-¿Ustedes, los españoles, son muy de toros cierto? –me decía estos días un taxista mientas esperábamos en un sabroso trancón en la Séptima.

-No señor, yo es que no soy muy de matar ni de torturar –le respondí.

Existe una creencia, generalizada, y errónea desde mi punto de vista, que afirma que para los españoles eso de matar toros es su mayor diversión. Que es una cuestión cultural e, incluso, identitaria. Y nada más lejos de la realidad. Y les explico.

La tauromaquia surgió en España en el siglo XII, no es que sea una vaina realmente reciente. Pero mientras que en Europa esta sangrienta tradición ha ido muriendo, literalmente, en Latinoamérica, sobre todo en países como México, Perú, Ecuador o Colombia, los aficionados han crecido en número.

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Desde 2012 en Cataluña, una de las comunidades autónomas más grandes de España, no hay toros. El Parlamento catalán así lo decidió ante una Iniciativa Legislativa Popular, que es la forma en la que la sociedad puede hacer llegar a esas instancias sus preocupaciones y peticiones. Se aprobó y desde entonces ni una corrida de toros. Aunque siguen existen otro tipo de celebraciones no menos macabras.

 

En decenas de “fiestas populares” continúa presente el toro u otro animal, por desgracia. Pero también es verdad que hay numerosos colectivos concienciados con la necesidad de acabar con una celebración en la que el disfrute es ver cómo sufre, agoniza un animal hasta su muerte. Cada cierto tiempo se celebran manifestaciones en contra de estas prácticas y son muy numerosas. Pero no les voy a mentir. Hay algunos políticos que quieren convertir esto del toreo en Bien de Interés Cultural (BCI). Menos mal que somos más los que tenemos dos dedos de frente y bastante más corazón.

Pero la verdad es que ahora a los toreros españoles se les conoce más por sus estocadas nocturnas con diferentes señoritas que por sus “destrezas” clavando espadas. Hablando así en plata, muy soezmente, son diferentes tipos de corridas, pero unas menos peligrosas que otras.

Por eso yo no promuevo el antitaurinismo. Apoyo la toreofobia. No es que esté en contra del toreo, es que me produce verdadero pavor, pánico, todo lo que tiene que ver con ese mundo, oscuro y desolador. Los defensores aducen que torear es una forma de demostrar valentía y arte. Yo les digo que arte es sacar su familia pa lante, sortear los obstáculos que se nos presentan y alcanzar las metas que uno se ha marcado. Y para demostrar valentía sean felices y no jodan a los demás.