El cambio de uniforme en la Policía Nacional con menos botones y pliegues y un nuevo color que busca que la autoridad sea más visible en las calles de las ciudades no servirá de nada si no hay un cambio profundo en sus estructuras, ante la crisis que vive la institución policial.

La gente ha perdido la confianza. Se desgastó la institución, ya no es exitosa y por eso en los estudios previos que realizó la Dirección de la Policía con el acompañamiento de entes internacionales dieron resultados desfavorables, como el poco interés y entusiasmo que muestran los jóvenes para ser parte de la institución.

La Policía llegó a su peor momento. Se aisló del ciudadano. El policía de la esquina desapareció. El policía que conocía a sus vecinos no existe. Y el policía de la prevención no está.

La violencia con que actúan algunos de sus miembros, haciendo mal a su uso de la fuerza, con detenciones arbitrarias, deterioró su imagen. Y lo más grave: el comportamiento de algunos de sus suboficiales y oficiales vinculados a bandas de extorsionistas, asaltantes y narcotráfico hacen que la institución pase por su peor momento.

Casos graves como el descuido en la seguridad de la Escuela General Santander, donde perdieron la vida 22 cadetes en un atentado del grupo terrorista Eln en el año 2019, la misteriosa muerte de la cadete Lina María Zapata en el 2006, que hasta hoy son más las preguntas que las respuestas, y se le añade otros escándalos como el de la ‘Comunidad del anillo’ y el asesinato del abogado Javier Ordóñez, que murió tras agresiones brutales de la Policía en Bogotá, dejan a la Policía lejos de la ciudadanía y con una pérdida de confianza que ponen a la institución con más de 100 años de existencia en el filo de la navaja.

La Policía se desgastó, perdió la seguridad, la autoridad y la confianza, elementos fundamentales para defender la ciudadanía y combatir la delincuencia. Se alejó de la comunidad para convertirse en un ente distante, que según la gente siempre llega tarde, cuando las tragedias han ocurrido.

Según el último estudio de la Cámara de Comercio de Bogotá, en la capital el 76 por ciento de los ciudadanos perciben la ciudad como insegura, solo el 24 por ciento de las personas conocen a qué cuadrante de la Policía pertenecen y solo el 37 por ciento sabe el número del celular de su cuadrante.

La lectura que tiene es de desconfianza, de irrespeto, de mal trato. ‘Tombo’, ‘sapo’, ‘a ese también le cabe’, ‘ese también come’, son expresiones cotidianas que se escuchan en los barrios y las esquinas para dirigirse a la autoridad más cercana de los habitantes y son ellos, a pesar de las dificultades, los mismos que velan por la seguridad y el bienestar de la población.

Tenemos que advertir que los miembros de la institución, en la mayoría de los casos, viven en zonas populares, donde patrullan y caminan en el mismo barrio donde viven ellos y los delincuentes.

Su escala salarial debe ser motivo urgente de revisión, facilidades para una vivienda digna en sectores que les garanticen una mínima seguridad, capacitación académica debe ser prioridad, constante y permanente.

Y se deben evitar los estímulos, las medallas y los pergaminos que lleven a exaltar una labor que están llamados a cumplir obligatoriamente, que son parte de su trabajo, de su labor diaria, de sus asignaciones diarias, que están en el cumplimiento del deber. Reconocimientos que llevan a la exaltación individual y personal y conducen, lamentablemente como lo ha demostrado la experiencia, a cometer falsos positivos, allanamientos sin órdenes judiciales, atropellos, y hacer aparecer inocentes como culpables, en algunos casos.

Cambiar el color verde aceituna por el azul con neón por tener mayor visibilidad y cámaras incorporadas en el uniforme o bodycan para vigilar el comportamiento de los agentes no garantiza la seguridad, ni el respeto, ni recuperar el cariño de las comunidades por su Policía.

Esta nueva identidad debe estar acompañada de cambio de chip en cuanto al trato de los superiores con sus subalternos; el mando debe ser considerado, claro, oportuno y hacerse responsable de sus órdenes por tratarse de una entidad que funciona en forma piramidal.

Sería bueno recomendar abandonar el uso del cigarrillo, las largas conferencias por celular con familiares, amigos, novias o amantes en horas de servicio, para de esta manera lograr una transformación personal, junto con educación y cultura, y dar ejemplo de un cambio estructural frente a la Policía Nacional y así hacer valer el cambio de uniforme.

De nada servirá el cambio de uniforme si la formación del policía y su actitud no cambian.

Y todo este esfuerzo de la Policía Nacional de nada servirá, lo puedo asegurar desde este medio, si la justicia no cambia, si la anhelada reforma a la justicia no se hace efectiva.