Las barras bravas son barras delincuenciales. El peor ingrediente que tiene hoy el fútbol colombiano. Son jóvenes vinculados directamente a las barras que operan bajo las órdenes de organizaciones delincuenciales, dedicadas a ejercer el delito.
Estas bacrim han captado a los jóvenes de Millonarios, Santa Fe, Bucaramanga, Junior, América, Deportivo Cali, Medellín, Nacional, Tolima, por mencionar solo las principales.
Estas ‘barras’ han venido en picada, hasta el punto de convertirse en grupos de delincuentes, asaltantes, asesinos, extorsionistas, violadores, timadores y mulas.
Conforman bandas con estructura jerárquica de mando. Tienen el control territorial en cada estadio, cobran por la seguridad de las personas que ingresan al espectáculo del fútbol. Cada ocho días, con el pretexto de acompañar a sus equipos, van de pueblo en pueblo sembrando el miedo y el terror.
Van atracando en las carreteras, robando almacenes, supermercados y vendedores ambulantes a lo largo de las vías, quitándoles el producido y, de paso, robándose los productos que ofrecen.
Son en definitiva apaches que van sin Dios ni ley por Colombia, en muchos casos con el patrocinio y ayuda económica de los propios clubes deportivos.
No son barras bravas, son bandas delincuenciales, como bien los señala el editor deportivo de EL TIEMPO Gabriel Meluk. Y no menos grave, las denuncias de los movimientos oscuros de los dirigentes deportivos que hace la reconocida periodista de esta misma casa editorial Martha Soto.
Son jóvenes, muchos de ellos menores de edad, al servicio de narcotraficantes que los utilizan para distribuir drogas dentro, fuera y en los alrededores de los estadios. Bazuco, pepas, drogas sintéticas, alcohol y un mundo oscuro y tenebroso de asesinatos, vendettas y venganzas.
Se citan para matarse, en cualquier parque, de cualquier barrio, de cualquier localidad. Organizan orgías, tienen patrones, jefes y ganchos para identificar los proveedores y los cobradores. Es decir, la sacan del estadio para llevarla a sus comunidades.
Se estima que hay unos 100 mil barristas en el país: América, 18.000; Comando Azul, 20.000; Guardia Roja, 8.000; Nacional, 7.000; Junior, 25.000; Tolima, 3.000; Bucaramanga, 3.000. No le tienen miedo ni respeto a la Policía.
Cada ocho días es un reto para los comandantes de Policía hacer el esquema de seguridad de los partidos, tanto para el ingreso del aficionado, los traficantes de drogas, los reducidores, los revendedores, la distribución incontrolable de toda clase de alucinógenos y estupefacientes, los robos, las riñas entre los combos, dentro y fuera de cada partido de fútbol.
No les importan los anuncios de las medidas de las alcaldías, como las de no permitir la venta de licor cerca a los estadios de fútbol. Estas bandas delincuenciales en que se han convertido las barras bravas manejan la logística de los estadios. Son dueños de los ingresos y las salidas de los asistentes.
Atracos, atropellos, riñas, asaltos a personas que transitan por la calle 53, entre la avenida Caracas y la carrera 30, y toda calle es una trampa con estos delincuentes que actúan igualmente en la avenida de Las Palmas, 57 Caracas Campín.
Son hordas rayando paredes y rejas, atemorizando a los dueños de establecimientos que tienen que cerrar obligatoriamente sus negocios y esconderse ante la presencia de estos vándalos que se han tomado en cada partido los alrededores del estadio El Campín, la carrera 30, la avenida Caracas y todos los barrios que componen la localidad de Teusaquillo.
En Bogotá no existe una integridad institucional que permita efectivamente cohesionar a los participantes en este espectáculo. Las instituciones deben trabajar con la policía metropolitana de cada capital y los líderes de las barras, con programas, proyectos, que permitan el desarrollo de la convivencia dentro y fuera del escenario deportivo, para evitar lo que hoy vemos: violencia y jóvenes caídos en lo más profundo de las drogas.
Quiero señalar que en este blog hago referencia a ese grupo de vándalos que asisten al fútbol cubriéndose y utilizando el nombre de barras bravas para hacer el desorden, formar el caos y dar el peor de los espectáculos. Hay que pararlos.
Twitter: @JoseLRamirezM