Dice mucho de la salud mental de los bogotanos el suicidio. En el 2016 se presentaron en promedio 26 casos mensuales de personas que se quitaron la vida, para un total de 310 en los 12 meses del año.

Si estas cifras no son alarmantes entonces qué nos puede alarmar: 26 correspondieron a jóvenes entre 12 y 17 años y se presentaron dos casos de niños de 6 y 10 años. La cuarta parte, 73 en total, correspondió a personas de 18 a 28 años y otros 92 fueron de adultos entre 29 y 59 años.

Los bogotanos andamos enfermos mentales, intolerantes, pleiteros, suicidas, es solo un indicio del grave problema de salud mental de Bogotá. Hay más cifras: cada día 73 personas son víctimas de violencia interpersonal, de parte de parejas que agreden, familiares que se enfrentan incluso con armas como puñales y vecinos que reaccionan con violencia en cualquier discusión.

Parejas y exparejas que maltratan física y sicológicamente y matan a sus mujeres, hombres que violan y asesinan a las niñas como acaba de ocurrir con Yuliana Samboni, la pequeña de 7 años que murió después de ser violada por Rafael Uribe Noguera, como un solo ejemplo. El 84 por ciento de los casos de abuso sexual en Bogotá son contra menores de edad, especialmente niñas, sin que de este aberrante hecho escapen los niños, que cada día son más víctimas de este delito. Solo una sociedad enferma mentalmente produce este tipo de acciones y las permite.

Las unidades de salud mental están en el último lugar de las prioridades. El hospital de Kennedy, por ejemplo, cuenta con menos de 30 camas dedicadas a pacientes con enfermedades mentales, que no dan abasto para la demanda. Las mismas directivas reconocen que permanentemente hay entre 8 y 12 pacientes en los pasillos y hay días en que el déficit es del 70 por ciento. Es decir, solo se pueden atender 3 de cada 10 pacientes que reclaman atención.

La mayor parte de los pacientes que se tratan en urgencias por violencia están relacionados con enfermedades mentales, porque en la ciudad proliferan personas con trastorno afectivo bipolar, psicosis, depresión mayor y esquizofrenia paranoide que no están diagnosticadas y por lo tanto no reciben tratamiento. Por eso terminan involucradas en episodios de violencia interpersonal. Además, llevan armas cortopunzantes, esferos, lápices, ganchos, puñaletas, por si me atacan. Es una sociedad paniquiada, acorralada por el miedo, por eso vive armada.

El Instituto de Medicina Legal practicó 28.243 exámenes por violencia interpersonal y 17.829 por violencia intrafamiliar, es decir, 77 y 48 exámenes diarios en cada caso. Esas son las manifestaciones de la incapacidad mental para resolver los problemas de una manera sana.

La salud mental de los bogotanos es una huérfana del sistema de salud. En una ciudad de 8 millones de habitantes no tenemos un registro fiel del número de personas afectadas, las consultas y hospitalizaciones son mínimas y poco sabemos de la magnitud del problema.

De ahí que para hablar del tema tengamos que guiarnos por las señales que da la sociedad para explorar hasta qué punto los problemas mentales de los ciudadanos son un tema de salud pública de dimensiones incalculables. No me vayan a decir que Bogotá no es un infierno de la locura.

@JoseMRamirezM