Monterrosa los medios sociales -que no eran reconocidos como medios de comunicación- hoy están fungiendo como tales, pero en medio de una informalidad peligrosa y urge que sean regulados y así detener la lluvia de contenidos falsos y dañinos que recorren todos los rincones de las redes
“En las redes hoy hay de todo. Contenidos con calidad, sin calidad, perversos, constructivos, pero no hay control ni filtro, lo que puede generar más incertidumbre en cuanto a la veracidad de la información”, sostiene el periodista quien agrega que la pandemia aceleró dramáticamente la agonía de los medios tradicionales y potenció a los independientes y a las redes que ahora posan como medios de comunicación.
En medio de toda la crisis que tiene el periodismo, o la transición que vive, encontramos que los códigos tradicionales para aceptar los hechos como el rigor, la investigación, la confrontación y contrastación siguen siendo los elementos determinantes. “Para contar historias, tenemos que seguir haciendo investigación con contrastes, confrontación, verificación y ambientar las notas con contexto. Lo que ha cambiado definitivamente son los códigos con los que el periodista aplica ese rigor porque hoy tenemos que incorporar a esa canasta de lo que es, o no es noticia, lo que antes no se estaban teniendo en cuenta”.
La objetividad es un mito
Para la galardonada periodista Tatiana Paola Escárraga las plataformas independientes intentan, como pueden, contar lo que otros no quieren que sepamos. “En términos generales nos falta indagar más en las medidas que se están tomando frente a la coyuntura. ¿A quién benefician los decretos del Gobierno? ¿Cómo afectan a los ciudadanos esos decretos? ¿Qué está desnudando la pandemia en términos sociales? Nos falta ponerles más voz a los ciudadanos de a pie, a los que están sufriendo mucho más el coronavirus. Reportería, nos hace falta muchísima reportería».
Para la periodista, la esencia del periodismo está más vigente que nunca: dar voz a los que no tienen voz, cuestionar al poder, contar lo que no quieren que se sepa, untarse de calle, contar los hechos con datos precisos, no con la tal objetividad de la que a veces nos quieren convencer. Un periodista es preciso. Da datos, cifras, contexto. La objetividad es un mito.
Escárraga asegura que las historias deben girar en torno a la gente que más padece la pandemia y en el poder. “En esos dos extremos está la verdad que desconocemos. Tenemos que ahondar en cómo esta crisis ha desnudado modelos de ciudad que claramente son una falacia”.
La crisis sanitaria que atraviesa el mundo, y que hasta hoy ha cobrado la vida de casi medio millón de personas con más de ocho millones de contagiados globales, ha hecho que todos vuelvan la mirada sobre el periodismo y el papel que este debe desempeñar en una emergencia de estas magnitudes.
Más información y pedagogía
Para el periodista Jorge Medina Rendón, director del portal “La Gran Noticia”, el tema no es sencillo partiendo de la ausencia de bioseguridad para un cubrimiento seguro. La tecnología móvil ha facilitado situaciones, pero según él, la sobrecarga la siguen teniendo los medios de siempre que además están soportando una grave crisis editorial y económica.
“Por fortuna las redes ayudan mucho, pero lo medios alternativos se desperdician o se subutilizan en términos de información y pedagogía, lo cual tiene un costo sanitario y social muy alto. Además, el lenguaje científico en este caso no es sencillo, hay demasiada estadística y elementos de análisis, eso no se aprende de la noche a la mañana por parte de quien emite ni de quien recibe. Por esta razón los gobiernos pueden ser juzgados a la ligera y los comportamientos de la gente desbordarse, en medio de excesos y desespero».
Para Medina hoy más que nunca el oficio debe conservar la serenidad, porque además de informar, orientar, formar, educar frente a la pandemia y no agredir sino aportar a la solución, de la mano de los gobiernos en sus distintos niveles, sector privado y sectores sociales.
“¿Y dónde están las historias? Las historias están donde nuestros ojos y olfato estén en capacidad de encontrarlas, pasa como con las metáforas que están en el paisaje, que, si no las vemos, no podemos describirlo”.
Se debe reflejar el sentir ciudadano
Para la periodista y docente de la Universidad Autónoma del Caribe Soledad Leal Pacheco el periodismo eligió seguir haciendo lo que siempre ha venido llevando a cabo: la promulgación del aséptico pronunciamiento oficial sin contrastes ni matices que reflejen las angustias ni las opiniones volátiles de quienes se suponen estamos en cuarentena.
“Silenciaron una vez más a la gente del común y acogieron cifras y cuadros que no reflejan el sentir ciudadano. La gente prefiere informarse en las redes porque las siente más cercanas a sus inquietudes”, afirma la periodista.
Para ella, el análisis sociológico, antropológico, cultural, y económico social de lo que sucede, está ausente de nuestros medios, porque ellos que se quedaron con el estribillo de la “indisciplina social” sin curiosidad ni imaginación para indagar más a fondo las realidades que desnudó la pandemia. “Pareciera que la imprevista avalancha de una realidad compleja, multicausal, desbordó a un periodismo anquilosadamente oficialista”, puntualiza Leal.
Hay que volver a la función social
Para el director del programa de comunicación de la Uniautónoma del Caribe, el comunicador Eddwin Robles Manigua, el periodismo no está cumpliendo con la función social que le corresponde, es decir, servirle a la sociedad en una coyuntura como la que se vive a partir de la emergencia sanitaria mundial, en donde la información que se publica en los medios, debe convertirse en una herramienta para ayudar a la humanidad a afrontar esta situación.
“Debemos repensar el ejercicio del periodismo, para que no siga siendo la caja de resonancia de las élites políticas y económicas que indudablemente tienen intereses marcados en esta situación. Ese nuevo direccionamiento debe estar enfocado en visibilizar a los actores más afectados por este fenómeno a través de prácticas que depongan la subjetividad y le den un nuevo aire a la credibilidad de la información y de los medios de comunicación, hoy ampliamente cuestionados”, recalca Robles.
Para él, las historias están en cada familia que tiene que lidiar con los efectos del virus, humanizar el tratamiento de la información por parte de quienes ejercen el periodismo, más aún cuando las cifras de muertos, contagiados y recuperados sólo son datos fríos que no sensibilizan a las comunidades. “Los géneros periodísticos como el reportaje y la crónica deben retomar el protagonismo que en otrora tuvieron para tocar las fibras y permear el tejido social de las comunidades que ya han aprendido a vivir con el dolor provocado en otros tiempos por fenómenos como la violencia y la desigualdad social.”
Volver a época de los “Mukrakers”
El periodismo debe regresar a su esencia, a su origen mismo, a la época de los mukrakers: al servicio social, a la denuncia contra la corrupción política y la inmoralidad.
Con esta frase, el profesor, periodista y realizador de televisión Jorge Peñaloza Ortega, define lo que debe hacer el periodismo. “Hoy muchos medios están ejerciendo relaciones públicas con el poder, pero no un periodismo verdadero y eso la pandemia lo puso al desnudo”.
Para Peñaloza las historias deben ser contadas con una fuerte carga de interés humano, (de hecho, ahora hay más drama humano) y de la mano del necesario servicio social que exige el momento.
“Las crónicas y reportajes deben convertirse en historias de vida, aleccionadoras, que muevan fibra sí, pero que sean ejemplo de valores por destacar. Puedo contar la historia del viejo carromulero que desde hace 30 años pasa por mi casa vendiendo frutas y vegetales. Aparte de retratar sus orígenes, su familia, su lucha por el día a día, también debo incluir información que responda a las inquietudes de estas personas. Que los oriente. En resumen, lo que se requiere ahora es un profesional con alma, corazón, pasión y vocación para hacer un periodismo más humano.”
Contrastar el discurso
Para el sociólogo, docente y candidato a doctor en Comunicación de la Universidad del Norte, Jair Vega Cassanova, el periodismo, en la coyuntura que está viviendo en estos momentos de pandemia, tiene siete retos que afrontar.
El primero de ellos es explicar con la mayor claridad la evidencia que existe sobre formas de prevención y cuidado. El segundo, utilizar y visibilizar fuentes de información confiables. En ese orden de ideas, desvirtuar información falsa y rumores y hacer explícita la comunicación de los gobiernos sobre las medidas de respuesta. El quinto punto que anota el profesor Vega es mantener un distanciamiento necesario de las posturas gubernamentales, señalando puntos críticos cuando se requiera, esto es, contrastar con evidencia los discursos institucionales y no simplemente repetirlos.
“Los puntos seis y siete son mostrar las diferentes aristas de la pandemia, no solo los datos epidemiológicos, sino la forma diferencial como la pobreza y la exclusión también afectan, por ejemplo, con crónicas sobre cómo se vive de manera diferencial la pandemia y, por último, demandar y contribuir a la transparencia y pertinencia en las inversiones que realiza el Estado».