Cada hora en Colombia dos niñas o niños son víctimas de abuso sexual, según cifras de la Sociedad Colombiana de Pediatría; solo en el 2022, el Instituto de Medicina Legal registró que 15.823 menores fueron víctimas de abuso sexual, un 23 por ciento más que en el 2021, y el año pasado la Secretaría de Educación del Distrito recibió 6.877 reportes de violencia sexual en colegios oficiales.
Hasta aquí los casos conocidos y denunciados. El resto queda en el mutismo y traumatismo que muchos y muchas deben llevar a lo largo de sus vidas por siempre.
Da escalofrío ver estas cifras. La situación es tan grave, que la secretaria de Educación del Distrito, Edna Bonilla, ha alzado su voz y califica la situación como crítica e invita a sumar voces, esfuerzos, acciones y voluntades para impedir que este flagelo siga acabando el presente y el futuro los niños y los jóvenes.
En la realidad, la prevención de la violencia sexual para proteger a las niñas, niños y jóvenes no existe, debería comenzar desde el hogar, pero esto no es así, no ocurre, están desamparados, alejados de las palabras y los llamados a defender su dignidad y sus derechos. A corta edad, en un país que produce vergüenza, el lenguaje sexista es prioritario en el colegio, en los hogares y en el ejemplo de muchos de los mayores.
Todo esto conduce a la violencia sexual, al abuso de niñas y niños. Durante su formación no existe un trabajo de prevención para erradicar este flagelo de la inconsciencia social que vive distraída, amargada, donde predomina el importaculismo y la indiferencia de una sociedad que cada día es más violenta y menos considerada con el otro.
Es tan grave el daño que les estamos causando a la niñez y a la juventud que hoy en los colegios se abusa del cuerpo del otro, sin distinción de sexo ni raza, donde a través de amenazas, matoneo y el uso de armas cortopunzantes someten al otro al abuso sexual.
Nuestra sociedad clama por un cambio para que hechos aberrantes como el acoso sexual de profesores a sus alumnos sean castigados y erradicados, como primer principio para garantizar a los adolescentes su proceso de reconocimiento individual y el respeto por los demás.
Y qué decir del hogar, el sitio más inseguro en muchos casos, de situaciones vergonzantes. Tíos, abuelos, papá, padrastro, primos y lo más cercano violentan diariamente a sus propios familiares. Niños y adolescentes que son víctimas silenciosas de una situación aterradora y siniestra. Y lo más grave: los perpetradores quedan en silencio, en la impunidad y sin castigo.
Es necesario el diagnóstico oportuno, la prevención y la sanción para evitar que crezcan seres con caras tristes, para no repetir el ciclo.