Salí del canal y caminé un par de cuadras hasta llegar a una panadería. Eran las 6:40 de la tarde y una cuadra antes de llegar estaban parados como gallinazos muchos hombres repitiendo como loras mojadas: «chicas, chicas, cerveza barata y buena música». Uno incluso casi me toma del brazo para que le prestara atención.
Hoy les voy a confesar que todos ustedes señores ¡me dan asco! y sí, también todas aquellas personas que he conocido en mi vida que me han invitado a un sitio de esos. Recuerdo una vez en mis prácticas, un compañero intentó ofenderme por decirle que estaba en contra de la prostitución, al no encontrar mayor argumento se agarró de mi intento fallido de ser vegetariano y descargó toda una retahíla machista y vulgar para hacerme quedar en ridículo en repetidas ocasiones.
Estoy convencido de que los hombres de verdad no pagan por sexo, no maltratan a la mujer y mucho menos la desvirtúan. Cuidémoslas, querámoslas, es la mejor experiencia que nos han dado. Y cuando usted, man que está leyendo esto, sea invitado a ir a un sitio así, niéguese, piense en todas las mujeres que han influido en su vida y deles el valor que se merecen, no las deje como un simple objeto de placer.