Histéricas, dementes, perturbadas, desequilibradas, reprobadas. Eso son un grupo de mujeres feministas que se tomaron el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres. Utilizaron este día para sacar la insensatez y demostrar lo peor de su ser, decepción, desengaño, desencanto y fracasos que las llevó en este importante día a maltratar, a romper y a saquear lo que encontraron a su paso.

Arrancó este vandalismo en esta tarde-noche del 25 de noviembre del 2024 imponiendo el terror, vandalizando las estaciones de TransMilenio, grafitiando, se tomaron la calle 26 hasta llegar al centro de Bogotá. En el Museo de la Memoria incendiaron, quemaron una obra importantísima del gran escultor y pintor Fernando Botero. Estas mujeres no tuvieron reparo en violentar la obra que fue donada por el maestro en la Plazoleta del Centro de Memoria, monumento a las víctimas de la violencia.

Las feministas atacaron violentamente la escultura y, en su recorrido hacia el centro de la ciudad, pintaron con aerosoles el Cementerio Central, asaltaron negocios, intimidaron a los dueños y clientes, le prendieron fuego en el centro a un teatro.

El mobiliario urbano fue vandalizado, destruido, en los paraderos destruyeron las estructuras, la estación de TransMilenio del Concejo de Bogotá tuvo que ser cerrada a su paso. Lo mismo ocurrió con la estación de la carrera 30 con calle 26, con la de Corferias, con la de Universidades y la estación Jiménez.

Veintitrés mil usuarios se vieron afectados por la falta de transporte público, por el cierre de las estaciones. Paralizaron el comercio, obligaron a los dueños a cerrar los almacenes, las cigarrerías, restaurantes, cafeterías. Es decir, según las autoridades, infartaron la ciudad en la hora pico de las 6 a las 9 de la noche, con su comportamiento agresivo. Atacaron, maltrataron, ultrajaron a las gestoras de convivencia, empujándolas, señalándolas y llamándolas vendidas. Las gestoras hicieron lo posible para hacerlas entrar en razón, para que no destruyeran y rompieran las estaciones de TransMilenio, pero no fue posible ante la actitud desmedida de las manifestantes.

Mientras tanto millones de mujeres en el mundo reivindicaban el derecho al buen trato, el respeto, el no a la discriminación, a defender sus derechos como mujeres trabajadoras, estudiosas, el derecho a la educación, el respeto por el oficio de ser amas de casa, el respeto por ser profesionales, emprendedoras, como madres, como hermanas y ser objeto de respeto, amor y admiración, por la importancia fundamental en el desarrollo de los procesos de paz, reconciliación, por la igualdad, por el derecho a ser intermediarias y protagonistas del respeto al otro, a los otros y así mismas, el derecho a la disertación, a las diferencias, el disenso y a tener la capacidad en las sociedades de orientar, procesar y asimilar los cambios sociales y defender los derechos adquiridos que no tienen paso atrás ni son negociables.

Estas son las mujeres que dan ejemplo de mirar de frente, que caminan hacia la búsqueda de la igualdad en salario, en profesión, en cargos y acabar y romper con los paradigmas, sin actos de violencia y vandalismo.

Año a año, estas violentas agrupaciones feministas repiten la dosis en Bogotá, en Medellín y otras capitales de Colombia, demostrando acciones de violencia, brutalidad, produciendo pánico, zozobra y daños en el bien público. Y lo más hiriente, insultando a mujeres que no participan de sus actos violentos y desmedidos, por el hecho de no sumarse a su accionar, les gritaban ‘mariconas’, ‘HP’, ‘sometidas’. Son mujeres que a esta hora salen de sus trabajos, de sus oficinas, de su día a día, que van pensando en sus familias, en sus hijos, en el amor y estos grupos que se hacen llamar feministas las atacan como hienas en manada.