La sexualidad no es solamente biología, también es identidad. Lo digo porque si hablamos de educación sexual e insistimos en una cátedra de educación sexual para los niños, esa cátedra tendrá que respetar la integralidad de las personas.

Me refiero al respeto de los niños y los jóvenes según su desarrollo, y con ello hablamos de la edad, del desarrollo mental, endocrino, y por supuesto la genitalidad. Pero un asunto sí es claro: no podemos erotizar a los niños antes de tiempo.

Si le vamos a dar cátedra de educación sexual hay que pensar en prevención de abuso sexual, hay que pensar en su identidad como hombre, como mujer, sin confundir. Si los contenidos no garantizan esos principios básicos, es mejor que no haya cátedra.

El problema es que los currículos se están diseñando en muchas partes del mundo alrededor de la política y no alrededor de la misma docencia o de los argumentos científicos en las diferentes ramas de la ciencia: tenemos la antropología, la biología, la anatomía, la endocrinología, la neurología, todos igual de importantes.

Entonces, no podemos tratar una cátedra de educación sexual basados en la lucha de las comodidades homosexuales. La cátedra de educación sexual no se puede convertir en un púlpito, en un espacio de radiodifusión de los derechos de las minorías homosexuales, sino que es un espacio para que se les enseñe a los chicos acerca de cómo cuidar su cuerpo, cómo asearlo, que sea dueño de su propio cuerpo.

Lo ideal es que estos contenidos se definan con argumentos científicos, con argumentos verdaderamente psicológicos, no con una psicología barata, una psicología politizada, basada en luchas políticas, y en contiendas políticas y en la lucha por los derechos de la comunidad homosexual.

No podemos, en aras de justificar la diversidad, atentar contra la esencia de los niños, de las niñas y de los adolescentes, ni siquiera de los adultos. Tenemos que respetar el diseño biológico de las personas, tenemos que respetar también la objeción de conciencia. La diversidad, cuando se permite sin orden es pervertida. Y quiero aclarar que esto no es una idea únicamente mía, ni individualizada, muchos como yo compartimos este pensamiento, el cual, a través de esta columna me permito visualizarla, porque el tema es muy delicado.

Una cosa es defender los derechos, y la formación integral de los niños y los jóvenes, y otra muy distinta es que los obliguemos desde pequeños y los promocionemos al homosexualismo, les podemos causar graves daños a estas personas, meterlos en terribles depresiones, porque los estamos forzando a decidir su orientación sexual antes de tiempo.

Hay tiempos para el desarrollo de los seres humanos, según su edad. Sin duda, el tema del placer sexual es uno de ellos, pero una cosa son los niños a los 3 o 4 años y otra cosa en la adolescencia. Despertar la curiosidad antes de tiempo puede lanzarlos a las adicciones y a la pornografía.

Y algo muy importante. No podemos imponer una cátedra, porque los colegios tienen el derecho a decidir su proyecto educativo institucional y la clase de contenidos según su orientación, y los padres tienen el derecho de elegir la educación de sus hijos que sea congruente con la de su familia.

Cuando hablamos de educación sexual hablamos de la centralidad del ser humano, hablamos de lo más interno, hablamos de la misma personalidad, hablamos de valores, de principios.

Los papás matriculan a sus hijos esperando que los profesores les enseñen principios y valores congruentes con su convicción familiar, y eso también hay que respetarlo. Eso también es parte de los derechos humanos, una discusión que tenemos que dar antes de lanzarlos a un abismo de incertidumbres.

Twitter: @JoseLRamirezM