Debo confesar que estaba en mora de escribir esta columna. Debo confesar que me siento culpable cuando veo en televisión, escucho en la radio y leo la prensa que hay manifestaciones contra Electricaribe y que las velas están más encendidas que nunca, pero más que por el apagón, para pedirle a la virgen y a todos los santos que llegue el 30 de septiembre para que se vaya rápido de Barranquilla. No tenemos remedio: de verdad que somos una pléyade de desagradecidos. Como diría mi abuela, “nos merecemos nuestra suerte”.
Y es que nadie ha valorado en su justa proporción el compromiso social que una empresa tan seria y responsable como Electricaribe ha tenido a través de sus décadas al frente del servicio (¿?) de luz en Barranquilla y en toda la región del Caribe colombiano. Ninguna otra empresa, pública o privada, ha logrado transformar tan seriamente la vida de la comunidad. Y es que, gracias a sus finas y pulidas estrategias, los barranquilleros nos hemos compenetrado más con nuestros hijos; volvimos a contar cuentos en las noches oscuras; a jugar a hacer figuras de sombras con la luz de la vela; a simular cenas románticas encendiendo esos velones que jamás habíamos usado y a dejar de lado la tablet, el celular y la televisión, para prestarle más atención a la célula más sagrada de la sociedad: la familia.
¡Gracias Electricaribe! No sabes cuánto agradezco que me permitieras refrescar con la brisa cálida de abril y perderme gracias a tus súbitos apagones los partidos del Junior que, a la larga, seguro hasta me evitó un infarto. ¿No se los dije? Es que esa empresa es tan humana, que piensa en todo.
Ninguna otra se preocupó para que en nuestros hogares tengamos siempre electrodomésticos nuevos: cada apagón nos obligaba a salir en bolas de fuego para comprar el aparato que se quemó y al que todavía, tres años después, nadie en esa loable empresa ha respondido por él.
Sí señor. Así como lo leen. Electricaribe estuvo tan compenetrada con nuestros hogares que hizo su mejor esfuerzo para que con cíclicos, largos, fugaces y repetidos apagones esos equipos pasados de moda se fundieran y usted, generoso y con abundante dinero, tuviera que comprar otro o, en el peor de los casos, fiarlos en los almacenes de cadena en módicas cuotas, a 60 meses de plazo, para terminar pagando el triple de su valor. Pero igual, se te agradece la preocupación Electricaribe.
El aporte que hizo a lo urbanístico es igual de invaluable y nosotros, seres desagradecidos, jamás se lo valoramos. ¿Acaso usted ya no está aburrido del mismo paisaje? ¿No se ha puesto a pensar que Barranquilla es más romántica, enigmática y encantadora bajo la luz de la luna y las estrellas? No por nada Esthercita Forero le cantó a la luna de Barranquilla. Y, precisamente, para que tengamos la oportunidad de apreciar en su máximo esplendor a esa “luna de Barranquilla que tiene una cosa que maravilla”, qué mejor forma de hacerlo sin las molestas, grotescas e innecesarias luces de los postes de energía que, además, afean el paisaje urbanístico.
Y no se nos puede olvidar que hay que abonarle a esta empresa que, definitivamente, sí unía a los barranquilleros. Todos, sin distingo, pobres, ricos, asalariados, desempleados, empresarios, amas de casa, solteros y subyugados, nunca antes habíamos estado tan unidos para protestar en causa común contra alguien y, de paso lanzar al unísono y con nombre propio esos madrazos que nos salían del alma.
Nos ha puesto Electricaribe a pensar en que sí podemos trabajar unidos. A comprobar que somos aún capaces de indignarnos y que, además, podemos convocar a la desobediencia civil pacífica, pero enérgica, motivados por una causa común.
Así que antes de reclamar y enojarnos porque la factura de luz que cada día subía más y más; antes de insultar a tan dadivosa empresa por sus selectivos, planificados y oportunos apagones; antes de demandar pidiendo la reposición de nuestros chécheres calcinados por sus voltajes desvariados, recordemos que ellos no solo nos cobraban la luz (cuando la había), sino que cobraban “la intervención social” que ha hecho posible que nos reunamos más en casa, aprovechar la naturaleza, y dejar de depender de los artefactos electrónicos. Nos evitó las rabias de ver perder al Junior otra vez y de dormir muriéndonos de frío con ese aire dizque inverter, que ya casi no prendías porque por las noches solía irse la luz. ¿Lo ven? Electricaribe sí que pensaba en todo: si no había luz, no prendías el aire. Si no lo prendías, gastabas menos. ¡Qué maravilla!
Ella nos hizo seres más pacientes y tolerantes. A pesar de que nunca contestaron el teléfono; jamás respondían un reclamo y siempre se iba la luz en medio de un evento, seguíamos esperando, con la fe de que alguna vez las cosas cambiarían.
Por todo eso, y seguro por mucho más que no cabría en estas líneas, te doy gracias. ¡Gracias Electricaribe! Los velones, los fósforos, el menticol para sofocar el calor y todos los electrodomésticos de la casa, que milagrosamente sobrevivieron a tus arrebatos de inestabilidad, te van a extrañar.
Pero, como todos ya lo saben, en este país podemos esperar que pase cualquier cosa. Así que vayamos otra vez prendiendo las velas para rezar y pedir fervorosamente de que el remedio no vaya a ser peor que la enfermedad.