Hace algunos años tuve la fortuna de hacer parte de la Organización Nacional Indígena y allí conocí a una mujer maravillosa. Hoy, pasados un poco más de tres años, volví a verla a través de una fotografía. A continuación quiero compartir parte de su historia:

(Esta historia fue publicada en 2013 en la revista Hoja Blanca y en la página del CRIC)

Con aire desafiante e imponente, llegó a aquellas tierras el señor Añasco. Un viaje largo para experimentar la sensación de poder tener y dominar todo aquello que veía a su alrededor, sin imaginar que allí mismo encontraría la muerte por parte de uno de los seres que para él, representaba el menor peligro: una mujer.

Observaba atónita mientras su hijo era asesinado frente a sus ojos; impotente, violentada, con el más profundo dolor nunca antes experimentado por ella. ¿Quién lo hace? ¿Cuáles son los motivos? Miles de respuestas que se quedaron en el aire, solo con el nombre del asesino retumbando en su cabeza: Pedro de Añazco, uno de los tantos españoles que descubrieron, destruyeron y jamás comprendieron el significado de la vida y la mirada del mundo a través de los ojos de un indio.

Pedro de Añazco y Guaitipán no sabían de la existencia del otro, se conocieron hasta el momento en que Añazco asesinó ante la mirada desgarrada de los indígenas al hijo de Guaitipán, más conocida en la historia del pueblo indígena colombiano como La Cacica Gaitana.

A pesar de lo vivido, esta mujer no logró doblegarse. Por el contrario, impulsó un alzamiento en el territorio hasta llegar a Añazco y propiciar su muerte.

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Desde aquel devastador suceso de la cacica en 1.538 hasta este momento, la lucha indígena no ha cesado, no se detiene, no se rinde, jamás se cansa. Pero una de las luchas que se mantiene a la par es aquella que fijan las mujeres para lograr, además de superar todas las problemáticas de su pueblo, un reconocimiento político dentro de sus comunidades. Un papel relevante que las lleve a liderar y a proponer nuevas ideas que logren construir las propuestas de país de su pueblo.

La Cacica Gaitana es tan sólo una de las mujeres que se han mostrado como heroínas indígenas en la realidad de las comunidades, desde su época hasta ahora son cientos de indígenas las que han luchado por los derechos que por principio debe garantizarse al pueblo.

En la Asamblea Nacional de Autoridades Indígenas realizada en Marzo del 2013, se encontraba una de estas mujeres que se mantiene firme en los procesos organizativos de su pueblo, se trata de Blanca Andrade, indígena Nasa del Cauca, una de las mayoras más respetadas y admiradas en su comunidad. Esta mujer, entre debates e ideas fue tejiendo su vida en torno a su ideal de lo que debe representar una mujer y aquello que debe hacer en su entorno.

«No me gustaba salir porque yo me formé con hermanas, mis padres decían que la mujer era para la casa, para el marido. Entonces yo pensaba que así era, pero cuando me casé, mi marido sabía la historia de la Cacica Gaitana, me la contaba y me decía: Blanca, a usted le gusta estar mucho en la casa y ese no es su papel. Su papel es acompañarme y aprender el proceso de la defensa del pueblo», recuerda Blanca con nostalgia las palabras de su esposo.

Integrarse a una lucha tan trascendental y antigua como lo es la indígena, implica innumerable cantidad de peligros. «La persecución a la organización fue muy dura, en ese momento matan a mi esposo y es como si las palabras de él, a pesar de que ya estaba muerto, me martillaran. Me sentí como con una obligación moral y entonces me fui metiendo a los procesos indígenas»

Miles de dificultades ha enfrentado, desde la muerte de seres queridos hasta amenazas en su contra y, a pesar de ello, no ha detenido su lucha. Desde el primer congreso de la Organización Nacional Indígena hace ya 30 años, donde habló acerca del tema de mujer y familia, hasta este momento como Coordinadora de Pueblos Andinos en Derechos humanos y de Derechos fundamentales de la mujer, Blanca Andrade sigue con su labor mientras espera con ansias a otras mujeres que continúen su proceso y ella, finalmente pueda retornar a trabajar el campo e hilar pensamientos desde el territorio que la hizo una guerrera.