Jaime Bayly, entre controvertido y espontáneo sigue siendo llamado el niño terrible en Perú, su país natal, este hombre que se autodenomina como el único bisexual, uribista y drogadicto, no sólo genera controversia por sus inclinaciones políticas que dice sin filtro alguno, su vida personal ha estado tan llena de libertades que dan para toda una novela. Y eso fue lo que pasó, escribió una novela de su maravillosa vida con Silvia, una mujer 23 años menor que él.
El niño terrible se separó de Sandra con dos hijas (Camila y Paola) de por medio, pasó a una relación con un hombre argentino con el que duró 7 años. Sin embargo, cuando terminó esta relación y pensó que no encontraría de nuevo el amor, Silvia se cruzó en su camino. En el libro, Silvia es Laura, Sandra, es Casandra y sus hijas mayores son Carmen y Pilar. Sólo cambió los nombres.
(Apartes de la entrevista con Bayly)
Jaime Bayly: Es un amor que me sorprendió, yo no pensé que me volvería a enamorar de una mujer. Yo conocí a Silvia cuando ella apenas tenía 20 años, ahora tiene 27, estamos juntos hace ya 7 años. Estamos casados, tenemos una hija de 5 años, a mi edad, volver a ser papá se disfruta de otra manera tal vez más calmada y la felicidad que ha traído nuestra pequeña hija Zoe es inestimable, indescriptible. De modo que yo estoy en deuda con Silvia siempre.
Daniela Castillo: Sabiendo que la perspectiva de la vida misma a la edad de ella y a la edad suya son diferentes ¿Cómo ve el tema de la vejez y la muerte?
JB: Ojalá se me dé esa felicidad que ella pase muchos años conmigo. Yo intento vivir el momento, por ahora no puedo quejarme, ya llevo 7 años con ella, me ha regalado su afecto, su lealtad, su sentido del humor, su maravillosa inventiva para el erotismo. Ella ha sabido comprender mis ambigüedades, mis complejidades, mis extravagancias como amante, no las ha tratado de suprimir, sino al contrario, las ha consentido y hasta diría que las ha alentado. Yo no pienso tanto en envejecer porque no estoy tan seguro de que voy a llegar a viejito, esto se puede terminar en cualquier momento. Yo trato de vivir muy anclado en el momento, en capturar el momento, en estar siempre escribiendo un nuevo libro y en vivir este año como si fuera el último.
DC: Con ese nuevo amor, ¿cómo fue la ruptura y el alejamiento con esos dos primeros frutos del amor que son Camila y Paola, que en el libro aparecen como Carmen y Pilar?
JB: Desgraciadamente cuando yo me enamoré de Silvia, la relación que había tenido con mis hijas, que había sido muy feliz, se interrumpió. Por errores míos, ellas se alejaron, estuvimos casi cuatro años sin vernos y ese fue el precio que tuve que pagar por estar con Silvia y por tener una hija con ella. Desde ese dolor he escrito la novela, cuando he querido ver a mis hijas y ellas no han querido verme. Yo les escribía y ellas me decían: ‘no estamos preparadas para verte ni para conocer a Silvia’. Eso me dejó una profunda herida, porque me di cuenta que yo no era tan buen papá como pensaba. Yo siempre había dicho en entrevistas, me perdonaría ser un mal escritor pero nunca un mal padre y de pronto por ser un amante rejuvenecido con Silvia descuidé mis responsabilidades de papá con mis hijas. Fracasé como papá con ellas, ahora creo que me han perdonado y nos hemos reconciliado. La novela me parece que proviene de ese fracaso mío.
DC: ¿En qué momento ellas deciden que están preparadas para ese nuevo amor y esa nueva hermana de su padre?
JB: Tal vez ayudó que yo no me desentendiera de mis responsabilidades económicas con ellas. Ellas dejaron el colegio, se mudaron a NY entraron en universidades muy buenas y si bien no querían verme, yo seguí pagándoles todo como correspondía, eso ayudó a que poco a poco me fueran perdonando.
DC: ¿Qué le quedó por fuera en el libro?
JB: Yo he tratado de hacer como un autorretrato, a mí me gustan mucho los pintores, pienso en Picasso, en Frida Kahlo, Van Gogh, que se hacían muchos autorretratos y a medida que iban envejeciendo seguían pintándose a sí mismos y no trataban de embellecerse, se hacían retratos más bien desdibujándose, deformándose, afeándose. Este es un autorretrato que me afea bastante, es un autorretrato grotesco de mí. A ratos podría parecer un sujeto detestable, monstruoso, nada estimable.
DC: ¿Qué otro proyecto literario tiene pendiente?
JB: Creo que tengo una deuda, no sé si con los lectores, pero sí conmigo mismo, de escribir una novela completamente ajena a mí. Casi todas mis novelas provienen de mi vida, de mis experiencias, por lo tanto de mi memoria, en cada una de ellas hay un personaje que se parece grosera y descaradamente a mí, esta no es la excepción. Pero creo que me gustaría escribir una novela más de investigación periodística sobre un hecho, que yo intente recrear en la ficción.
DC: ¿Qué hecho podría ser?
JB: Me tienta mucho y estoy investigando esa historia fascinante de la pelea entre Gabo y Vargas Llosa. Eran tan buenos amigos, vecinos en Barcelona, compadres y de pronto un buen día Mario le da una trompada a Gabo y nunca más fueron amigos. Eso daría una buena novela.
‘El niño terrible y la escritora maldita’, un libro que tiene sus personajes en la vida real pero que muchos de ellos prefieren no leer. Una obra llena de lamentos, reproches y culpas por quienes rodean al escritor, una descarada forma de desahogarse y más que una novela, una confesión desinhibida y natural, tal como es Bayly.