Iniciar esta reseña ha sido difícil, tanto como lo es hablar de la muerte en culturas como la nuestra. Con el paso de los años, siento que escribir reseñas literarias se ha convertido en una especie de diario personal, donde los libros que más llegan a tocarme el alma me generan de una u otra forma identificación; sea con un personaje, con una frase, con una emoción o con todos estos elementos juntos y sucede que por momentos me centro en un par de temas puntuales, según el rumbo que va tomando mi vida. La muerte ha tocado a mi puerta varias veces en los últimos años, y es por ello que este tema ha sido recurrente en mis lecturas recientes. Sin embargo, me tomó tiempo iniciar el libro que traigo hoy porque era abrir la página del duelo, ese que a veces queremos posponer, pasar de largo o ignorar…
El libro protagonista en esta ocasión es Te me moriste, del autor José Luis Peixoto, allí la muerte se vuelve inmortal, tal contradicción solo puede ser una realidad cuando queda atrapada en las páginas de los libros, esas páginas que no permiten que la muerte muera del todo y la mantienen viva con la llegada de cada nuevo lector, aunque fuera de ellas las personas que allí se narran ya no estén.
El año pasado en la Fiesta del libro y la Cultura de Medellín, tuve la oportunidad de conocer a Peixoto y escucharlo en un evento homónimo de su libro, junto con Sara Jaramillo Klinkert y Tiago Ferro, el tema central del encuentro fue ese que todos tenemos en común: la muerte. Aunque cada tránsito para comprenderla o, por lo menos, intentar hacerlo sea tan diferente, en ellos convergió la literatura como forma de catarsis. En el caso de Peixoto, la muerte que describe en su libro es la de su padre:
y te mentí. Dije aquello que no creía. A la mirada amarilla, jadeante, le dije le dije que volverías a ser todo y que seríamos de nuevo. Y te mentí. Dije vamos a volver a casa, papá; yo manejaré la camioneta, papá; sólo hasta que tú puedas volver a hacerlo, papá; bueno, ahora estás débil pero después, papá, después, papá. Te mentí”.
Desde la ausencia y el duelo, logra plasmar entre situaciones literales y frases poéticas lo que significó la muerte de su padre que, al igual que en el libro El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince, son historias donde los padres jamás leerán lo que sus hijos escribieron para ellos.
Es un relato desgarrador cuando transita por la enfermedad -“y el cuarto se quedaba con la enfermedad y no la encerraba, la extendía por toda la casa, por todo lo que podía tocar”-, amoroso en la familia, crudo en la realidad irremediable, sensible en las palabras y consolador en el recuerdo y la añoranza: “nunca envejeciste, y yo quería verte viejo, viejito aquí en nuestro patio, regando los árboles, regando las flores (…) Todo lo que te sobrevivió me lastima”. Tiene tantos matices y cada uno de ellos es impecable.
Es un libro con la mirada de un Peixoto que comenzaba la vida, un joven escritor que fortaleció su pluma con su pérdida, más de veinte años han pasado desde su publicación y de seguro su mirada de la muerte ha ido cambiando, con el tiempo tal vez la meta es aprender a abrazar a la muerte sabiendo que dejaremos de abrazar a quienes se adelantan en el camino. “Y pensé, ¿no podrían los hombres morir como mueren los días? Así, con pájaros cantando, sin sobresaltos, y la claridad líquida cristalina en todo y el fresco suave fresco, la brisa leve temblando en las hojas pequeñas de los árboles, el mundo inerte o moviéndose tranquilo y el silencio creciendo natural, el silencio esperado, finalmente justo, finalmente digno”.