Un fuerte aguacero que sacudía las calles de la localidad de Kennedy acompañó la más ambiciosa de las jornadas nocturnas para hacer un trabajo de georreferenciación de los habitantes de calle.
Pero esta situación natural no impidió que fueran llegando 150 servidores de la Subdirección Local de Integración Social de Kennedy que integran la Tropa Social de Rescate.
Uno a uno, a pesar de los relámpagos y la tormenta eléctrica, fueron haciendo presencia en el Centro de Desarrollo Comunitario Timiza, punto de encuentro. Rápidamente desenfundaban de sus maletas el característico traje blanco que los identifica como parte de la Tropa Social que, para ellas y ellos, es el máximo honor de los servidores públicos en el manejo de situaciones de riesgo, como la entrega de alimentos calientes y refrigerios en barrios donde la delincuencia hace presencia. En conclusión, es una tropa social de rescate para brindar ayuda a los más vulnerados, quienes las necesidades y la pobreza son sus principales características.
Así fue como esa noche la Tropa Social de la Subdirección local para la Integración Social de Kennedy llegó a los ‘parches y cambuches’, donde se puede ver y palpar a los hombres que han caído en lo más profundo de una realidad de sustancias psicoactivas.
Son habitantes de la noche
Esa noche tenía un sabor distinto: optimismo, alegría y la seguridad de ir a las calles a ayudar a hombres y mujeres que por diferentes razones han llegado a inundar los andenes, puentes y calles de la ciudad. El grueso de esta población está entre 20 y 36 años y abuelos que viven sus últimos días en andenes como hogar.
En un mapa en el que aparecía la localidad de Kennedy, expertos en georreferenciación de la tropa señalaban con chinches de color y resaltadores las zonas de mayor vulneración, donde el habitante de calle hace su mayor presencia. La tropa se alistaba como si fuera a conquistar o a defender un territorio.
Se armaban los grupos, los recorridos, a través de la selección de 61 polígonos para llegar de sorpresa y saber, en medio de la oscuridad, cómo contactarlos, saber cómo viven, cuál es su estado de salud, sus identidades, ver sus rostros, hablarles cara a cara, saludarlos, tratarlos como a seres humanos, sin ninguna discriminación, escucharles sus experiencias, sus sueños, sus esperanzas y desesperanzas.
Y también compartir con ellos un refrigerio en medio de la noche y la madrugada, ofrecerles la ayuda, a través de los hogares de paso, para salir de ese mundo oscuro de las drogas que los tiene sometidos, esclavizados, olvidados y aislados de la sociedad que los señala y, lo más grave, los mata con el desprecio, situación que, según sus testimonios, los profundiza más en el hueco de su propio infierno.
El frío, a medida que avanzaba la noche se hacía más evidente en cada uno de los hombres y mujeres de la tropa, pero nada podía desestimularlos para cumplir su objetivo. Los primeros habitantes de la calle comenzaron a aparecer, en cada esquina, en cada andén, y la tropa los abordó. Les explicó el motivo de su presencia en sus zonas: dar ayuda, ser amigos. Se estableció una relación de respeto, y accedieron a contar sus historias.
Se les preguntó por su estado de salud, por sus condiciones de vida, de higiene, datos familiares, edad, nacionalidad, su condición física y mental y sus necesidades prioritarias, y se tomó nota de las direcciones habituales de permanencia.
A medida que la conversación se desarrollaba, les fueron entregados refrigerios, mientras se tomaba nota de la información que suministraban y que será sistematizada para poder entregar la radiografía de la habitabilidad de calle en Kennedy, localidad que es la más golpeada y afectada por este fenómeno en Bogotá.
Las noches para ellos son largas e intensas; como en un juego de cara y sello, cada noche, la vida no vale nada, y en cualquier momento la pueden perder. Es usted o yo, esa es la regla de la calle, es decir, ‘selva de cemento’.
La tropa llegó a calles lluviosas de barrios como El Amparo, Patio Bonito, Britalia, Corabastos y el resto de los puntos que componían los 61 polígonos que eran el objetivo del operativo social.
Las horas trascurrían, en las calles seleccionadas comenzaban a aparecer largas filas de carreteros y recicladores, además de hombres entregados al consumo de sustancias psicoactivas que se podían detectar por la humareda que salía de sus bocas llenas de humo, que daban cuenta de su presencia, donde el silencio no es tranquilidad si no advertencia de peligro.
Al final se pudo hacer una radiografía exitosa sobre cómo están, cómo se mueven, las condiciones de vida, los riesgos de haber decidido a calle como una forma de vida.
Así viví una noche con la Tropa Social de Rescate de la localidad de Kennedy, en busca del habitante de calle.