Gustavo Petro, en la intimidad, se frota las manos mientras lee las noticias de la pérdida de la sede de los Juegos Panamericanos que debían ser en Barranquilla en el 2027.

Complacido, toma otro trago de su adicción favorita y se reclina en su sillón embelesado en las imágenes y textos, en dimes y diretes, en todo el contenido mediático del escándalo que ocasionó la fallida sede de Los Juegos Panamericanos.

Muy parecido al Presidente Snow en la popular saga cinematográfica «Los Juegos del Hambre», sonríe de satisfacción mientras el país se incendia en las redes ante el asombro de algunos de sus propios copartidarios. Después, en público, pone cara de indignación y anuncia, sin un ápice de vergüenza, una cruzada para «recuperar la sede».

Y es que todo el novelón desatado por el no pago de los dineros a los que el gobierno nacional estaba comprometido con Panam Sports antes del 31 de diciembre de 2023 desencadenó una serie de reacciones que ha estremecido al país, especialmente a la nutrida oposición del presidente Gustavo Petro quien desde su balcón de Palacio, observa impávido, las reacciones por las que más que por los Juegos Panamericanos, han desatado en el país unos verdaderos Juegos del Hambre: hambre de revancha, de odio partidista, de desprecio a las regiones, hambre de poder; de ser respetado así sea a las malas, hambre de demostrar a sus «enemigos políticos» que él, como Snow, puede hacer, mientras esté en el poder, lo que le venga en gana, así sea a costa del Deporte, de la credibilidad del país, y de una región entera.

La primera escena de Los Juegos del Hambre corrió por cuenta de la entonces exministra María Isabel Urrutia, quien a través de un trino en su cuenta de Twitter, hoy X, dijo que para ella «estos Juegos son muy caros porque hay que poner más de 5 millones de dólares y además se realizarán en otro gobierno y no en el nuestro». ¿Que tal la perla de la Urrutia? Es tan vergonzoso el episodio que confrontada por un periodista que leyó lo que ella misma había dicho sobre los Juegos, dijo después de tartamudear: «me hackearon».
Paradójicamente, y a pesar de que los Juegos (los Panamericanos no los del Hambre) le importan un bledo, nombró a su «amigo íntimo» Rodolfo Bossa como «gerente de los Juegos» siendo que él no es reconocido en el mundo del deporte.

Sin embargo, su origen político fue destapado por varios medios quienes calificaron al gerente como una ficha del famoso «Clan Torres» investigados por aportes a la campaña presidencial de Petro a través de su hijo Nicolás.

Bossa resultó ser ¡Oh sorpresa! esposo de una de las hermanas de Euclides y Dolcey Torres, cabezas del poderoso grupo político y económico del Atlántico que apoyó al presidente Petro en las elecciones presidenciales. Y ahora es cuando se abre el telón y se enciende el aviso en luces de neón: ¡Que empiecen Los Juegos del Hambre…»

Mientras tanto, en Barranquilla, la ciudad que a pulso había ganado la sede, se empezó a hacer gestión para tratar de revertir la decisión de Panam Sports. El alcalde Alex Char, aún optimista, cree que las justas pueden salvarse para no repetir la historia del mundial de fútbol de 1982 cuando Colombia declinó ser la sede, o mas recientemente la pérdida de la sede de la Copa América.

La responsabilidad de esta revocatoria es toda del Gobierno Petro. Ahí se notó su eficiencia en sacar adelante lo que de verdad le interesa. Le interesó desde el principio poner palos en la rueda de los Juegos y lo logró. Pero tal vez no midió el efecto obtenido. No pensó que la unanimidad en contra de su gobierno por dejar perder la sede iba a ser casi absoluta. De ahí, la reculada del ovejo. Las pataletas de ahogado para lograr rescatar lo que por su misma voluntad se perdió.

En esta larga película, también la ministra Astrid Rodríguez, que sucedió a la destituida e investigada Urrutia, terminó a la larga tan ineficiente como la primera. Ella era quien debía cancelar los 8 millones de dólares que según Ocampo, exMinistro de Hacienda, estaban ya reservados para tal fin. Pero «sorpresivamente» no lo hizo y aún Colombia entera espera explicaciones o, por lo menos, que Petro le pida la renuncia a tan incompetente funcionaria. ¿Pero será acaso otro libreto ya pactado en medio de Los Juegos del Hambre?

Entonces el Corolanius Snow que Petro tiene dentro de él volvió a aparecer. Cita «de urgencia» a una reunión al Alcalde de Barranquilla Alejandro Char y al Gobernador Eduardo Verano para «definir estrategias para rescatar los juegos». Una reunión a la que, finalmente, en medio de rumores de inasistencia el Presidente asiste acompañado de la «todopoderosa» Laura Sarabia.

En medio de la oscuridad, aún queda la luz de esperanza de que en la reunión de febrero de Panam Sports, a Barranquilla se le restituya la sede a pesar del incumplimiento del Estado.

Y es que en medio de todo hay optimismo en la  gestión que puedan hacer de los líderes de la costa Caribe y la que ya está haciendo  Luis Alberto Moreno para que los Juegos sean una realidad.

En la reunión del martes 9 de enero con  Char y Verano, Gustavo Petro  aseguró que «la plata está lista para ser girada y Barranquilla tiene la infraestructura para acoger Los Juegos y eso es lo más importante».

Lo cierto es que la seguidilla de errores en el 2023 y su desdén a Barranquilla como sede, dejan en evidencia, a pesar de su súbito interés de ahora por realizarlos, que a Gustavo Petro, en el fondo,  nunca le gustó la idea de poner a Barranquilla en la mira del mundo.

Hasta hace una semana la impresión que daba el Presidente era que su papel principal en estos Juegos, era fungir  como sepulturero de una ilusión así de grande que tenía todo el Caribe colombiano. Hoy, en medio del clamor del país, parece que al fin entendió, por fortuna, lo que representan los Juegos Panamericanos para Colombia.