El progreso de una ciudad no se construye solo. Se logra con el resultado de un trabajo continuo y comprometido que tenga como eje central mejorar la infraestructura social de los que más lo necesitan, mientras que se ejecuta un programa de gobierno que sea consecuente con el desarrollo en toda la urbe.
Y es que la solución a la compleja problemática social con la que cargan las ciudades importantes no aparece de la nada como el conejo en el sombrero de un mago, o como el as bajo la manga de un tahúr. Tampoco es el producto de la improvisación o de un capricho personal. Para que esas soluciones se den, debe existir un plan de gobierno que trace una hoja de ruta adecuada que apunte a conseguir los objetivos del cuatrienio que, a su vez, deben ser coherentes con las necesidades de su población, en especial, la más necesitada gestionando para ello importantes recursos que, además, deben ser manejados con transparencia y eficiencia.
En Barranquilla, una ciudad que ha caminado de cara al desarrollo en los últimos 16 años, el alcalde Alejandro Char puso toda la carne el asador con su “Plan Alcalde” con el que pretende seguir generando cambios que cierren la brecha de la inequidad social y llevar así desarrollo a lugares que más lo requieren. Y para que eso sea posible, debe existir una conexión del mandatario con la sociedad. Un reconocimiento de ciudad, no de una “idealizada” en un imaginario, sino de la ciudad real con todas sus problemáticas tangibles y que no dan espera para la solución.
El Malecón del Suroriente, representará un renacer para un sector que alberga a más de 300 mil personas, golpeadas por una dura realidad socioeconómica y quienes, durante décadas, han estado sumidos en el más imperdonable olvido.
Dentro de ese plan, el Distrito hizo una millonaria apuesta para recuperar el espacio, implementar mejoramiento urbanístico y dotar de más zonas de recreación y cultura al sur de la ciudad. Tal vez el proyecto más ambicioso en esa línea está centrado en uno de los barrios con más historia, cultura y tradición de la capital del Atlántico: Rebolo, epicentro de lo que se ha bautizado como El Malecón del Suroriente, que representará un renacer para un sector que alberga a más de 300 mil personas, golpeadas por una dura realidad socioeconómica y quienes, durante décadas, han estado sumidos en el más imperdonable olvido.
Esta tardía reivindicación de la ciudad con esta populosa zona es sólo uno –aunque tal vez el más importante—de los vértices del “Plan Alcalde” que desde la primera semana de gobierno empezó con ejecuciones inmediatas como la recuperación de la malla vial venida a menos en los últimos años y para la que se ejecutan trabajos de reparación de más de 2.200 huecos diseminados por distintos sectores de la ciudad a lo que se le suma la construcción de nuevas vías en más de 18 barrios de la ciudad.
En la hoja de ruta de su gobierno, el alcalde Char priorizó 8.200 mejoramientos de vivienda que se ejecutarán en cuatro localidades de estratos 1 y 2 y que contarán con intervenciones en baños, cocina, instalaciones eléctricas e hidrosanitarias. Igualmente, para el programa “Barrios a la Obra” se presupuesta la intervención de 14 kilómetros de vías que brindarán accesibilidad a servicios esenciales. en 18 barrios.
Así mismo, se mantiene el compromiso con la modernización tecnológica e infraestructura en los colegios oficiales del Distrito, el apoyo al crecimiento de la Universidad de Barranquilla donde se forman jóvenes con educación de calidad al alcance de su presupuesto; la próxima entrega de la tercera unidad del Gran Malecón del Río, el anuncio de la construcción de 36 nuevos parques y el apoyo a la sostenibilidad ambiental y su apuesta por el Río, todas ellas pistas que invitan a creer que la ciudad va por el camino adecuado en su compromiso son el desarrollo social.
Un compromiso que requerirá de una lucha frontal contra la delincuencia que permita arrojar resultados en la reducción de crímenes que preocupan a la comunidad como el sicariato, la extorsión, el atraco callejero y el fleteo. Y deberá, además, generar más espacios para el desarrollo de la Cultura en el Distrito y dar la guerra por la reducción de las tarifas de energía en la ciudad, que, en el último año, tuvieron un incremento superior al 35% poniendo a los ciudadanos entre la espada y la pared: “comer o pagar la luz”.
Obras son amores, dice el refrán. Y en estos cuatro años venideros los barranquilleros esperan que, al final, puedan disfrutar de una ciudad más incluyente, menos desigual y donde el anunciado compromiso con la infraestructura social, se haga realidad.