Tengo un trabajo en la tarde, estudio inglés en la mañana, leo a diario, aprendí a tejer bufandas y mochilas para tener un ingreso adicional y por aprender algún tipo de manualidad, distribuyo mi tiempo libre entre visitar a mi familia y salir con amigos y, como casi no tengo tiempo libre, esto último queda como un deseo. Esa es mi vida, pasa rápida y ocupada, de un momento a otro noté que con apenas 23 años no he hecho algunas cosas que quería y que a este ritmo y si dejo pasar más tiempo, tal vez se conviertan en frustraciones en un futuro. Para algunos puede ser admirable mi estilo de vida y en ocasiones me lo han manifestado, por organizar tan bien mi tiempo, pero yo misma no destaco lo que hago porque siento que quiero más, que no es suficiente, lo que genera bajos estados de ánimo cuando no consigo alguno de mis objetivos. Por eso hoy dedico esta entrada a un libro que estoy iniciando pero con cuyo personaje principal ya me estoy identificando, el psiquiatra de ‘La melancolía de los Feos’ escrito por Mario Mendoza.

(Apartes de la entrevista con Mendoza)

Mario Mendoza: Byung Chul Han es un filósofo alemán de origen coreano quien ha dicho que primero nos vendieron la sociedad del rendimiento. Esto hace alusión a la sociedad de los gimnasios, de la gente linda, de la gente bella, los que trabajan por encima de las horas establecidas, los que tienen dos y tres oficios, dos y tres carreras al tiempo, los que tenemos que hacer diez mil cosas para poder triunfar, para ser exitosos. Y dice él, pasamos de la sociedad del rendimiento misteriosamente a la sociedad de la fatiga, a la sociedad del cansancio, hemos entrado en una era diferente, es una era de personas que no se pueden levantar de la cama, de gente que no puede salir un fin de semana, que si puede aprovechar un domingo para quedarse viendo televisión sin bañarse, eso es bienvenido.
Estamos acabados, agotados, al borde, en el límite y ya no rendimos como creíamos que podíamos rendir, estamos entrando en una era zombie, donde la depresión se nos está volviendo la constante y yo tarde o temprano quería retratar esa sociedad y quería retratar ese paso, esa lenta caída en los infiernos, como se va uno desplazando sin darse cuenta y cuando menos piensa, ya está metido en un agujero de gran envergadura.

Daniela Castillo: Ser escritor es un mundo lleno de sacrificios, entonces ¿cómo ve a Mario Mendoza dentro de esa sociedad?

M.M: Yo creo que todos estamos de alguna manera resistiéndonos a que nos devore ese agujero pero ahí está. Todos hemos tenido que pasar por un duelo, una muerte, por algo que nos hace mucho daño; una separación amorosa, la muerte de un hijo, un secuestro, la pérdida económica, la expulsión de un trabajo, cualquier cosa que de un momento a otro nos puede conducir a esos extramuros. A mí como escritor me interesan las personas que van quedando fuera, al margen, en el borde de una determinada sociedad, yo creo que las personas que están caminando en esos límites iluminan la condición humana.
A mí, como narrador, como artista lo que me corresponde es ir tomando testimonio de esas historias, pero por supuesto que es un trabajo muy solitario. La novela es un género que te va aislando, que ya cuando el libro sale tu respiras pero llevas dos o tres años en una concentración extrema. Es un género muy difícil.

Hay que leer

M.M: El presidente Santos dijo en su discurso de Naciones Unidas ‘Colombia, la más educada 2025’. Se refería a que ‘The Economist’ nos dio 10 años para salir del subdesarrollo, y no saldremos comprando tanques, armas o dedicándonos a la juerga o bebiendo o de rumba los fines de semana. No. Saldremos del subdesarrollo, escribiendo la página de la inteligencia y la creatividad, eso es lo que a los colombianos nos hace falta, por eso me parece que leer es imprescindible, es la forma de incrementar el patrimonio inmaterial de un pueblo y si en alguna medida vamos a ser influyentes a nivel internacional, es por nuestra inteligencia.

Proyecto Frankenstein

M.M: A comienzos del año 2011, Mohamed Boasisi se quema vivo, era un vendedor de frutas y verduras, y de repente esa quema conduce al mundo entero a la revolución de los jazmines, a la primavera árabe, eso cambió geopolíticamente todo el planeta y yo no sabía cómo sumarme a esa protesta mundial, estaba desesperado, yo había renunciado a twitter y a facebook, me los habían hackeado y me dio mucho miedo, y estaba un poco alejado de las redes pero sentí la imperiosa necesidad de pronunciarme. Entonces abrí un blog a comienzos del 2011 y empecé proyecto Frankenstein que ha sido para mí extraordinaria, me pronuncio cada semana, subo una columna todos los lunes y me parece importante que los lectores me puedan leer sin pagar, que los lectores me puedan leer gratis todas las semanas. A veces se arman debates en los colegios, en las universidades y me escriben: su columna de esta semana nos generó un debate y participamos. Para mí, interactuar con los lectores es muy importante, yo creo que los lectores son mi fuerza, yo no sería nadie sin ellos, por eso les rindo un tributo cada vez que puedo, los respeto profundamente.
Mis lectores son raros, son extraños, no se parecen a los demás, porque yo creo que es gente que está cansada, fatigada de tanta mentira, fatigada de un establecimiento tan corrupto, tan mentiroso, tan mañoso y tan tramposo y llegan a mis libros de alguna manera en pie de lucha. Eso para mí es admirable.

D.C: El mundo nos está absorbiendo entre sus cambios y ritmos vertiginosos que no nos permiten pensar en lo que está sucediendo. Y no hay mejor forma de resistir que las letras, la lectura nos conduce a otras sociedades que pueden estar mejor o peor que la nuestra, pero que son diferentes y eso es lo que hace que esas páginas sean la herramienta más poderosa.