Cuatro de cada 10 adolescentes reincide en el porte de estupefacientes. En Bogotá, 507 colegios y sedes educativas han sido identificados como centros de distribución y de consumo de estupefacientes. Las cifras son de la Fiscalía.

Siete localidades de Bogotá han sido elegidas por los narcotraficantes para la expansión de las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas. 147 pandillas funcionan en Bogotá y viven y se mantienen de la distribución de drogas.

Se han dedicado a reclutar niños y niñas entre los 9 y los 17 años de edad para la distribución de estupefacientes. En eso se concentra hoy su negocio. Así se mueve la fabricación y distribución de drogas para el resto de la ciudad.

Camilo es un joven de 13 años y medio. Se mueve, mira rápido, desconfía de todo y de todos. Dice que no se puede confiar en nadie. Camina entre las localidades de Rafael Uribe Uribe y Ciudad Bolívar donde tiene ‘un parche’ o ‘parceros’ que lo conocen.

Trabaja para una olla conocida como ‘Los Angelitos’, que lo reclutaron y lo enseñaron a ‘trabajar’, como él dice. Es parte de la estructura. Él vende y se carga con cantidades de droga que expende con otros niños y niñas, en sitios cercanos a establecimientos educativos y lugares de formación académica, parques, y deja en algunas residencias que sirven como olla para la reventa.

‘Los Paisas’, ‘los Rottwailler’ y ‘los Angelitos’ también sirven como reclutadores de otros pequeños en las localidades de Kennedy, Rafael Uribe Uribe, Ciudad Bolívar y Bosa. Estas bandas dedicadas al narcotráfico utilizan a los menores como carritos, traficantes, consumidores y delincuentes especializados en hurtos, atracos con armas blancas, y en algunos casos utilizan perros de razas peligrosas para amedrentar a sus víctimas.

Según Camilo “nos obligan, primero nos dan dinero, comida, luego droga, y después toca hacer lo que digan y lo que sea, o si no, se muere”.

En este recorrido que realicé con algunos de estos pequeños comprobé que las bandas concentran sus operaciones delictivas en siete localidades y 34 barrios, donde manipulan la fabricación de estupefacientes, químicos y materia prima para la elaboración casera, en cocinas, donde se rebaja la ‘mercancía’, como ellas la llaman.

Allí en aquellos lugares elaboran bazuco, cocaína, en circunstancias artesanales y con un alto peligro para la vida humana.

Consultado el CTI de la Fiscalía sobre esta situación de las mafias no hay una sola localidad según ellos donde no haya un expendio clandestino de estupefacientes.

Para el Cuerpo Técnico de Investigaciones los jóvenes hacen parte de una estructura criminal en la que el poper, el dick y disolventes para inhalar son productos prioritarios para distribución junto con la cocaína, la marihuana y el bazuco. En bicicletas recorren barrios, colegios, donde distribuyen entre 30 y 200 gramos de estupefacientes a diario.

Lo más grave en toda esta cadena es que obligan a estudiantes a la comercialización de los alcaloides y alucinógenos dentro de los planteles educativos, con la amenaza de asesinarlos si no lo hacen.

@JoseLRamirezM