No nos habíamos repuesto del escándalo surgido gracias a la delación de Day Vásquez, exesposa de Nicolás Petro, a la revista Semana sobre dineros que “recaudó” el Delfín –supuestamente para la campaña de su padre y que al parecer nunca llegaron a esas arcas– y al ofrecimiento de “puestos” a cambio de dinero, cuando un nuevo show mediático sacude al país: Aída Merlano llegó deportada a Colombia procedente de Venezuela, con todas las intenciones –dice ella- “de cantar”.
Echemos el cuento un poco para atrás. Ya Iván Duque (¿se acuerdan de él) había pedido la extradición de Aída Merlano pero ese requerimiento lo había hecho al gobierno fantasma de Juan Guaidó, que nunca tuvo ningún poder decisivo en el gobierno venezolano, lo que despertó la carcajada de Nicolás Maduro al conocer la petición.
Ahora la Merlano, ataviada de pies a cabeza con accesorios Luis Vuitton, peinado de salón de belleza y con recibimiento de reina –comitiva sonriente que la saludaba efusiva; policía solícito que le sostenía la costosa cartera; funcionaria que, casi con lágrimas en los ojos apretaba la mano de “la doctora” (léase delincuente prófuga) al tiempo que, ¡colmo de los colmos!, la deportada señora concede una rueda de prensa como si se tratara de un político en campaña electoral.
Y cuando todos pedíamos explicación; cuando el escándalo crecía como bola de nieve…¡paffff! aterrizó la Merlano, muy tiesa y muy maja, con su sonrisa de propaganda, distrayendo así las miradas que pasaron, en un abrir y cerrar de ojos, de Nicolás a Aída.
Este episodio, sin duda alguna, pasará a la historia como uno de los más vergonzosos de la historia reciente de la política y la justicia colombiana. Nos demuestra a todas luces que, cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo, nos damos cuenta que, en realidad, todavía falta mucho por ver en este país del Sagrado Corazón.
Pero más allá del arribo en avión privado de la vedette Merlano, destacan por sí solas dos “coincidencias” con su llegada con bombos y platillos que la prensa no ha demorado en comentar. El envío de la prófuga delincuente a Colombia coincide con el sonado caso de presunta corrupción (enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias) del hoy “desaparecido” Nicolasito (¿alguien sabe dónde está el buen muchacho?) que puso en aprietos no solo a su padre el presidente Gustavo Petro, sino a una cohorte de funcionarios que terminaron untados con los dineros y tráfico de influencias del hijo mayor del presidente y que hoy están en el ojo del huracán.
Y cuando todos pedíamos explicación; cuando el escándalo crecía como bola de nieve…¡paffff! aterrizó la Merlano, muy tiesa y muy maja, con su sonrisa de propaganda, distrayendo así las miradas que pasaron, en un abrir y cerrar de ojos, de Nicolás a Aída.
En medio de esta nueva perfecta tormenta, el padre –no el presidente—se confiesa ante Cambio y hace un “mea culpa” por no haber estado ahí, con su hijo, durante los años en que en vez de criarlo, estaba en el monte con el M-19. Y de una sola lavada de manos, deja entrever que ese “muerto” no lo carga él, lo carga quien lo crió. Así como no se puede juzgar a una persona por “delitos de sangre” tampoco se puede abonar culpas a padres o madres por crímenes que cometan los hijos.
Y es que el caso de Nicolás Petro no tiene el sentimentalismo pendejo que Petro (padre) quiere hacer ver en esta historia que toma cada vez más visos de novelón mexicano. La cruda verdad es que Nicolás quiso hacerse rico sin medir ni las formas, ni las causas ni las consecuencias. Y para remate –ingenuo él—pensó que su ex –herida hasta los tuétanos—se iba a quedar callada.
Y la segunda “coincidencia” de esta tormenta perfecta desatada por la deportación de la Merlano, tiene que ver con las elecciones regionales. Es totalmente obvio que la intención de Aída, es seguir echando lodo sobre la clase política tradicional de Barranquilla (Gerlein – Char y Name) para evitar a toda costa que Alejandro Char –si se decide a lanzarse a la alcaldía de Barranquilla- llegue a ese cargo.
Tendrá Aída Merlano que mostrar -de verdad verdad- todas las pruebas que hace casi tres años dijo que tenía y de las cuales nadie sabe nada. Porque hasta ahora, mucho canto y de aquello, nada. Solo con su presencia y su repetido discurso no le alcanzará para evitar que Alex Char –si se lanza—sea nuevamente alcalde, teniendo en cuenta el elevado índice de favorabilidad que él tiene en la ciudad.
Y mientras esperamos el final de esta tragicomedia política, la favorabilidad de imagen de Gustavo Petro sigue deteriorándose en medio de un clima de zozobra en distintos departamentos donde impera el caos y la falta de autoridad, dejando la sensación que se protege más a la delincuencia, que a los ciudadanos.
Bien le vendría al presidente tuitear menos y gobernar más. Ya es hora.